Cordobeses en la historia

El Tibulo de Andalucía que halla y describe la esencia del Romanticismo

  • Ahmad Ibn abd Allah ibn Ahmad ibn Galib Ibn Zaydun nació, amó, sufrió y compuso en Córdoba versos que se adelantaron ocho siglos en forma y fondo a los románticos andaluces.

A un año de la muerte del caudillo Almanzor, sus innumerables conquistas quizá no hicieran presagiar aún el declive político de un Califato sumido ya en el ocaso cultural. Todavía sustentaban el prestigio de Córdoba nobles, sabios y jurisconsultos como Abd-Allah ben Galib Ibn Zaydun, personaje que, por su fama de justo, fue amado de igual manera por la corte y el pueblo. En su casa de la Arruzafa, donde sólo unas cuantas sultanas dejaron su nombre como madres en la Historia, nació en el año 1003 su hijo Ahmad, que se haría célebre dentro y fuera de su ciudad y de su tiempo, como Ibn Zaydun.

El niño creció respondiendo al nivel social de su familia, adiestrándose en las disciplinas de las ciencias y las letras, así como en los preceptos del Corán, entre las sabias, poetisas y maestras del harem, en donde los grandes nombres de al-Ándalus se formaban hasta los catorce años. Ibn Zaydun no llegaría a cumplirlos junto a su padre, pues al llegar a los once falleció el jurista, causando su muerte una honda impresión e inspirando sentidas composiciones entre los poetas.

El muchacho fue creciendo en una ciudad convulsa, donde los saqueos, las intrigas y los pulsos entre poderes preocupaban a la población y arrancaban a los literatos hermosísimas letras de nostalgia por lo perdido. Al-Muzaffar, hijo de Almanzor, había sido envenenado ya por su hermano Sanchuelo y éste, a su vez, derrocado por su propia soberbia y por los cordobeses, cansados de la dinastía amirí y deseosos de devolver la soberanía a los omeyas. En medio del evidente caos, parece ser que su juventud transcurrió serena y feliz entre los jóvenes cortesanos que, como él, amaban la literatura y se nutrían tanto del legado cultural de los viejos maestros, cuanto de la melancolía que derramaban las ruinas de Zahra, la Arruzafa o los arrabales de Córdoba, donde las almunias, caprichos de califas, visires y eunucos, languidecían como las hojas secas de sus jardines; de aquel espejo cuarteado y salpicado de manchas oscuras, sacó Ibn Zaydun las más hermosas composiciones, sólo superables por los desgarradores versos de amor que lo consagrarían como el Tibulo de Andalucía, en alusión al maestro de la poesía romana que inspirara a Ovidio. Había alcanzado fama, ya desde su juventud, al convertirse en poeta oficial de la corte de Ibn Yahwar, de la que llegó a ser visir, coincidiendo con su conocimiento de la omeya y poetisa Wallada, revulsivo de su poesía amorosa y motivo de su desgracia en Córdoba.

Sus amores, secretos por motivos políticos, derivaron en el encarcelamiento y posterior exilio del poeta. El amor de la princesa se tornó desdén y, sirviéndose ella de la influencia que ejercía sobre el primer ministro Ibn Abdus, propició la rivalidad entre ambos.

Tanto la historia de amor como la ruptura infunden sentimientos que, expresados desde la pluma de Ibn Zaydun, suponen un aire nuevo en la literatura conocida hasta entonces. Su sorprendente forma de expresar sensaciones, erotismo, e incluso la estética del ser amado, es una irrupción valiente que escandaliza y encandila a la vez a sus coetáneos. Así, Ibn Hayyan lo considera "el joven de las bellas letras, árbitro de la gracia, poeta de las magníficas descripciones…"; diez siglos después, García Gómez sería quien definiría su Qasida en nun "el más bello poema de amor de los musulmanes de España y uno de los más famosos de la literatura árabe universal".

Su cálamo inició las descripciones físicas del cuerpo y hay quien lo considera el antecedente del Romanticismo; pero también fue mordaz e irónico hasta límites insospechados, levantando la ira del poder y la venganza de la influyente mujer que fuera su musa (¡Ay, qué cerca estuvimos y hoy que lejos!/al tiempo delicioso de las citas/la desunión durísima sucede), su debacle (Wallada era un manjar apetitoso cuya parte mejor me comí yo/y lo demás se lo dejé a esa rata), y su detractora (Ibn Zaydun ama las vergas que guardan los calzones).

Wallada e Ibn Abdus vivieron juntos hasta el final de sus días, y él trasladó su papel de poeta oficial a la corte de Sevilla, bajo el poder de Al-Mutadid. Allí nacería y se desarrollaría también la carrera política de su hijo Ibn Zaydun -a quien la Historia suele confundir con el poeta cordobés- instigador de las desavenencias entre Al-Mutamit e Ibn Ammar, y muerto en una emboscada en Córdoba. Su padre había fallecido ya en la ciudad almorávide en 1071.

Veinte años después de su muerte, aún se reproducían sus poemas, poniendo a prueba el nivel cultural de visires y reyezuelos, en función de que fueran capaces de interpretar sus metáforas y calibrar sus conocimientos del árabe más culto y puro. Conocido es el suceso cuando Al-Mutamit, en pleno periodo almohade, pidió ayuda a los africanos gobernados por Yusuf, a quien los sabios e intelectuales de su corte tachaban de inculto y burdo. Los poetas sevillanos le enviaron una carta con un poema del autor cordobés que incluía estos versos: Desde que estás lejos mis días son negros y antes, gracias a ti, mis noches eran blancas. El africano interpretó que le pedían mujeres blancas y negras. Los andaluces nunca se lo perdonaron.

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