De libros

El amor es un duelo

  • 'Madona con abrigo de piel', del turco Sabahattin Ali, ofrece una inolvidable historia en el Berlín de entreguerras

Sabahattin Ali (Ardino, hoy Bulgaria, 1907-Kirklareli, Turquía, 1948).

Sabahattin Ali (Ardino, hoy Bulgaria, 1907-Kirklareli, Turquía, 1948).

La vida literaria -y la no literaria- del turco Sabahattin Ali (1907-1948) quedó severamente truncada por el avatar político de la Turquía de antaño. Tras el último goteo del ya enfermo Imperio otomano, la República turca había emergido como formidable invento creado bajo el tesón implacable de Atatürk.

Intelectual, editor del satírico Marko Pachá y socialista convencido, Sabahattin Ali padeció la trena en dos ocasiones por criticar la deriva que había tomado el nuevo yunque republicano. Había nacido en una extinta provincia otomana, situada por entonces en la actual Bulgaria (en los márgenes de la antigua Tracia), y fue en la propia frontera búlgara donde murió asesinado supuestamente por los servicios secretos turcos.

Entre sus novelas había publicado ya Yusuf el de Kuyucak y Nuestro demonio interior, que lo situaban, como a su homólogo de letras Orhan Kemal, dentro del realismo social al turco modo. Pero es esta otra gran novela, Madona con abrigo de piel, la que desde hace unos años está contribuyendo a la restauración de su memoria y al eco viral entre lectores en las redes sociales. Este romance doloso, situado en la Europa de entreguerras (entre la capital turca en Ankara y el Berlín de la República de Weimar), ha sido el libro más vendido en Turquía en los últimos años y pide ser leído, valorado y disfrutado en otras lenguas europeas.

De la mano de Rafael Carpintero se nos vierte ahora al castellano la novela que ha causado tanto furor en el país natal del autor, el mismo por el que hace un cuarto de siglo sufrió censura y olvido cómplice. Según parece Fizil, hija del escritor, se ocupó sin desmayo para que esta obra en concreto de su padre se tradujera recientemente al inglés.

En realidad, las novelas de Sabahattin Ali fueron incluidas hace años como lectura recomendada por el Ministerio de Educación de Turquía, como matiza Carpintero. Quiere decirse que no se entiende bien que el márketing editorial fuera de Turquía de Madonna con abrigo de piel se valore como un grito coral contra las rigideces impuestas hoy por el controvertido presidente Erdogan. Se confunde tal vez la trágica biografía política del autor con la novela y el resabio amargo que ésta deja. Pero la historia, mezcla de amor, ternura y alienación, para nada remite a la situación que pueda darse en aquel noticioso país.

En cualquier caso, en lo literario poco importa lo anterior. Hay que decir bien pronto que Madona con abrigo de piel nos revela a un personaje que, acabada la lectura, nos resulta del todo conmovedor: Raif Efendi. He aquí una novela escrita como a la antigua usanza, pero que seduce desde el inicio. Se divide en tres partes. En el primer tramo asistimos al habla en presente del narrador (voz probablemente del propio Sabahattin Ali). Éste nos cuenta cómo conoce en Ankara, mientras busca empleo, a un tal Raif Hatipzade, que acaba siendo su compañero de despacho en una empresa. Nada en él induce a pensar que dentro abriga no ya un íntimo fulgor, sino una llamarada universal. Gris, envejecido, irritantemente sumiso. Los compañeros de trabajo se mofan de él. En su propio hogar no le va mejor, diluido entre la mortificante familia que forman su esposa, sus hijas y sus mezquinos maridos. Pero el anodino Raif todo lo empapa, como si la agria burla hacia sí mismo le bastara con repeler la ajena.

Poco a poco el narrador va conociendo el interior de Raif. Ausente del trabajo por enfermedad, el anodino compañero le pide que le traiga a casa las exiguas pertenencias que guarda en el despacho común. A saber: un tupper, una toallita, un tenedor y... un cuaderno de tapas negras. Es este el segundo y amplio tramo de la novela. Fechado en 1933, la historia que contiene el cuaderno se remonta al Berlín de 1922-1923. El joven pero desganado Raif fue enviado por su padre para conocer el funcionamiento de la industria jabonera de lujo a fin de implantar una fábrica propia en Turquía. El gran Berlín no le causa asombro. Deambula, ve exposiciones, lee en la pensión donde se aloja. Teme que el tedio y la amargura sean una señal de alguna falla mental. Cree que dos horas de lectura le resultan más plenas que muchos años de su vida, lo que le hace asomarse "al horrible vacío de la existencia humana".

Pero todo se altera cuando, seducido en un galería de arte por un cuadro (Autorretrato de María Puder), conoce a la propia María, pintora judía alemana y artista de variedades en el cabaret Atlantik. Ambos inician no tanto un romance como un cortejo descreído, pero que muestra la extraña afinidad de dos corazones amortizados. No obstante la felicidad, si es que la hubo, fue sólo una añagaza. La realidad acaba por imponer su ley severa.

La última parte, retomada la voz del narrador de inicio, es poco menos que un colofón de un par de páginas. Confiesa que aquel hombrecillo gris había entrado para siempre en su existencia. Diremos, por último, que en la nuestra también.

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