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Banderolas de las dos 'españas'

  • Esquinados. Cospedal se pone la mantilla ministerial para arriar la bandera y oler a naftalina franquista y los comunistas se apropian de una tradición ajena

Banderolas de las dos 'españas'

Banderolas de las dos 'españas'

La concidencia del aniversario de la proclamación de la II República con la celebración de la Semana Santa ha dado pie a que las dos españas, en su tiempo sangrientas y por ahora meramente folclóricas pero hondamente frentistas, se echen al monte, que es donde más a gustito están. De un lado, la ministra Cospedal, que ha decidido dejar a media asta en el Ministerio de Defensa la bandera nacional como muestra de pesar y duelo, ay, por la muerte de Jesucristo. De otro, los nostálgicos de la II República, o de la ficción irrisoria que en sus mentes habita sobre la II República, que también se han puesto en marcha y han sacado la apolillada tricolor por diversos lugares del país. En Córdoba, por ejemplo, se vio una ondeando en la ventana que el grupo municipal de Izquierda Unida tiene en Capitulares, aunque también se han visto otras en balcones privados, no se sabe bien si como homenaje al 14 de abril o como muestra simbólica de rechazo a las tradiciones cofrades.

Lo de Cospedal, en fin, huele claramente a rancio y contradice el intento poco conseguido del PP de alejarse de la caspa franquista y de la naftalina de otro tiempo aberrante y cruel. Contradice pues esa imagen que quiere dar de partido adaptado a los tiempos, moderado, europeo, alejado del frentismo y centrado en la gestión eficiente. Lo retrotrae por contra a sus orígenes, a la Alianza Popular del otro don Manuel, que el hombre, con su caspa de exministro tiránico, no ganaba unas elecciones ni con la Almudena, el Gran Poder, Santiago Apóstol y la Moreneta actuando en misión conjunta en plan Los 4 Fantásticos. Y es que una cosa es favorecer la Semana Santa como celebración religiosa con lecturas culturales, artísticas y económicas diversas y ricas y otra bien distinta utilizar la enseña que nos representa a los españoles, a todos, para asuntos simbolicoreligiosos que no ayudan a nadie a nada y que simplemente enturbian el ambiente y la convivencia. Ellos verán, en fin. Cospedal verá si es que algo ve desde su rigidez de institutriz germana.

Como también deben mirarse lo suyo los comunistas y neocomunistas (o comunistas maquillados), que actualmente son los que sacan la tricolor del ropero con mayor dinamismo folclórico. Contradictorio también, porque supongo que sabrán, aunque quizá sea mucho suponer, que el Partido Comunista de España, más allá de su actitud en la Guerra Civil del 36, no fue precisamente un aliado de los republicanos españoles, de los pobres don Niceto y don Manuel, de la Izquierda Republicana a la que hoy nadie representa y cuyo cadáver vampirizan sus antiguos rivales. "Más soviets y menos República", clamaban los comunistas de los años 30 en la Plaza del Sol mientras repartían pasquines. Y es que para ellos la democracia, sea republicana o monárquicoparlamentaria, siempre ha sido una filfa en la que creen poco al entenderla como una estación de paso hacia lo que otean como final y que no es otra cosa que la dictadura de los suyos, de los hombres nuevos. Cosas, en fin, del comunismo español, que al igual que en su día fue un gran dolor de cabeza para la II República naciente, a la que ellos le movieron el suelo para que luego los privilegiados y las clases altas le rebanasen la cabeza con una oscura guadaña, ahora se ha convertido en un obstáculo considerable para que España abandone algún día el sistema monárquico y abrace el ideal republicano, que en buena parte ya habita, al menos en lo teórico, en nuestra actual democracia. Si los comunistas deben ser los que promuevan amplios consensos para que la república vuelva... bien tranquilo puede estar el Rey. Ondear la bandera de la II República no es por ello algo beneficioso para la III sino una fruslería pintoresca, como bien dijese Julio Anguita, que los amodorra en la nostalgia mientras desdeñan el pensamiento, el diálogo y la construcción del futuro. Porque aquí pensar se piensa poco y el único pienso que hay es el de las gallinas.

A la tercera España, mientras tanto, no le queda otra que seguir a lo suyo, que no es otra cosa que la defensa de los valores democráticos, la meritocracia, el europeísmo, la formación, la cultura, la libertad de pensamiento, la solidaridad, la tolerancia, la moderación y el valor del esfuerzo. Valores que en las dos españas, con clara tendencia al enchufismo con los propios y al rencor cabrón con los ajenos, nunca han sido aquí poderosos, pues lo suyo siempre fue el duelo a garrotazos que hoy se convierte en duelo a banderazos en el que a unos se les ven las grietas de su tradición beaturra bajo el barniz y a otros no les cuesta apropiarse de una ajena para dulcificar la propia. España, aparta de mí este cáliz porque su vino es viejo y viene envenenado.

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