Córdoba

A la sombra de un pintor

  • Francisca Pellicer. Siempre en un segundo plano, se casó con Julio Romero de Torres, estuvo muy vinculada a la cultura y recibió la Medalla de Oro de la ciudad a título póstumo

Hija del ingeniero de minas e interventor de la Sociedad Carbonera Española de Belmez y Espiel, Apolinar María Pellicer Pérez y de Amalia López Rodríguez, Francisca Pellicer López nació en Belmez el 19 de octubre de 1880, justo ocho años antes de que viniera al mundo su hermano, Julio Pellicer, (escritor, poeta y dramaturgo). Tras la muerte de sus padres, los hermanos se trasladaron desde la localidad guadiateña de Belmez a Córdoba, a casa de unos familiares que habitaban en la calle Grajea, cercana al Potro. La vecindad y la amistad que unía a su hermano con la familia Romero de Torres hicieron que Francisca Pellicer conociera pronto al genial pintor, Julio Romero de Torres.

Después de un breve período como novios, el 30 de octubre de 1899, Paca -como la llamaba Ramón María del Valle Inclán- contrajo matrimonio a los 19 años con Julio, cinco mayor que ella. Un día antes, el 29 de octubre, había nacido su primer hijo, Rafael, al que siguieron en muy corto plazo de tiempo Amalia y María Romero de Torres Pellicer. El matrimonio se incorpora así a la numerosa familia que vivía en la casa de la plaza del Potro, en donde Rosario de Torres Delgado, ya viuda de Rafael Romero Barros desde 1895, ejercía un fuerte matriarcado sobre el clan Romero de Torres.

Salvo las manos, presentes en buena parte de la obra de Julio Romero, pocas veces posó Francisca Pellicer para su marido. Sí lo hizo en 1900 a juicio de José María Palencia Cerezo, conservador del Museo de Bellas Artes, en las obras del pintor La siesta y Pereza andaluza, así como para ilustrar la portada del libro de su hermano A la sombra de la Mezquita, en 1902. En el año 1917 lo haría otra mujer de la familia, su hija Amalia, recostada en el suelo en el cuadro Alegrías. Posó como modelo para su marido en varias de sus primeras obras y, así lo atestiguan algunas fotografías. De hecho, en Mal de amores (fue pintada en 1905) aparece representada como protagonista de la obra. La pieza, que se inserta en los primeros momentos de creación, antes del viaje a Italia, toma como escenario la casa familiar del pintor en la cordobesa plaza del Potro y muestra un estudio del amor y de la mujer a través del tiempo: la niña (una sobrina de Julio) dormita ajena a esa pasión; la mirada de la anciana (una criada de la casa) acusa una vida de experiencias que ya pasaron y, la joven, finalmente, refleja en su rostro la angustia interna que la consume. En este periodo está estudiando el simbolismo francés, pasaba una crisis de identidad en cuanto a la dirección y estilo personal en el que pintar y eran frecuentes las ausencias del domicilio pasando largas temporadas en Madrid, aprovechando esas estancias para intensificar su vinculación con intelectuales como Valle Inclán y Manuel Machado.

Pero volviendo a la vida de esta mujer singular de Córdoba, Rafael Gago Jiménez decía de Francisca Pellicer en la Postal del Día que "fue la esposa, la compañera de su vida luminosa que consagró sus mejores afanes a identificarse a Córdoba y a seguir paralelos senderos en la exaltación de sus paisaje y de su belleza, por los caminos del arte. Baja el sepulcro, envuelta en la aureola de gratitud de nuestro pueblo, y de la admiración como ejemplo de virtudes, en una vida en la que hizo gala de su sencillez y modestia".

Y es que siempre estuvo en la penumbra. Acompañó al gran artista en sus triunfos de una forma escondida. Se dedicó en cuerpo y alma a sus hijos facilitándoles todos los medios para que tuvieran una buena educación humanística y artística. Fue tía del pintor Rafael Pellicer Galeote. Siempre permaneció en la casa familiar junto a ellos, incluso cuando el pintor se trasladó a vivir a Madrid en 1915.

En julio de 1930, sólo unos meses después de la muerte de Julio, a la generosidad de Francisca Pellicer y a la de sus tres hijos se debe la conservación y posterior donación a la ciudad de 73 cuadros, que fueron el germen patrimonial del actual Museo Julio Romero de Torres, inaugurado el 23 de noviembre de 1931; a aquella cita asistió el presidente de la República, el prieguense Niceto Alcalá Zamora. La ciudad los distinguió en los años setenta y a Francisca Pellicer a título póstumo, con la Medalla de Oro de Córdoba, donde falleció el 20 de julio de 1966.

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