Cordobeses en la historia

El genio de la música que encandiló a media Europa y veneró a Córdoba

  • Cipriano Martínez Rücker nació entre partituras, aprendió a interpretarlas y a escribirlas casi a la par, y entusiasmó a los grandes maestros de dentro y fuera de la España de entre siglos

A principios del siglo XVIII el compositor y director de ópera austriaco Enmanuel Rücker llegó a la ciudad de Cádiz, puerto del que ya no quiso zarpar. Allí estaban afincados los padres de José Carlos Martínez Pujales, cuya carrera musical costearon en París. Al unirse éste a Carmen, nieta de Enmanuel, fusionaron un extraordinario patrimonio, la sensibilidad por las artes musicales y algunas casonas en Cádiz y Córdoba. En esta última y en la calle de los Carniceros número 4, nació el 20 de diciembre de 1861 Cipriano Martínez Rücker.

De la casa y la calle que llevan hoy su nombre, se fueron a la de Manríquez, tras el fallecimiento de Carmen Rücker, un año después de nacer Cipriano, según María F. Árgueda Carmona autora de la tesis sobre la Vida y Obra del Compositor. El niño estuvo "durante mucho tiempo al cuidado de su abuela y su padre" de quien recibió sus primeras clases. En torno a los 7 años, compuso su primera marcha fúnebre a su cotorra muerta y con 10, asombraba ya por su dominio del piano.

José Carlos Martínez, empresario del teatro San Fernando, le buscó en la ciudad hispalense al primer profesor de armonía y composición en la persona de Silverio López de Uría, y en aquel teatro estrenó Cipriano la primera zarzuela, a los 11 años, titulada Quítese usted la ropa. El 11 de abril de 1874 lo hacía en el Gran Teatro de Córdoba, y ese verano en el Príncipe Alfonso de Madrid; escenarios, salvo el cordobés, propiedad del padre.

El niño se fue formando también en Historia del Arte, Literatura, Pintura e Idiomas. Hablaba y escribía perfectamente en francés e italiano y se introdujo en las lenguas alemana e inglesa. Un segundo matrimonio del padre con una profesora del Conservatorio de Lisboa, los lleva al país vecino, donde nacen tres niñas más. En 1884 el muchacho solicita una beca de la Diputación Provincial cordobesa tras haber pasado por el Conservatorio de Música y Declamación de Madrid. Considera su biógrafa "que con motivo de la beca marcha a Italia donde completa su educación musical con el didáctico Franchini" y que estuvo en Francia, supone, antes de casarse en 1888. Ya había regresado a Córdoba con 24 años y comenzado la época "más fructífera de su vida respecto a la composición; paralelamente impartía clases de música a numerosas jóvenes de la alta sociedad cordobesa". Entre ellas estaba Elena Ariza Pérez, de quien asegura su nieto, el poeta Julio Aumente, era "muy bella y bien plantada", y muy joven, razón por la que debieron esperar hasta cumplir ella 20 años. Se unieron en la capilla del Sagrario y se instalaron en el antiguo monasterio de los Basilios, junto a la Puerta de Sevilla. Él impartía clases y organizaba grandes veladas musicales, auspiciadas por su ya mermada fortuna, más decrecida con la llegada de los 12 hijos. En el año 1900 se trasladan a la Puerta de Almodóvar, posiblemente a la casa de arquitectura oriental del callejón de Fernández Ruano, convertida hoy en hotel. Allí siguieron los encuentros musicales y el declive económico, que les hace recalar en Horno del Cristo. Entre 1904 y 1905 abren la primera tienda de música de Córdoba regentada por Elena y publicitada en la prensa junto a los Chocolates Demetrio Cabrera, los Purgantes Mediana de Aragón y los remedios contra la tos ferina y la tisis, que mató a una de sus hijas y antes a Carmen Rücker. En 1902 había solicitado su ingreso como profesor de armonía en la Escuela Provincial de Música, que llegó a dirigir con un sueldo anual de 1.500 pesetas.

Coinciden Árgueda y Moreno Calderón entre otros, en lo excepcional de su talento que entusiasma a grandes maestros como Bretón, Albéniz, Sarasate o Granados, amantes de sus partituras. De entre todos, su amigo Enrique Granados no cesaría de aconsejarle que se marchara a América, donde a su juicio cosecharía los mismos triunfos que en España, Francia, Italia, Alemania o Portugal. Pero él siguió aferrado a Córdoba y ofreciendo su talento a esta ciudad, utilizando influencias personales para su gran sueño: el Conservatorio de Música de Córdoba, que curiosamente no lleva su nombre.

Cuando murió, el 16 de julio de 1924, los cronistas cordobeses volcaron su admiración, dolor o rabia en la prensa: Recordaron sus sillones en las Academias de Madrid, Sevilla y Córdoba; en el Instituto Musical de una decena de ciudades europeas y sus múltiples condecoraciones. Montis ensalzaba la modestia que le impidió "brillar como otros muchos de menos inspiración". Un columnista anónimo de La Voz se entristecía por "la enfermedad invencible y traidora" que terminó con aquel hombre "sencillo como un niño, modesto hasta la exageración", concluyendo en que "si hubiera sido forastero se le habría tributado más solemne homenaje. Pero nada de esto se hizo acaso porque Martínez Rücker moría en Córdoba. Ser cordobés es un honor supremo…, pero es una desventaja para los hombres que alcanzan la gloria, porque nuestros compatriotas son demasiados parcos en tributar honores, tardos y fríos". Al día siguiente lo enterraron en el cementerio de la Salud, y el mismo columnista se congratulaba del acto de homenaje, artístico, oficial y popular que supuso su entierro.

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