De libros

Aguas revueltas

A veces las historias más trilladas, las más vistas, son las mejores. Un adolescente de 15 años se enamora loca y perdidamente, como manda el tópico, de una chica algo mayor que él en el largo verano de 1963. Como también parece obligado, la chica juega a entretenerlo, le da largas, hace que se fije en otra chica que, ésta sí, bebe los vientos por el chaval, consiguiendo así enamorarlo aún más. La primera juega con él porque quiere pasar todo el tiempo posible cerca del verdadero objeto de su amor: el padre del chico. La historia se habrá contado, en literatura, en cine, cientos de veces. Pero este libro tiene la rara virtud de hacerlo con una delicadeza, una luz, que enamora al lector.

Agua salada es sobre todo una novela de personajes. El adolescente Michael, su enamorada Zina, su padre Peter, las madres de los dos primeros, la joven Melissa, que está loca por un Michael que apenas le presta atención, son personajes creíbles. Con sus secretos, sus misterios, sus cicatrices los mayores, sus ilusiones los jóvenes. Los personajes femeninos tienen un trazo magistral, con la encantadora Zina, una especie de Lolita veinteañera que magnetiza, a la cabeza. Y también el verano y el mar se convierten en personajes casi tangibles. Esa mar donde el joven nada y sale a pescar con su padre en un barquito, del que ya al final de la historia cae el padre, y muere, sólo horas después de que su hijo haya descubierto que es a su padre a quien esperaba su enamorada cuando la busca para declararle su amor.

Charles Simmons (Nueva York, 1924) era un escritor no traducido al español hasta este libro. Según su biografía es poco prolífico. Desde luego si el resto de su obra está al nivel de esta deliciosa novela, que ya desde su primera y memorable frase ("En el verano de 1963 yo me enamoré y mi padre se ahogó") atrapa al lector, habrá que ir pidiendo que se traduzca cuanto antes.

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