Córdoba

El arrojo y la valentía del turista estival

  • El Casco Histórico continúa con las visitas a pesar del nivel de calor

Un grupo de turistas, sentados a la sombra en la Mezquita.

Un grupo de turistas, sentados a la sombra en la Mezquita. / reportaje gráfico: josé martínez

Las nueve de la mañana. Rafael y Toñi se despiertan, la cafetera encima del fogón, mantequilla en la tostada. Pasa media hora. Toñi baja al coche para encender el aire acondicionado y que esté fresquito. Mientras, Rafael mete en una bolsa el bañador, las toallas, el tupper con la tortilla. Viven en algún barrio de la capital. Las 09:45. Toñi y Rafael ya van en el coche camino de los Baños de Popea, se van a quitar de en medio. No son ni las 11:00 y los termómetros se acercan irremediablemente a los 40 grados, no es ni julio, "esto no es normal".

En otro punto de la ciudad, no muy lejos de donde Toñi y Rafael acaban de salir pitando, una pareja de franceses desayuna en el self service de un hotel. Llevan sombrero, pantalón corto con más bolsillos que tela, camiseta transpirable y chanclas. Quieren llegar pronto a la Mezquita-Catedral, que está a un paso del hotel, para no esperar cola. Como el artista que se prepara tras el escenario para salir a dar su mejor concierto, el que calienta, bebe agua, se refresca el cuello para darlo todo, la pareja de franceses hace estiramientos y se pone las gafas de sol, que se les escurren con la crema solar factor 50 para salir a la calle. Hay que recordar, la Mezquita está a un paso de la puerta automática de su hotel, pero sí, para salir ahí fuera se precisa preparación previa.

Algún trabajador que se ha perdido el domingueo en Popea con su familia mira curioso a los turistas que se toman selfies e incluso sonríen mientras él solo quiere llegar a su puesto donde el aire acondicionado está creando clima de diciembre. Ojos cordobeses que extrañan presencias extranjeras por el empedrado de una Judería que ni con 40 grados renuncia a su esplendor.

Y es que el arrojo y la valentía del turista estival es de admirar. Ellos llenan un Casco Histórico que se sabe que es de Córdoba porque siempre lo ha sido, pero donde no se escucha ni siquiera un poquito de acento sevillano, casi ni madrileño, porque en días como el de ayer, un domingo de junio, francés, inglés y alemán eran más protagonistas que cualquier vocal abierta al final de una palabra.

Lejos de lo que cualquiera pudiera pensar, del "hay que estar loco" para ir a Córdoba con 50 grados a la sombra (siempre esa tendencia a la exageración), una ciudad que vive del turismo, vive del turismo siempre. Porque puede que Las Jaras, Torremolinos y la parcela de Trassierra apetezcan más que sentarse en una plaza de la Corredera que cuando anochece derrocha el calor que se ha comido todo el día; pero también es una buena época para visitar la Mezquita o la Sinagoga, que más allá de su valor histórico hacen de oasis de frescor donde disfrutar de Córdoba aunque Córdoba se vaya a Popea.

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