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Capaces y jabatos

  • Almed publica 'Héroes y villanos', un libro que recoge las semblanzas de algunos de los personajes crecidos en los tiempos más convulsos del Protectorado Español en Marruecos

Detalle de la portada del volumen.

Detalle de la portada del volumen.

Hay territorios y tiempos aliados para hacer historia, un paridero de personajes que en cualquier otra circunstancia hubiesen pasado desapercibidos: para su bien y el de los demás, o al contrario. Quién sabe. El Protectorado de España en Marruecos es uno de estos crisoles de nombres que pasarían a la historia en un momento muy delicado, en el que en España se cruzaron los vientos enfrentados que recorrían Europa con un enfrentamiento antiguo dentro del propio país: ese fue la Guerra Civil. No es casual que el golpe del 18 de julio se iniciase en África y que desde esos mismos territorios avanzase el ejército que llevaría a Franco a ganar esta guerra fratricida después de tres años de combates. El abogado ceutí José María Campos rescata para la editorial Almed una semblanza, una crónica periodística construida a base de personajes, lugares y batallas, del Protectorado y de la guerra que se libró en esta zona de Marruecos entre los años 1912 y 1927.

Campos ha escrito ya sobre este territorio, que va desde las estribaciones del Rif en el Mediterráneo hasta la costa atlántica, sorteando Tánger, que se quedó como ciudad internacional, aunque muy influenciada por Francia. Ha escrito en profusión, pero lo que hace en Héroes y villanos es utilizar nuevas historias que le han ido llegando después de sus investigaciones. Franco, Primo de Rivera, Silvestre, Sanjurjo… La lista es larga, para los militares españoles, para quienes serían los africanistas, la llamada guerra de África o de Marruecos se convirtió en un escenario real de batalla donde se podían conseguir los ascensos de escalafón y la gloria heroica, aunque para ello no siempre se utilizasen medios confesables. Fue en este Marruecos, y, en concreto, en Annual, donde se desató una tragedia humana y una vergüenza militar que finalizaría con la dictablanda de Primo de Rivera y, a consecuencia de esto, el descrédito de Alfonso XIII y su salida de España. Juan Picasso, uno de los personajes relatados, fue el instructor del informe de lo sucedido, el llamado informe Picasso reveló toda una sarta de despropósitos, deslealtades, cuando no cobardía. El pobre de Picasso encontró en el soldado Arenzana un héroe con el que intentar mitigar tanta vergüenza. El hombre resistió semanas en un pozo, hizo frente a los rifeños y logró salir de aquellas montañas en dirección a la parte francesa. El héroe estaba en los periódicos, la Laureada ya llegaba, pero uno de sus compañeros hubo de relatar, después, que en realidad el tal Arenzana había pagado a un jefecillo unas pesetas para comprar su seguridad.

En contra de lo que pudiera creerse, no todos los militares africanistas fueron sublevados en los ejércitos de Franco. Batet, por ejemplo, que venía de Cuba, estuvo junto a Picasso en la redacción del informe, y sería fusilado después de que no alzase a Cataluña contra la Segunda República. José María Campos recoge las semblanzas del general Núñez de Prado, fusilado en Pamplona en julio de 1936 por los nacionales, y del general Osvaldo Capaz, asesinado por anarquistas en Madrid en el mismo año después de que saliese de Ceuta con una intención que es una incógnita. Capaz fue un africanista muy pegado al terreno, empático con los rifeños, líder de algunas conquistas donde apenas se pegó un tiro. Todo lo contrario que los llamados jabatos, militares temerarios dispuestos a jugar con la muerte, de ellos y de los otros.

Capaz enfermó poco antes del 18 de julio de 1936. El informe médico, que se recoge en el libro, muestra a un hombre al que el estrés se le ha somatizado, no se sabe si porque ya conocía lo que se venía. Indeciso y enfermo, solicitó un traslado a Madrid, bien para curarse, bien para no tomar parte activa en el golpe. El caso es que en Madrid fue reconocido, apresado en la Modelo y sacado un día por anarquistas incontrolados. Otro militar africanista, el general Núñez de Prado, se puso a favor de la república, alcanzó altas responsabilidades e iniciada la Guerra voló hasta Zaragoza para apresar a Cabanellas. El fusilado fue él.

Héroes y villanos no es un libro sobre militares, hay pintores y algunas personalidades que llegaron a protagonizar grandes casos en la España de entonces. Carmen Úbeda, por ejemplo, una joven melillense que trabajaba en la Relojería Alemana y que sus padres quisieron poner a salvo en un centro minero, La Alicantina, lejos de unos amoríos no deseados por ellos. La joven cayó prisionera después del Desastre de Annual y fue llevada a Axdir, donde hubo medio millar de cautivos en manos de los soldados de Abdelkrim. Mancillada, su relato llenó las páginas de los periódicos de los años 20.

España comenzó su protectorado en Marruecos en 1912, a la vez que Francia, aunque a nuestro país le tocó, por así decirlo, una zona menos fértil, montañosa y, desde luego, mucho más belicosa que las llanuras del centro magrebí. Desde el principio tuvo que batallar en dos frentes, en el Atlántico y en el Rif, hasta que, después de Annual y de la reacción en el Desembarco de Alhucemas, pacificó la zona. Después vendrían 29 años de una paz más sugerente, propia ya de un siglo XX entrado en sus laberintos, y que finalizarían con la independencia total de Marruecos.

Portada de'Héroes y villanos', editado por Almed.

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