Córdoba

Cuando la vida es una meta

  • El esfuerzo y la constancia son los pilares en los que se sustenta el día a día de las personas que, ya sea por un accidente o por ausencia congénita, carecen de algún miembro de su cuerpo

Retos diarios, trabajo, constancia y sobre todo mucho afán de superación son los elementos en los que se basan las vidas de las personas que, ya sea por un accidente o por una ausencia congénita, carecen de algún miembro de su cuerpo. El esfuerzo por hacer una vida normal se convierte en un salto de obstáculos en el que la fuerza de voluntad juega un papel esencial. Cada día es una aventura, cada día es una meta, cada día es un regalo para aprender, mejorar y avanzar en un mundo que, aún viviendo en el siglo XXI, no siempre está preparado para ellos. Y, sobre todo, con una sociedad que tiene adoración a la perfección estética.

Uno de esos ejemplos de superación diaria es Lucía González, una joven de 14 años que nació con un miembro menos, el antebrazo y mano derecha, algo que no le ha impedido llevar su vida con absoluta normalidad. Su madre, Lola Alcázar, explica que cuando su hija llegó al mundo "fue una sorpresa muy grande" porque no lo habían percibido en ninguna prueba durante el embarazo. La conclusión a la que llegaron los médicos es que estando en el vientre materno una brida se enrolló por debajo del codo y paralizó el desarrollo del brazo.

"No me veo para nada una discapacitada, me siento una niña normal", asegura Lucía

Sus padres lo pasaron mal al principio porque no sabían lo que Lucía iba a ser capaz de hacer por sí sola. Pero eso cambió pronto: con tres meses se arrastraba, con dos años se balanceaba sola en los columpios y con cinco ya montaba en bici (ahora lo hace tanto con prótesis como sin ella). Aprendió a nadar sola de muy pequeña y también sabe saltar a la comba. "Es muy habilidosa y rápida", apunta Lola, y recuerda que conforme crecía "vimos que lo hacía todo sola: ponerse el pantalón, peinarse, vestirse, abrocharse los cordones de los zapatos... Y no quiere ayuda".

Lucía es muy competitiva y cada vez que se propone un objetivo, lo logra. "Su vida es una meta constantemente desde que era pequeña, y lo consigue todo", algo que le ocurre tanto en el deporte como en el colegio, señala su madre. Empezó a ir a natación pero "como vieron que le faltaba un miembro, el primer día la pusieron con los que no sabían nadar". Sin embargo, cuando los monitores vieron cómo se desenvolvía, "la cambiaron de grupo". Entonces la vio la que ahora es su segunda entrenadora, que pertenece al Club Fidias, y se interesó por ella. Tardó un año en ir a hacer la prueba de acceso y el primer día ya se quedó en el entrenamiento. Así, ha sido subcampeona de España tres veces y la ha fichado el equipo AXA de promesas paralímpicas de natación, lo que también era una de sus metas.

Cuando nació la enviaron por protocolo a Rehabilitación del Hospital Reina Sofía y con dos meses le pusieron su primera prótesis para que su cerebro se fuese adaptando a ella. La que lleva ahora funciona a través de las órdenes que el cerebro manda hasta unos sensores que lleva conectados en el brazo.

A pesar de ello, a Lucía no le gusta ponérsela porque "me siento normal con mi muñón solo, y no me veo para nada una discapacitada; me siento una niña normal, soy así, igual que el que nace con los ojos azules". Según su experiencia, "la discapacidad es un método de superación: si quieres, lo consigues".

Además, manifiesta que "si me diesen la oportunidad de tener los dos brazos, no lo aceptaría porque sino sería igual que todo el mundo y eso es muy aburrido, no tendría ese interés por superarme cada día, aunque sea haciéndome dos trenzas".

El mayor temor de sus padres era la aceptación de los demás por el aspecto estético "pero nos da igual, y a ella también". Sí le molesta que la miren o le pregunten varias veces por su mano, aunque su madre le ha enseñado que explique que nació así y que no la esconda nunca. "Tú eres así y así te queremos, nunca te hemos tapado y eres nuestro orgullo", le dice.

Lucía -que quiere ser profesora de Educación Física- nunca ha tenido límites, es más, desde pequeña tiene prohibido decir en casa "no puedo hacerlo". Por eso, no hay nada que se le resista a esta joven: "a lo mejor me cuesta más hacerlo, tardo más tiempo en conseguirlo, pero si me lo propongo lo puedo lograr todo. Tengo retos desde que me levanto hasta que me acuesto", asegura.

