GEOGRAFÍA HUMANA · DAVID PINO

"El Concurso Nacional de Arte Flamenco no es ahora ni sombra de lo que fue"

  • El artista critica que esta música, después de que haya llegado a los principales escenarios mundiales, tenga que volver a veces a los mostradores de las tabernas · Estima que aún existe algún trato vejatorio

El Conservatorio de Córdoba ya no es un territorio exclusivo para determinadas disciplinas musicales. El flamenco ha irrumpido en sus aulas y llegan alumnos de toda España y del extranjero bajo el reclamo de la calidad de sus enseñanzas. Es ésta una experiencia pionera que cuenta entre sus actores con David Pino, un cantaor pontanés de dilatada trayectoria tanto profesional como investigadora.

–¿Merecía el flamenco ser una disciplina académica?

–Desde hace bastante tiempo. Finalmente se ha conseguido gracias a la decisión que tomó en su momento el director del Conservatorio Superior de Música, Juan Miguel Moreno, quien ha hecho una labor encomiable. Estamos todavía dando los primeros pasos, pero firmes. Primero se implantó la guitarra, luego el baile y ahora el cante. El reto actual es cómo se canaliza o se gestionan esas enseñanzas, pero el éxito ya está logrado.

–¿Cuál es el perfil del alumnado?

–Son enseñanzas de ciclo superior. El acceso para cursarlas tiene dos vías: venir del grado medio o hacer una prueba de acceso libre. Viene gente con una preparación o que siguen la carrera con todos sus pasos o que tienen ya un perfil logrado. Tenemos guitarristas profesionales que vienen aquí para  formarse aún más o porque les interesa la titulación. En fin, cada uno tiene sus motivos.

–¿Qué sirve más, la titulación o la enseñanza que se recibe?

–Es cierto que ante las posibilidades que se abren con el reconocimiento por parte de la Administración del flamenco como especialidad en los conservatorios nacionales hay un camino de posibilidades profesionales, y para quienes aspiran a ocupar un puesto de trabajo como profesor es cierto que la titulación es primordial. Luego, aquí hay profesores que son de reconocido prestigio, como Paco Serrano, Manolo Franco o Niño de Pura y vienen atraídos por estos nombres que son una garantía para su formación flamenca.

–¿La enseñanza es la única salida?

–Desde el punto de vista académico, sí. Aquí se forman profesionales de la música que el día de mañana se pueden enfrentar a tocar con una orquesta y hablar el mismo lenguaje. Éste es uno de los logros que tiene esto, porque un guitarrista flamenco tenía antes miedo de enfrentarse con uno que viniera del mundo clásico. Por otra parte, hay asignaturas que son específicas de la especialidad como acompañamiento al cante o al baile, y ahí está ese complemento a la formación.

–Todo esto le da al flamenco el respaldo de ser una disciplina más seria.

–Lo que está claro es que los bebés de ahora se van a encontrar cuando pasen 18 años que hay una música que se llama flamenco y que no tiene ninguna diferencia a la hora de la estimación por parte de la sociedad con las demás músicas. Nosotros hemos vivido esa transición y sabemos lo costoso que ha sido esto. El flamenco ha sido una música en muchos casos denostada y diría, incluso, que en algunos casos sigue siéndolo, aunque menos, sin entrar en el victimismo. Como también diría que los flamencos nos hemos ganado muchas veces esa leyenda. Pero eso ya ha pasado. Muchos flamencos veteranos no se podrán ni imaginar que se haya llegado hasta aquí.

–Y usted es uno de esos pioneros

–Pues sí, y estoy muy orgulloso de ello.

–¿Cómo ha sido la lucha hasta llegar a este estatus actual?

–Hay muchos conservatorios donde sus directivos dicen que mientras ellos estén ahí no entra el flamenco. Evidentemente, al principio dimos palos de ciego, porque nos enfrentábamos a un mundo desconocido para los flamencos. En mi caso particular, tengo una formación eminentemente flamenca, llevo desde los 15 años en esto y puedo decir que dentro del mundo del flamenco se le trata mal, más incluso que desde fuera. En el mundo de las peñas, hay algunas que hacen trato vejatorio del flamenco, que es algo que vivo yo. Es muy fuerte decirlo así, pero es verdad. En Córdoba existe una Asociación de Artistas Flamencos que ha devuelto el flamenco a la taberna, cuando hay algunas que son salones y tienen reservados, pero hay otras donde el cantaor está al lado del mostrador. Hemos conseguido que el flamenco llegue a los mejores teatros del mundo, a los conservatorios, a la universidad y una Asociación de Artistas Flamencos lo lleva otra vez al mostrador. La lacra la tenemos dentro de casa.

–Parece, por lo visto, que no hay unión en el sector.

