Córdoba

La huella de ETA en Carlos III

Aquel 20 de mayo, Adelina Cano contaba las horas que restaban para que llegara su cena de graduación de COU. La Feria de Nuestra Señora de la Salud se aproximaba, así que en la peluquería de Antonio Sánchez el ajetreo era mayor que en una jornada habitual. Y, en Londres, Luis Dueñas León desarrollaba su carrera profesional como gerente de una empresa multinacional. Él se enteró por teléfono del atentado que destrozó parte de su casa, pero el resto de vecinos del número 3 de la calle Carlos III vivió desde la proximidad la trágica explosión y el nerviosismo que se apoderó de Córdoba aquel día de 1996. "Iba por el pasillo, mirando por la ventana, y de pronto sentí una gran explosión y una humareda enorme. Mi padre estaba en la cocina tomando café y la puerta de la terraza le pasó por la cara", recordaba ayer Cano, vecina de un piso de la séptima planta.

El juicio celebrado el jueves en la Audiencia Nacional contra el presunto cabecilla del atentado, José Javier Arizcuren Ruiz, Kantauri, ha reavivado los recuerdos entre los damnificados por la explosión. Aunque, en realidad, lo vivido aquel día nunca se borró por completo: "Pasé semanas enteras sin poder dormir bien. Recuerdo perfectamente cómo mi padre salió a la terraza y dijo que olía a pólvora. Creíamos que había estallado una bombona de butano, pero él había prestado el servicio militar en artillería y conocía bien aquel olor", recordó Cano. La metralla agujereó, incluso, la cama de su hermano. "Aquellos momentos de confusión fueron malísimos, pero peores incluso fueron las detonaciones controladas de la tarde", rememora la joven, de 29 años.

A los pocos días, un perito del Ministerio del Interior visitó el inmueble para cuantificar los daños. Las obras se hicieron en las semanas siguientes, pero no lograron sanar las cicatrices. "Lo que interesa es que las penas de los terroristas se cumplan íntegras", advirtió ayer José Antonio Nieto, otro vecino de la séptima planta. La onda expansiva derribó la ventana de su cuarto de baño y voló la luna delantera de su vehículo. "Pero lo peor es que hubiera alcanzado a mi hijo. Iba al colegio Cervantes y nunca desayunaba. Aquella mañana, sin embargo, sí se paró en casa para tomarse un vaso de leche. La explosión lo pilló esperando el ascensor. Sin esos minutos de retraso se habría producido otro desgracia", recordó. José Antonio es capaz de hacer un itinerario por los rincones del barrio donde las consecuencias de la bomba aún son perceptibles: un poste carcomido por la metralla, una colmena de remiendos en una fachada... "Le hemos dado muchas vueltas a la cabeza, y ahora le damos explicación a pequeños detalles que ocurrieron días antes del atentado", resumió. Ayer ató cabos: "Había alguien que cambiaba los contenedores de sitio por las noches, y un vecino aparcó su coche una vez en aquel lugar. Le pincharon todas las ruedas. Fue una advertencia de los criminales".

Una llamada de teléfono comunicó a Luis Dueñas León los sucesos de Córdoba. Su reacción fue coger el primer vuelo desde Londres: "El piso estaba destrozado. Cambié la cocina entera y los balcones. La cristalera quedó hecha añicos", narró. "Me hicieron rellenar un montón de papeles para conseguir la indemnización, pero el perito insistía en que yo no vivía aquí, porque el contador de la luz estaba a cero. Me pagaron 100.000 pesetas", lamentó. La factura de todos los arreglos, no obstante, ascendió hasta los 18.000 euros. Un espejo roto en la entrada de su piso, en la cuarta planta, persiste aún como legado material de los atentados.

En la tarde del día 20, desde su peluquería, Antonio Sánchez era testigo del ajetreo de policías a las puertas de su comercio. Los agentes descubrieron allí, en el número 13 de Carlos III, un coche robado que podía portar explosivos. "Me dijeron que bajara las persianas y que me quedara dentro con los clientes", recordó el peluquero. Antonio vio cómo los Tedax armaban un pequeño robot: "Me asusté, desobedecí a los policías y me fui de aquí. De la peluquería no quedó nada y la bomba me habría reventado como una rata".

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