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Cordobalandia, peligro inminente

  • Turismo. Políticos y empresarios, con ese amor por la línea recta del pensamiento simple, parecen querer convertir el Casco en un parque temático sin entender que no es el camino

Cordobalandia, peligro inminente

Cordobalandia, peligro inminente

D style="text-transform:uppercase">isneylandia no existe ya para ti". Eso cantaban Manolo García y Kimi Portet en los años 80 con su grupo Los Burros, antecedente de su posterior exitazo El Último de la Fila. Y parafraseando esa frasecilla, y dándole la vuelta, bien podría decirse ahora que Córdobalandia sí que empieza a existir para nosotros, y más que existirá si no se pone pie en pared. ¿Cordobalandia?, se preguntarán, ¿y qué leche es Cordobalandia? Pues, por lo pronto, sólo un proyecto incipiente, pero que, conforme avanzan los años y bajo el peso de la honda parálisis económica que padece la ciudad, va tomando fuerza en las preclaras mentes de una parte no desdeñable de nuestros líderes políticos y empresariales, también religiosos, que en el turismo han visto la vaca sagrada y a ordeñarla se dirigen prestos con ese amor por la línea recta, por lo simple y errado, que tanto caracteriza a quien no pensó demasiado las cosas ni quiso entender sus complejidades. Ya Saint Exupery nos advirtió en El Principito de que "rara vez puede llegar uno a algún sitio caminando en línea recta".

De tal simpleza de mente y de tal pensamiento económico fallido es de donde viene, ya digo, Cordobalandia. O sea, y por definirlo de algún modo, el intento cada vez más claro de convertir el Casco Histórico de Córdoba, y en general las zonas patrimoniales andaluzas, en un especie de parque de atracciones para el turista donde lo auténtico se difumina para dar paso al pastiche y a lo hortera con fines evidentemente crematísticos. Este movimiento comenzó a verse hace algunas décadas, principalmente a partir de los años 90 y con la explosión que supuso el AVE, pero en los últimos tiempos se agrava pues ya no sólo es un intento de los comercios de recuerdos y los bares por ganar más dinero a costa de comerse la calle sino que se ha convertido en una rutina que se promueve también desde los partidos políticos. Muestra de ello, por ejemplo, es la decisión de la Junta de trasladar la Filmoteca de Andalucía desde la calle Medina y Corella, en plena Judería, al Centro de Creación Contemporánea, situado más allá del río. Mueve a la Junta la idea de que el desalojo del actual edificio servirá en el futuro para ampliar el centro de congresos de la calle Torrijos, iniciativa en la que el PSOE no está solo sino que tiene el apoyo total de Ciudadanos -que de hecho es el partido del que salió esta propuesta- y también del Partido Popular, que defiende que el edificio de la Filmoteca también se dedique a lo congresual. Acceso febril pues de nuestros próceres, que, en sus vaivenes ciclotímicos, en su ineficacia, lo mismo son capaces de dejar a la ciudad varios años sin centro de congresos (como así ha sido) que de convertir en plaza congresual hasta el retrete del clásico Bar Santos. El equilibrio se comprueba que no ha sido nunca virtud por aquí.

De los peligros de Cordobalandia comienzan a alertar sin embargo los vecinos, que cada vez se sienten más atrezzo de este parque temático y menos ciudadanos corrientes. Debido a ello han creado esta misma semana un colectivo de carácter andaluz que viene a reclamar esto: que los Cascos Históricos sigan siendo zonas residenciales en las que el turismo conviva sin caer en el peligro de la desnaturalización de esas zonas ni de su despoblamiento. Alertan asimismo de otro fenómeno evidente y que consiste en un sobreuso constante del Casco a la hora de efectuar celebraciones, procesiones, conciertos o Cruces, de tal modo que cada vez hay menos fines de semana tranquilos para disfrutar del clásico recogimiento de la Córdoba antigua sin encontrarte con un sarao, también conocido aquí como sipote. Y es que entre el sipote y la Córdoba surimi, la Córdoba gula del Norte, la Córdoba sucedáneo, nos movemos.

Y lo curioso de todo este asunto, de esta mercantilización excesiva de la Córdoba patrimonial en la que también incurre la Iglesia en busca de su taquillazo, es que ni siquiera resulta buena para el turismo. Porque al igual que el turista de calidad va a Roma para ver Roma y no para que le enseñen un escenario en cartón piedra de Gladiator, también el buen turista que visita Córdoba llega aquí en busca de la Córdoba auténtica y no de una Cordobalandia de pega. O sea, que el mejor atractivo no es otro que mantener vivo el Casco Histórico de tal modo que cordobeses y turistas puedan fundirse en calles reales de forma vivida, compartiendo sus bares, su recursos culturales, su pulso. Cordobalandia no le interesa a nadie salvo a algún empresario simplón o a algún turista casposo, por lo que lo bien harían nuestros políticos en dedicarse a otra cosa. Tal vez a incentivar nuestra industria tecnológica, que buena falta nos hace, o a incorporar a las rutas turísticas y de forma equilibrada otros barrios históricos hoy apenas transitados. Lo que sea pero con verdad, que Córdoba no es Las Vegas y su encanto está en sus silencios, en su paz, y no en los sipotes.

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