–En Córdoba hay una asociación y la mayoría de los artistas están en ella. Me imagino que sí la habrá, pero hay cosas que me duelen mucho.

–¿Va por libre?

–Totalmente, siempre he ido por libre. Jamás he tenido representante y jamás he tenido nada que ver con la asociación ni me he movido por los despachos. Las actuaciones que tengo, para bien o para mal, son las que me llaman directamente.

–¿Está satisfecho o ha tenido que pagar un precio alto por esta independencia?

–Las dos cosas. He pagado un precio bastante alto, pero estoy satisfecho porque nadie me ha marcado unas normas y no he tenido que ir detrás de nadie. Claro, el precio es elevado porque desde el momento en que tu nombre no figura en la carpeta de tal asociación o de tal representante, lo tienes muy difícil. Pero no me puedo quejar, porque tengo bastante trabajo y todo lo que he hecho ha sido por mis propios méritos. Hay gente a la que le estoy muy agradecido  porque han confiado en mí, y con esto no quiero parecer soberbio.

–Por lo que se ve, otro problema del flamenco está entre bambalinas.

–Sí, por supuesto. En Córdoba canto muy poco porque no estoy en ese círculo, pero no me quejo de eso. Si no estoy en ese mercado es normal que no cuenten conmigo. No soy quien para quejarme de que no cuenten conmigo porque conmigo cuenta quien quiere. Llevo en el conservatorio seis años trabajando, pero llevo cantando toda la vida. Los pasos que he dado, aunque me haya equivocado algunas veces, me hacen de todos modos muy feliz.

–¿Una postura como la suya es frecuente en este mundo?

–Hay compañeros, no muchos, que están en la misma onda.

–¿Cree que esta batalla se ganará con el tiempo?

–No pretendo derribar barrera; salto las que me encuentro en el camino.

–¿Cómo se las apaña para compaginar su carrera artística como cantaor con las clases en el Conservatorio?

–Pues aprovechando el tiempo libre. Las actuaciones son en los fines de semana o en los meses de verano, cuando no hay clase. Rindo al máximo en mi trabajo.

–Cuando se habla de Córdoba como capital, como cuna del flamenco, ¿qué siente?

–Es cierto. Históricamente Córdoba es un referente en el mundo del flamenco. Ha tenido artistas, en el cante y en la guitarra, que han hecho historia. El Concurso Nacional ha sido también un referente desde que nació en 1956, aunque otra cosa es que esa llama se haya apagado. No es ni sombra de lo que fue en su momento. Es una ciudad en la que no se hacen todas las actividades que se debieran y necesita de un mayor compromiso con el flamenco, sin contar el Año del Flamenco y la Noche Blanca. De hecho, todos los artistas que son algo están fuera trabajando.

–Pero en esta ciudad da la impresión de que el flamenco es algo que sólo se saca a relucir de primavera a verano.

–Efectivamente, así es. A eso me refiero. Tengo muchas esperanzas en la Casa del Flamenco y en el museo de Fosforito. Espero que esta iniciativa marque un antes y un después en la gestión y en la proyección del flamenco en la ciudad.

–Pero esta Casa del Flamenco se ha puesto en marcha después de las quejas de Fosforito por los retrasos.

–Hasta que no hemos empezado a ver los primeros andamios en la plaza del Potro no nos hemos creído que aquello fuese a tirar para adelante. Cuando entraron los primeros albañiles y los políticos dijeros que aquello era para la Casa del Flamenco, comenzamos a respirar un poco.

–El flamenco es actualmente un territorio prácticamente inédito para la investigación científica y con un mínimo de rigor. ¿Qué nos queda por descubrir?

–No diría que virgen; lo ha sido. Se están haciendo trabajos bastante serios, aunque esto ha venido con el paso del tiempo. A Antonio Mairena se le critica mucho que en su investigación sobre el flamenco se equivocó en muchos datos. Bueno, vale, pero hasta Mairena nadie investigó los estilos en sí mismos. Ahora, con el paso del tiempo, se revisa ese trabajo y se ve que sí, que hubo errores. Pero es que antes no se podía hacer nada, no había nadie con rigor de investigación como existe actualmente.

–¿Y qué conclusión se saca de este análisis?

–Fundamentalmente, que el flamenco es una de las músicas más importantes y más complejas del mundo. No sólo lo decimos nosotros sino que músicos e intelectuales ajenos a nuestro mundo así lo reconocen. Otra de las conclusiones es que el flamenco es un arte vivo y que no se le pueden poner tantas barreras a su evolución ni tampoco sirve la filosofía del todo vale. Es una música susceptible de abrirse, de seguir evolucionando, pero, al mismo tiempo, eso tiene un agarre ancestral del que no se puede prescindir. En esa dicotomía es donde reside parte de su grandeza.

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