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Detalles para creer o echarse a llorar

  • El Córdoba se deja dos nuevos puntos en casa tras perder una ventaja de dos goles conseguida en una notable primera mitad en un segundo acto de claro color visitante

  • La permanencia se mantiene a seis puntos

Guardiola se topa con Alberto García en un mano a mano durante el primer tiempo, con el cordobés Dorado siguiendo la jugada en la distancia.

Guardiola se topa con Alberto García en un mano a mano durante el primer tiempo, con el cordobés Dorado siguiendo la jugada en la distancia. / fotos: álex gallegos

Si José Miguel Garrido o cualquier otro interesado en comprar el Córdoba vio el duelo ante el Rayo puede hacer dos cosas, las mismas que cualquier cordobesista ha hecho desde el pitido final: quedarse con la notable primera mitad del equipo, de lo mejor de la temporada en intensidad y trato al balón -y también con numerosos espacios en defensa-, y creer que la salvación es posible aunque se vea a seis puntos; o echarse a llorar con el desmoronamiento progresivo tras el descanso que se tradujo otra vez en la pérdida de dos goles de ventaja y dos puntos vitales que alargan a diez los partidos sin victoria y dañan aún más si cabe la moral de un grupo reactivado con la llegada al banquillo de Jorge Romero. Hay detalles para elegir uno u otro camino, o para quedarse en la mitad, y mantener ilusión viendo el frente común de la afición en torno a la propiedad y el paso al frente dado por la plantilla, que dio todo y más para tratar de cambiar una dinámica que sigue torcida por culpa de los groseros fallos defensivos. Y eso, como se ha visto desde el inicio del curso, sólo se puede cambiar con fichajes en el mercado de invierno, pues todos los zagueros posibles han tenido ya su oportunidad sin poner remedio al mal.

Para su debut, Jorge apostó por un 4-1-4-1 con Javi Lara y Caballero unos metros por delante de Edu Ramos, con libertad de acción y capacidad para tener la pelota, y buscar los desmarques de ruptura de Jovanovic o Guardiola. Con esas armas y una presión más adelantada -no ordenada- que en tiempos recientes, el Córdoba ofreció un punto de intensidad sin pelota que se le echaba en falta viendo su posición en la tabla, y fue capaz de volver a disfrutar con la posesión, concepto clave en la filosofía del nuevo técnico. Sin embargo, el Rayo demostró por qué vive en play off, conectando bien por dentro y sacando jugo a los espacios para dibujar en su salida un partido de ida y vuelta que ofreció las oportunidades iniciales a Guardiola, tras una mala entrega de Álex Moreno que salvó Velázquez en la línea de meta, y Embarba, que encontró la respuesta en los puños de Pawel.

Esa situación de descontrol, con imprecisiones en los pases, dio poco a poco paso a un dominio local. Con los interiores encontrando posiciones ventajosas, la velocidad de los hombres de arriba permitió a Guardiola tener otra ocasión clarísima tras una dejada de Jovanovic, pero Alberto reaccionó a tiempo. Igual que Pawel, que tuvo que esforzarse para rechazar un disparo de Unai tras una buena internada de Embarba, ya con Vallejo cerrando la retaguardia por la lesión de Joao Afonso, en una de las últimas aproximaciones rayistas antes del intermedio. Porque a raíz del ecuador del primer acto, el Córdoba fue mejor, sobre todo tras adelantarse con un tanto de Caro tras el enésimo córner botado por Lara. Un golpe que el Rayo acusó, agarrándose al buen hacer de Alberto -ganó un mano a mano a Guardiola- para no quedar aniquilado. Algo que pareció diez minutos después tras otra conexión Lara-Caro a balón parado que no cazó Álex Moreno.

La ventaja, lejos de traducirse en relajación, sirvió para soltar aún más al CCF. Con el balón en su poder y capacidad de contemporizar, la confianza fue en aumento de la mano de la concentración, tantas veces echada en falta y que se reflejó a la perfección en un repliegue de hasta seis hombres para abortar una contra de tres jugadores rayistas que partían en clara ventaja. Fue la antesala del intermedio, al que se llegó con una nueva aparición de Pawel ante Unai López,

Sin embargo, todas las buenas sensaciones que los blanquiverdes habían dejado se fueron difuminando en la reanudación. El movimiento táctico de Míchel, al pasar del 4-1-4-1 al 4-2-3-1 con Chori dejando la referencia a Javi Guerra para jugar más suelto entre líneas y Joni Montiel agitando el ataque, resultó letal para la suerte de un equipo que empezó a centrarse en defender su botín ante la cada vez más acuciada dificultad para salir con claridad. Porque ese paso adelante visitante nubló a Javi Lara y Caballero, y la falta de frescura de los extremos y Guardiola hizo el resto. Jorge trató de minimizar los daños cambiando de banda a Galán y Jovanovic, antes de retirar al serbio para dar minutos a un Jaime que tiró otra oportunidad por su tendencia al individualismo.

Con el estadio subiendo los decibelios de sus protestas contra la propiedad, la pizarra metió de lleno en el partido al Rayo cuando una peinada de Velázquez se coló en la meta de un Pawel fuera de sitio. El sufrimiento aumentó de manera notable desde ese momento, con el equipo inmerso en la indeterminación de siempre, dudando entre tratar de recuperar hechuras pese a la falta de físico o meterse atrás. Ahí seguro que Jorge Romero echó en falta un mediocampista de oficio y brega en el banquillo, pero no lo tenía, y la opción de meter a Jona resultó otro fiasco.

El Rayo siguió ganando metros, asustando de nuevo en otro balón parado que Álex Moreno no supo mandar a la red con todo a su favor, hasta que una triangulación larga en la banda izquierda descolgó antes de tiempo a Javi Galán y dio opción a que el Chori la pusiera para que Javi Guerra cabeceara el empate en el área chica. Quien más y quien menos lo estaba viendo venir, sobre todo temiendo lo que al final pasó: un error atrás que vuelve a costar dos puntos.

Pero es lo que hay y sobre lo que hay que construir el futuro próximo del club a la espera de una reconstrucción tan necesaria que no se puede disimular con la pintura que ayer tapó las calvas de El Arcángel, la casa de un cordobesismo dispuesto a despertar para luchar por la salvación de lo que considera suyo. Sólo falta que la mejor imagen del equipo se traduzca en un triunfo que refuerce ese anhelo.

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