Nito Enrich, coordinador de la Asociación de Tai Chi Taoísta

"Traspasar la Puerta de Sevilla era volver a casa"

  • Tras una etapa como profesor de inglés, Nito Enrich, natural de Menorca, convirtió el tai chi en una oportunidad laborall casualidades Nito -abreviatura de Juanito- Enrich llegó a Córdoba tras responder un anuncio laboral en el periódico.

Nito Enrich, nacido en Menorca, llegó a Córdoba en el verano del 95 por pura casualidad. "Fue por motivos laborales. Contesté a un anuncio de trabajo como profesor de inglés en una academia, aunque nunca había estado aquí", recuerda. Enrich había agotado un ciclo de tres años en Inglaterra como estudiante y, a la vuelta a España, se replanteó su futuro. "Todo fue precipitado. Cogí un avión desde Menorca a Sevilla. Desde el aire, cuando ya habíamos cruzado el Mediterráneo, empecé a ver el paisaje seco, monótono de Murcia y Andalucía. En España llevábamos cinco años de sequía y yo venía de estar rodeado del verde inglés -reflexiona Enrich-. En aquel momento me dije que qué estaba haciendo".

Las dudas se despejaron pronto: "Vine para un año escolar. Pero me renovaron un año, y luego otro". Así hasta ocho. Tras pasar un mes en casa de "los amigos de un amigo", llegó el momento de buscar vivienda. "Un día, paseando por San Basilio, empecé a preguntar a los vecinos y en las tiendas si conocían algún apartamento vacío. Vivir en San Basilio me encantó, porque era como un pueblecito en mitad de la ciudad. Cuando salía unos días, traspasar la Puerta de Sevilla era como volver a casa. Me hacía sentir muy cómodo el ambiente de barrio", dice Enrich, que ahora reside al otro lado del Guadalquivir.

"Me encanta el paseo desde casa hasta los Ministerios, la vista desde el puente de San Rafael con el Alcázar, la Mezquita, el Jardín Botánico, la frondosidad del río", describe. Este es el camino que Nito -de Juanito, un diminutivo habitual en su tierra- recorre a diario para acudir a su trabajo, en Santo Tomás de Aquino, donde se encuentra la sede de la Asociación de Tai Chi Taoísta, de la que es coordinador.

"Al principio era una afición que empecé a practicar para aliviar unos problemas de espalda. Ahora es una forma de vida", asegura. "Puedo aplicar el tai chi a cualquier aspecto de mi vida y me ofrece paciencia, serenidad, equilibrio... A menudo se ve como un arte marcial, pero puede practicarlo cualquier persona, independientemente de su edad y de su forma física. En la asociación tenemos a jóvenes de 15 años y a mayores de 90, personas aparentemente sanas y otras con esclerosis múltiple o parkinson", enumera. Lo único imprescindible para sumergirse en este arte oriental es "calzado y ropa cómoda, un poco de voluntad y disciplina", aconseja. "Estamos en una cultura donde lo queremos todo y lo queremos ya. Y el tai chi ayuda a superar esta impresión", recomienda.

Donde todavía queda algo de tranquilidad es en Menorca, su tierra natal. Siempre, claro está, que no se visite en agosto: "Cada vez me siento más forastero cuando vuelvo", reconoce. "Cuando se está allí, se hace inevitable el mar. No hay grandes playas arenosas como en Andalucía, pero sí calas pequeñitas que han podido evitar la urbanización", dice. En Menorca, "prácticamente el interior no existe prácticamente", aunque sí "monumentos megalíticos que son únicos en el Mediterráneo". Y, para comer, existe variedad: caldereta de cordero o queso con denominación de origen.

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