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A través de las eternidades

Esta recopilación, hecha originalmente en 1987 y ampliada y reeditada en Zúrich en 1994, se sustenta en una tesis: que existe una congruencia, una coherencia esencial entre el hombre y el artista, entre la fuerza creativa y la vida cotidiana. Kurt Pahlen juega a penetrar en la vida sentimental de 27 grandes compositores (de Mozart a Berg) tratando de encontrar en ella signos que iluminen su obra. Lógicamente la selección es muy subjetiva. Pahlen mira por encima del hombro del que escribe y lo hace a menudo con pudor, el que le impide reproducir las obscenidades de Mozart y le hace eludir la palabra homosexual cuando escribe sobre Chaikovski o las infidelidades de Alma cuando se refiere a Mahler. Esto no es extraño: detrás de este libro no están sólo los compositores cuya correspondencia se escruta, sino también el hombre que la ha seleccionado y comentado.

Pahlen reúne un material que oscila entre el informe profesional del marido que pregunta por sus hijos y las declaraciones más encendidas del joven apasionado e impaciente. Pero las ascuas más incandescentes se apagan (Liszt y Marie d'Agoult, Wagner y Minna Plänner), aunque a veces las chispas parecen hibernar durante décadas para estallar en la vejez (Berlioz y Estelle Duboeuf) o uno se encuentra con celosos de su intimidad (Verdi, que destruyó toda su correspondencia con Giuseppina Strepponi), con témpanos de hielo (Chopin), con burócratas del amor (Bruckner: nueve peticiones de mano, nueve rechazos), con niños eternos (Granados), con amantes piadosos (Weber, moribundo en Londres, mintiendo a su esposa sobre su estado de salud) o vuelve una y otra vez sobre el triángulo más famoso de la historia de la música (Schumann-Clara-Brahms) para encontrarse con frases de ese poeta que fue Robert y que todo amante firmaría alguna vez: "Contigo quisiera jugar como juegan los ángeles, a través de las eternidades...".

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