Córdoba

Una larga espera entre la ilusión y el desconocimiento

  • Los propietarios de los Patios aguardan el reconocimiento de las Naciones Unidas preparando las plantas para primavera.

En el número 9 de Martín de Roa, en San Basilio, los inquilino son reticentes a que los visitantes lleguen fuera de temporada: "Esto no está presentable para salir en ningún sitio", dice una vecina asomada a una ventana mientras señala un muro encalado del que cuelga una cascada de gitanillas mustias. Ni el otoño ni el invierno, claro están, son las estaciones óptimas para el lucimiento de los Patios, y por eso sus vecinos -que en mayo no dudan en abrir  las puertas de sus casas de par en par- se muestran rehacios a visitantes inesperados.

Diciembre es la época para podar las plantas y preparar esquejes, para sustituir macetas y que estén a punto en la primavera, señala María Torres, una inquilina que llegó a la casa patio de Martín de Roa a principios de la década de los 70. "Todo esto da más trabajo que beneficios", reflexiona ante el examen inminente de la candidatura de la Fiesta de los Patios como Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad por parte de la Unesco.

Los inquilinos y propietarios de los recintos, verdaderos guardianes de la quintaesencia de la primavera cordobesa, acuden a la cita con sentimientos que van desde la ilusión al desconocimiento, desde la alegría a la apatía por lo que el reconocimiento pueda suponer. "Aquí somos siete familias, y dos no pueden participar en el cuidado del patio. Si nos van a venir turistas todo el año, esto no hay quien lo mantenga", dice la inquilina de Martín de Roa, 9, uno de los patios más laureados en el certamen.

La declaración será "un orgullo para Córdoba", relata otra vecina, Isabel Ramírez. Su abuela vivió en Martín de Roa y toda su familia creció en San Basilio. "Aquí viene gente a vernos durante todo el año, pero ahora no estamos presentables", lamenta la septuagenaria. Entre las cinco familias cuidan de 1.500 plantas. "Yo esto no lo cambio por un piso", dice.

La declaración de la Fiesta de los Patios como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad es la comidilla de estos días en el barrio de San Basilio, que cada mes de mayo se abarrota de turistas en busca de estos jardines interiores. "Antes era totalmente diferente. Los vecinos se sacaban las sillas a la calle y se disfrutaba de una manera que ahora es imposible. Para llegar a la iglesia tienes que atravesar colas y colas de turistas. El malestar es insoportable", reflexiona Pedro, propietario de San Basilio, 18. Antes participaba en el concurso: "Ahora mi patio es una selva o un jardín. La Fiesta que ahora se quiere proteger se refiere a un estilo de vida que ya no existe", advierte.

Josefa Carbento llegó hace 40 años a la casa patio de la calle Marroquíes, un escenario de postal incluso cuando amenaza el invierno. Allí vivían 22 familias; ahora sólo quedan siete. "Si me dan la oportunidad de irme a un piso, me voy con los ojos cerrados", dice la mujer, que confiesa desconocer el sentido de la protección de la Unesco. "Sé que el año pasado decían que lo hacían, pero luego no lo hicieron...", apunta Carbento sobre el episodio de Bali, cuando el Gobierno decidió retirar la candidatura por los errores del dossier.

"Aquí lo que falta es dinero. La parte delantera de la casa está caída", alerta la mujer, que aguarda entre el temor y la ilusión a que llegue el concurso: "Esos días son más bien pesados, porque hay que estar todo el rato pendiente de los visitantes. Hay algunos que son temibles y se te meten casi en el dormitorio, como si esto fuera un museo. Y esto es sólo una casa", advierte la mujer.

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