De libros

El corresponsal contumaz

  • Isaak Bábel demuestra en 'La caballería roja' que el periodismo y la literatura pueden convivir sin excluirse

Isaak Bábel (Odesa, 1894-Moscú, 1940), antes de ser torturado y ejecutado durante la Gran Purga de Stalin.

Isaak Bábel (Odesa, 1894-Moscú, 1940), antes de ser torturado y ejecutado durante la Gran Purga de Stalin.

La caballería roja de Isaak Bábel es, como bien dice el escritor Juan Bonilla, un libro imprescindible, "centro de la literatura soviética del siglo XX". Y lo es no únicamente porque sea excelente literatura, sino porque nos da también una lección de lo que debe ser el buen periodismo, ese nacido para acercarnos al sufrimiento y a la alegría del hombre, ese que tiene como razón de ser la denuncia de la injusticia y el retrato fidedigno de la realidad. También es este libro, recuperado delicadamente por Espuela de Plata en una edición que incluye 30 excelentes dibujos de Maroto y un acertado prólogo de Bonilla, una demostración palpable de que la literatura y el periodismo pueden convivir sin excluirse; que, muy al contrario, en ocasiones se apoyan y engrandecen mutuamente.

Isaak Bábel nos enseña que la recreación de lo sucedido puede estar más cerca del suceso mismo que una mera enumeración objetiva de los acontecimientos. Como corresponsal de guerra, atiende a los dictados de la cruenta contienda a la que ha sido destinado y sus escritos remiten a los hechos de los que es testigo, pero como escritor se siente en la obligación a ir más allá de lo que acontece para retratar lo que verdaderamente está pasando. Su obra abre el foco para mostrarnos qué está ocurriendo en los márgenes de la historia. Por eso, sus breves relatos sobre la guerra entre Rusia y Polonia de 1919, recogidos en La caballería roja, consiguen poner de manifiesto la crueldad de la lucha al mismo tiempo que recrean la insistencia de la vida por abrirse paso, irremediablemente, entre la desazón y la muerte.

Pocos libros como éste para comprender la verdadera naturaleza devastadora de esta guerra -que podría ser cualquier otra guerra, en cualquier otra parte del mundo, en cualquier otra época- y pocos libros como éste para producir en el lector la paradójica sensación de estar frente al horror y la belleza, frente a la arrogancia y la humildad.

Bábel nos muestra el espanto de los combates, pero es capaz de detenerse, y hasta de recrearse, en las flores que tapizan el campo de batalla, en los rostros adustos y conmovedores de los aldeanos, en los cuerpos vigorosos y en los semblantes inocentes de los campesinos. Nos relata la intensidad de los enfrentamientos entre los dos bandos, nos habla de la fuerza heroica de los cosacos, pero también de la miseria que sufren los soldados de sus propias filas, de la falta de compasión y la brutalidad de los altos mandos, de la desasosegante espera entre combate y combate, de la destrucción, la soledad y el dolor de la gente sencilla, del pueblo doblegado.

Por eso, podemos entender que las estampas -como las llama Bonilla- recogidas en La caballería roja inquietaran sobremanera a los jefes del Partido Comunista soviético, a los que les interesaba, casi exclusivamente, la propaganda enardecida del Estado y sus victorias. A Bábel le costó mucho publicar este libro. Lo consiguió, después de muchos problemas, gracias a su mentor, Gorki, y con él consiguió reconocimiento y fama, aunque su situación de privilegio le duró poco. Su compromiso con la literatura, su labor de corresponsal contumaz de la vida, le valieron la enemistad del régimen y su obra fue acallada durante largo años hasta que fue recuperada y reconocida.

En La caballería roja, Bábel deja caer su mirada compasiva y escrutadora sobre los horrores de una contienda vivida en primera persona, y lo hace con una prosa sencilla, de descripciones certeras, en la que cada palabra encaja a la perfección. Gracias a su capacidad para comprender la naturaleza del alma humana y a su evidente interés por el otro, Bábel consigue componer un catálogo de personajes sorprendentes, crueles o tiernos -a veces las dos cosas a la vez-. Como periodista, se centra en contarnos historias, como escritor, consigue hacerlas únicas, intensas e inolvidables.

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