Córdoba

La farmacéutica que fue vejada y martirizada

  • Blanca Lucía Ortiz fue una de las primeras mujeres en España en lograr el título de Farmacia, aunque por sus creencias sufrió humillaciones en la guerra y fue arrojada al río Guadalquivir

María Blanca Presentación Fuensanta Obdulia Josefa Clara Juana Antonia de la Santísima Trinidad de Lucía y Ortiz nació en Córdoba el 21 de noviembre de 1875; fue bautizada en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Palma del Río. Sus padres eran José de Lucía Herrera, farmacéutico natural de Santa Cruz de Boedo (Palencia), y Rosario Ortiz Carmona, de Palma del Río; fue hija única. Su padre era agnóstico, tenía fama de reservado y arisco, mientras que su madre fue una mujer muy piadosa y de carácter abierto. Estudió Bachillerato en el Instituto en Córdoba y comenzó sus estudios universitarios en Sevilla, en el curso 1889-1890, y los continuó en Madrid, en la Facultad de Farmacia; consiguió la licenciatura en septiembre de 1905.

Blanca Lucía Ortiz fue una de las primeras mujeres farmacéuticas de España con un título oficial. Era independiente, muy moderna para la época, interesada por la ciencia y el conocimiento. Era persona de escasa estatura y fuerte complexión física; blanca de piel, simpática, culta, con una gran elegancia natural. Tenía su oficina de farmacia en la calle Rafael Calvo número uno. Se casó con José María Velasco Álamo, natural de Palma del Río, aunque falleció pronto, el 14 de mayo de 1919. Muy enamorada de su marido, siempre llevó un colgante con la imagen de su esposo y, aunque no le faltaron los pretendientes, nunca volvió a casarse.

En Palma del Río no era ningún secreto: Blanca era de derechas y católica convencida. No obstante, no estaba afiliada a ningún partido político. Algunos dicen que permitía que en su casa o farmacia se reunieran miembros de la Falange, ya que este movimiento no tenía sede oficial en el pueblo. Hay quien afirma que se inclinaba más hacia Acción Nacional, agrupación política nacida a los pocos días de ser proclamada la República para proteger los valores tradicionales: familia, patria, orden establecido y libertad. Otros testimonios afirman que las reuniones eran de Acción Católica, de la que era la presidenta local. En realidad, no lo sabemos, las reboticas solían ser puntos de reunión o tertulia en esta época. Acción Católica, para los fascistas, no era un movimiento eclesial cómodo, porque los laicos se entrometían en la vida política y social, y aunque esta organización no era antifascista, hubo tensiones entre ambos, ya que el fascismo no respetaba la autonomía de Acción Católica y quería monopolizar la docencia.

Blanca Lucía Ortiz solía colaborar con el Hospital de San Sebastián. Su principal obra de caridad consistía en fiar los medicamentos; a los pobres de solemnidad, se los regalaba. Fueron muchas las limosnas que entregó en la parroquia de Santa Clara para el sostenimiento del clero y para cubrir las necesidades litúrgicas. Durante la guerra civil, no quiso marcharse a Córdoba, no creía correr peligro porque era consciente de no haber hecho daño a nadie. Nada más lejos de la realidad.

La prensa en septiembre de 1936 se hizo eco de la ocupación de Palma del Río por el Frente Popular, de la destrucción de la iglesia de Santa Ana y el Convento de Santa Clara, y de cómo los milicianos incendiaron las iglesias, casas particulares y asesinaron a más de 60 personas. Entre ellas, cuatro médicos, el juez, el jefe de correos, el párroco -único sacerdote que quedaba en la localidad- y la farmacéutica Blanca Lucía, de 62 años, el 20 de agosto de 1936, por que iba a misa. Separada de los hombres, como era costumbre, estuvo aislada, completamente sola ante sus captores. Fue vejada, martirizada y sacada de la cárcel municipal haciéndole creer que la llevaban al vecino pueblo de Peñaflor (Sevilla) para que se refugiase. Sin embargo, al llegar al puente sobre el Guadalquivir fue desnudada, asesinada y su cadáver arrojado al río con una piedra atada al cuello. Invitaron al pueblo para que presenciara el espectáculo. Dio pruebas de gran entereza ante los criminales y murió perdonándolos y pronunciando el nombre de Cristo. Al desnudarla, cayeron dos estampas de su pecho, de un crucificado y de la Virgen.

Martirio, asesinato, víctima de la guerra, venganzas personales. No se sabe. Otros fueron asesinados por los mismos verdugos, pero no recibieron ese trato vejatorio. Esto hace sospechar que aparte de su fe y su ideología, hubo otras razones para matarla. Parece ser que fue porque un compañero de ella, también farmacéutico y que tenía resentimientos por rivalidades de la profesión, la denunció como espía o fascista y entonces los ocupadores decidieron matarla. Quizás quisieron obligarla a que renunciara a su fe y no lo consiguieron. En su partida de defunción se dice que fue martirizada por su fe católica, y con ensañamiento, hechos que no se mencionan en las partidas de defunción de los otros asesinados por los milicianos. Tenía fama de santidad. De hecho, todavía hoy, entre la gente mayor hay personas que le rezan tanto a ella como a Juan Navas, el párroco. Se ha promovido incluso su beatificación-canonización.

Blanca no tiene ninguna calle dedicada, pero durante mucho tiempo, en el puente donde la mataron, hubo una placa que la recordaba, que fue retirada durante la Transición. Murió víctima de la sinrazón y del odio a la religión. Su cuerpo nunca apareció, nadie hablará de ella.

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