Córdoba

La maestra fiel a su ideario

  • Laura Contreras Fernández fue conocida como la segunda Pasionaria por su compromiso con las ideas republicanas y del Partido Comunista, al que permaneció ligada toda su vida

La maestra fiel a su ideario

La maestra fiel a su ideario

Laura Antonia Emiliana Contreras Fernández nació en Villaviciosa el 30 de junio de 1908 en el seno de una familia de clase media. Su padre, Julián Contreras Muñoz, era veterinario; su madre era Rosa Fernández Carretero, cuya belleza sólo era comparable a su bondad. De dicha unión nacieron Concha, Laura, Micaela, Dorotea, Carmen, Asunción, Juan y Rodrigo, impregnándose de la sencillez que hacía de la familia seres de modales y actitudes excepcionales. Laura obtuvo el título de maestra de Primera Enseñanza en la Escuela Normal de Córdoba a los 23 años.

Aprobadas las oposiciones al Cuerpo de Magisterio, su primer destino como maestra propietaria fue en Fuente Tójar durante el curso escolar 1934-1935. Dejó una honda huella donde ejerció, pero especialmente en Fuente Tójar, que la hizo suya en el libro Mujeres Cordobesas, por su contribución al patrimonio. En él, dice el cronista Leiva Briones que los niños adoraban a doña Laura, la amante de la República "que no permitía que a las niñas ricas les llevaran los bocadillos sus criadas a la escuela", por la sencilla razón de que otras pasaban hambre. Era menuda y garbosa andando, tenía mucho carácter y eliminó la asignatura de Religión de sus clases. Cuenta también que sus pupilas no olvidaron sus canciones, a pesar de silenciarlas a partir de 1936.

El curso siguiente ejerció en su localidad natal, donde le cogió la Guerra Civil en el verano del 36. Allí había dejado ya la fama de activista política que le valdría el alias de la "segunda Pasionaria", presente en la memoria de los más viejos que, todavía en los años 80, la recordaban entre banderas negras y rojas alzando la tricolor de la República por las calles de Villaviciosa; posiblemente influida por aquel 12 de abril que marcara en Córdoba la llegada de Jaén Morente, acompañado de Ruiz-Maya, al Gobierno Civil el día 14, y la manifestación masiva en la que participó la Escuela de Magisterio, de la que aún era alumna.

Comenzada la contienda se vio obligada por razones políticas a marchar a Villanueva de Córdoba. Allí pasó el resto de la guerra, dedicándose a la enseñanza en una escuela de alfabetización por las noches y, durante el día, junto a otras mujeres de la localidad, suplía a los hombres en las labores del campo, por encontrarse éstos en el frente. En este municipio le llegó la noticia de la muerte de su padre a manos de las tropas franquistas y Laura se afilió en el Partido Comunista de España. Al finalizar la guerra se la confinó en su pueblo durante un año con la obligación de presentarse a diario en la Comandancia de la Guardia Civil de Villaviciosa. Al año siguiente fue conducida a la cárcel de Córdoba, donde permaneció tres años y, posteriormente, la trasladaron a la cárcel de mujeres de Ventas (Madrid), donde la expedientaron. La ausencia de delitos de sangre propició su excarcelación, pero se le prohibió volver a su pueblo.

Desterrada a la capital de España, siguió trabajando en la clandestinidad en pos de las libertades hasta que fue descubierta. Huyó a Barcelona, donde trabajó de institutriz con un importante político catalán, dedicándose altruistamente también a dar clases y cursos a las prostitutas y a las presas. Allí conoció al que sería su marido: Antonio Lizaga Miguel, aviador republicano condenado a siete años de cárcel y destituido de su profesión hasta 1979, y con el que tuvo a su única hija, Laura. En 1948, el matrimonio se exilió a Francia a través de los Pirineos, trayecto que hicieron a pie. En el país vecino permanecieron dos décadas. Retornaron a España, pero su esposo tuvo que expatriarse de nuevo hasta 1975, año que volvió gracias a la primera Amnistía Real tras la muerte del dictador en noviembre de ese año. Laura no pudo ejercer su profesión hasta 1976, una vez restaurada la democracia.

En los primeros comicios municipales democráticos que tuvieron lugar en el país, se presentó en Villaviciosa siendo elegida teniente de alcalde de Urbanismo por el Partido Comunista en 1979.

Laura se jubiló a los 74 años. Los últimos años de su vida los pasó en Madrid en casa de su hija Laura Lizaga. Murió en el umbral de un siglo de existencia.

El amor que a Laura le tenían en Fuente Tójar quedó demostrado cuando, en 1979, con ocasión de un mitin que dio en el pueblo en la plaza de La Fuente apoyando a la candidatura del Partido Comunista a la Alcaldía, al terminar su exposición, hombres y mujeres se le acercaron, algunas con las lágrimas en los ojos a abrazarla. Gesto que Laura correspondió añadiendo que el recuerdo que conservaba de Fuente Tójar era imborrable y, ante los micrófonos, fue relatando cómo fue su vida en el pueblo desde que llegó desde Villaviciosa junto a su hermana. Aún recordaba el nombre de muchas de sus alumnas y, señalando a una de las casas que tenía frente dijo: "Ahí, querido pueblo de Fuente Tójar, ahí tuve mi primera escuela". Gracias, doña Laura, por el deber cumplido.

Era menuda y garbosa andando, tenía mucho carácter, trataba a todas las escolares por igual, y ejercía mucha autoridad a la hora de dar clase. Su apuesta por la Escuela Libre de Enseñanza chocó con los viejos poderes y encandiló a la nueva savia de docentes. Fue una gran maestra.

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