Otra historia de superación es la de Manuel Castilla, nieto e hijo de bombero y que, "con mucho trabajo", sacó su oposición en 1993 y entró como plantilla en el parque de la avenida de los Custodios en 1997. El 28 de octubre del año 2000, con 30 años, sufrió un accidente de moto en la Cuesta del Espino: se precipitó con su moto contra el quitamiedos y lo siguiente que recuerda es despertarse en el Reina Sofía. Estaba en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y no era consciente del alcance del accidente ni se había dado cuenta de que le faltaba una pierna. Lo hizo poco antes de pasar a planta. El 8 de marzo de 2001 le tomaron medida para el molde de su primera prótesis y en Rehabilitación recuperó la masa muscular que había perdido.

Lejos de resignarse, Manuel tenía claro que "si podía echar una mano en el parque de bomberos para lo que fuera, estaría encantado". En septiembre pasó el tribunal médico, donde llegó pidiendo el alta con informes de sus jefes y un escrito de todos sus compañeros apoyando que volviera para un puesto en el que pudiera desarrollar su labor, como era la centralita, recibiendo llamadas, planificando y sirviendo de enlace. Incluso se quería incorporar el mismo día al trabajo pero el médico le dijo "que no fuese tan rápido".

Cuando regresó al parque "me estaban esperando todos con los brazos abiertos". Al principio, a veces los compañeros lo llevaban a servicios donde realmente no había peligro pero él lo pasaba mal porque quería salir del camión y formar parte del operativo de forma activa. Pero Manuel sabía que no podía meterse en un siniestro por si su prótesis "no respondía" y ponía en peligro a su compañero. Ahora sigue en la centralita y de vez en cuando, cuando salen de prácticas al patio o a algunas revisiones, los acompaña y se queda en un puesto de no intervención.

Este bombero hace una vida "lo más normal posible" y lo que lleva peor es no poder correr, pero sí conduce una moto, coge su bicicleta, la baja cinco plantas a pulso e incluso se ha subido al tejado de su casa cuando ha tenido que cambiar el cable de la antena de televisión.

Por su experiencia y su fortaleza para salir adelante tras su amputación, Manuel ha ido varias veces al Reina Sofía para dar ánimos a personas que se encuentran en esa situación y necesitan escuchar una historia de superación como la suya.

Un accidente de moto también supuso un cambio en la vida de Antonio Granados. Fue en diciembre de 1995, cuando tenía 15 años y, aunque intentaron salvarle la pierna, finalmente se la tuvieron que amputar. A finales de enero de 1996 empezó la rehabilitación en el Hospital Reina Sofía. "Con 15 años te pilla en una etapa de la vida en la que ni eres niño ni eres hombre y los primeros meses fue todo muy doloroso no sólo física, sino también psicológicamente", explica, "porque que te levantes de un día para otro y veas que no tienes una pierna... Eso me costó muchísimo asimilarlo", confiesa. Aunque lo hizo pronto; de hecho en marzo de 1996 le pidió a su padre que le comprara otra moto.

Debido a su accidente, tuvo que dejar el instituto unos meses y se incorporó prácticamente para los exámenes del segundo trimestre. Estudió por su cuenta para ponerse al día con apuntes que le pasaban sus compañeros y recuperó todas las asignaturas. Cuando acabó el instituto, siguió formándose y, a través de bolsas para personas con discapacidad, entró en Vimcorsa y luego en la Diputación, hasta que aprobó las oposiciones. Ahora es funcionario de carrera del Ayuntamiento de La Carlota, municipio del que es alcalde desde enero de 2015.

Antonio, que ahora tiene 37 años, asegura que ha "alcanzado muchísimas metas a nivel personal". Por ejemplo, durante un tiempo participó en campeonatos de levantamiento de peso de halterofilia adaptada "de la mano de un gran amigo mío a fecha de hoy, Domingo García". Fue dos años al campeonato de Andalucía -donde quedó campeón en su categoría- y de España -subcampeón-. Luego se preparó a nivel de fisicoculturismo para personas con discapacidad, algo que "era más sacrificado todavía".

Su pasión por el "mundo de las pesas", que se inició durante su proceso de rehabilitación, ha hecho que siga vinculado al gimnasio, aunque "no le dedico lo que me gustaría" porque el Ayuntamiento le ocupa muchas horas. Hace un año se propuso con su hijo mayor volver a montar en bicicleta después de más de 20 sin cogerla: empezó con siete kilómetros y ya va por 40. La usa sin prótesis y asegura que hacer esa distancia con una sola pierna "no es fácil".

Antonio confiesa que siempre que se ha propuesto una meta, "tanto a nivel personal como profesional, la he conseguido", y asevera que "en la vida no hay nada que no puedas lograr, todo depende de la voluntad y la constancia que pongas".

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