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Misterios y monstruos

  • Coincidiendo con el estreno de su adaptación cinematográfica, el sello Alfaguara vuelve a publicar 'La piel fría' de Albert Sánchez Piñol, una novela que se convirtió en un éxito y de múltiples lecturas

La pell freda (La piel fría), primera novela de Albert Sánchez Piñol (Barcelona, 1965), se convirtió en un pequeño fenómeno literario nada más llegar a las librerías, allá por 2002. Sin el apoyo de grandes campañas publicitarias, la novela devino uno de los éxitos más clamorosos de las letras catalanas recibiendo el premio Ojo Crítico en 2003; la buena acogida volvió a darse en su traspaso al castellano. No soy de quienes ven en la fama atisbos de injerencia divina o de justicia poética, pero diría que esta novela se merece los aplausos que ha recibido. En su éxito al menos no hay ningún misterio: La piel fría -recuperada por el sello Alfaguara- es una recia muestra de novela de género que entrelaza con habilidad elementos del relato de aventuras con otros del de terror, dejando anchuras para satisfacer inquietudes de índole muy diversa.

A propósito de La piel fría se ha mencionado a Joseph Conrad, por su combinación de hazaña física y odisea ética, y se ha hablado también de Howard P. Lovecraft, por abrir trampillas de bajada a submundos que carecen de nombre pues son anteriores a la palabra. Yo recordaría asimismo el nombre de William Hope Hodgson, un notable artífice de historias de miedo en ambientes marineros, un tanto proscrito hoy, pero no olvidado por los buenos aficionados. El protagonista de la novela es un antiguo miembro del IRA que acepta un destino como "oficial atmosférico" en una isla minúscula en algún lugar del Atlántico sur. El mismo día de su llegada descubre que en la isla hay un faro, un farero y una raza de seres anfibios no recogidos en ningún libro de zoología, aunque intuidos en miles de bestiarios de antaño, que surgen de las aguas al caer las sombras. El miedo es lícito: "Podrá juzgarse mi criterio, pero en ningún caso mi instinto: llegaba la noche y yo sabía […] que la oscuridad es el imperio de los carniceros", confiesa el narrador.

Novela de género, entralaza con habilidad elementos de aventuras y terror

En este tipo de historias es imprescindible la oportuna atmósfera de incertidumbre e inquietud. La piel fría la tiene. Sánchez Piñol la crea sirviéndose de la deriva emocional del protagonista, un personaje que vive sus primeros días en la isla entre el insomnio y el sonambulismo, el pánico y el cansancio, la lucidez y la locura, antes de acabar instalándose en el horror. En su desesperada lucha contra los monstruos, codo a codo con el hombre del faro, la historia recorre diversas etapas: del retrato de la violencia como costumbre se pasa al del esfuerzo común frente a la adversidad; no falta la descripción del instinto superior de supervivencia ni la apelación al espíritu de sacrificio; y en su recta final, en un giro narrativo no exento de dificultades, emboca espinosas reflexiones sobre lo monstruoso. Al igual que Soy leyenda (1954), la novela de Richard Matheson, La piel fría también nos pregunta si no seremos, para nuestros monstruos, tan monstruosos como lo son ellos para nosotros. El enemigo nunca es tan diferente como creemos.

En la literatura de género uno entra en busca de algo que conoce, pero también para ser sorprendido y, puesto que Albert Sánchez Piñol maneja con finura los hilos de la sugerencia, sería un error no buscar marcas ocultas en los pliegues de esta Piel fría. Llámenme malpensado, pero los interrogantes últimos que me inspira son de naturaleza política. Más allá del enunciado argumental y de su moraleja más evidente, pregunto: ¿deben entenderse las referencias al independentismo irlandés, que aparecen insistentemente a lo largo de la narración, un retrato oblicuo del independentismo catalán? Donde se lee Irlanda, ¿debiera leerse Cataluña? Y donde Inglaterra, ¿España? He aquí un misterio más, un monstruo más, en una novela plagada de ellos.

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