Aniversario de la guardia civil Los primeros años del cuerpo en Córdoba

La otra cara del bandolerismo

  • La Benemérita tardó 40 años en extirpar a las cuadrillas de bandidos que durante dos milenios hecho del asalto y la extorsión su oficio en las serranías cordobesas

La Guardia Civil nació en Córdoba hace 164 años para acabar con un mito encasquillado en Sierra Morena durante dos milenios. Y lo consiguió. El cuerpo creado por el duque de Ahumada -que hoy celebra con un magno desfile en Córdoba su aniversario- tardó sólo 40 años en extirpar de los pueblos cordobeses a los bandoleros, luchadores contra los andaluces que acaparaban la riqueza en el siglo XIX para la literatura romántica; hombres armados que se dedicaban al robo y al pillaje, y más raramente al contrabando y al secuestro desde hacía 2.000 años. Cicerón, en una de sus cartas, ya aludía a Sierra Morena como una región plagada de bandoleros.

En 1845, severos guardias con tricornio, capote y bigote comenzaron a sustituir en Córdoba a los caóticos migueletes. Un año después, los nuevos efectivos de un carácter mucho más militar comenzaban a aprehender -el verbo detener llegó en el siglo XX para el Derecho español- a bandoleros, hombres fuera de la ley que asaltan diligencias con el "ponga el oro aquí Su Excelencia". En 1846, la Guardia Civil dio en Córdoba su primer golpe al bandolerismo con el desmantelamiento de las cuadrillas de los bandoleros Zamarra padre y un bandido que se hacía pasar por El Tempranillo.

Eran tiempos duros. Surcar los caminos de Córdoba a mediados del siglo XIX eran proezas al alcance de hombres que hacían de tripas corazón, como lo demuestran las refriegas de 1852. El 29 de marzo, el bandolero José María El Grande fue localizado en Peñarroya. Lejos de entregarse, se batió con varias parejas de guardias civiles y murió después de haber matado a Manuel Ortega y Manuel García, y herido a otros dos efectivos más. Ante la intensidad de estos pequeños combates, y el alarmante número de bajas entre la Guardia Civil de Córdoba, el duque de Ahumada reforzó la Comandancia con una Compañía de Infantería del Ejército. Así consiguió acabar con otras dos partidas de bandoleros, la de Zamarra hijo y la de El Chato de Benamejí, temible en la época. El peso de ley cayó sobre 194 ladrones, encubridores y protectores.

Pasan años de patrullas en la sierra, asaltos, combates y aprehensiones. Pero no es hasta 1864 cuando no se arrestan a otros 18 bandoleros que operaban a las órdenes de El Animero. A partir de entonces, el bandolerismo es un residuo, pero un poso romántico que sigue animando a jóvenes sin futuro a labrárselo a costa de las pistolas y la extorsión. Tanto que en una emboscada se descabezó la cuadrilla de Luis Artacho, que se dirigía a ejecutar una curiosa iniciativa: secuestrar al marques del Campo de Aras y pedir un cuantioso rescate por su liberación.

No obstante, no fue hasta 1884 -40 años después de la llegada a Córdoba de los primeros guardias civiles- cuando la Benemérita extirpó el cáncer del bandolerismo en la provincia. En Hinojosa del Duque se desmanteló a la cuadrilla de El Cano de la Melena, que se dedicaban a robar en cortijos.

Hoy, 124 años después del fin del bandolerismo, los agentes desfilarán por el cuartel de La Victoria, pero poco tendrán que ver con esa antigua Guardia Civil caminera de García Lorca del tricornio, el capote y el bigote.

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