UNA fotografía enmarcada refleja los comienzos de este negocio. Representa otra época, impacta por la percepción visual de que la mayoría de los que componen el retrato ya no están. Son recuerdos de la infancia de Fernando Rodríguez. Con nueve años, sus padres adquirieron lo que hoy, en breve, él pasará a su hijo. Lo que ha sido su vida y la de su mujer, María Dolores Zuazo, la que es una de las historias más antiguas de Córdoba; el paso de un punto de venta a un negocio de hostelería de prestigio.

-Fernando, ¿qué se siente y cómo se consigue ser una referencia en la memoria de cualquier cordobés? Todos recuerdan aunque sea una breve parada en tu establecimiento, yaunque sea para un café, una compra rápida de pan o dulces, o para las tres cosas, que es lo que sugiere este sitio: ¿una conexión con un estilo de vida de barrio, donde era habitual tener tiempo para un café?

-Sólo puedo decirte que todos estos años me he dejado guiar por el instinto. Han sido 60 años en los que durante una época los cambios políticos, económicos y sociales de España dejaron sin guión a muchos de nosotros en el sentido de cómo continuar, qué ofrecer, cómo crecer y evolucionar. Hasta llegar a lo que somos hoy, ha sido un largo camino.

-¿Qué papel ha jugado su familia en la continuidad del negocio?

-Sin ellos, sin su apoyo, comprensión, cariño y por supuesto su trabajo, no lo habría conseguido. Han sido demasiados cambios. Independizar del local la elaboración del pan y el obrador de dulces nos llevó a asociarnos (Panrecor y Portaceli). Fueron necesarias varias reformas para adecuarnos a las necesidades y normativas que iban cambiando día a día, muchas noches sin dormir. Su papel ha sido primordial en estos 60 años. Hay otra "familia" que forma parte de nuestra historia, la de los vecinos y clientes habituales, con la que hemos compartido desde tartas de cumpleaños de juventud, hasta los dulces del nacimiento de hijos, nietos…volviendo a tartas de cumpleaños un año tras otro. Preparar la "guinda" (tarta) de comunión del nieto de un cliente que has visto crecer cada día con nuestro pan es algo que no tiene precio.

-¿Cómo se enfrentó esta pequeña cafetería a la época de crisis?

-Hemos pasado años muy duros, en los que la actitud de las dependientas y la calidad del producto ha sido la diferencia con los productos low coast de venta en supermercados o grandes superficies. El equipo humano y el trato cercano al cliente es lo que ha mantenido con vida esta casa. Por otro lado, los cambios de tráfico sufridos en la zona dificultaron el acceso al local y la venta por encargo habituales en clientes de otros barrios.

-¿Qué aporta Pastelería-Panadería-Cafetería San Pedro a #cometecordoba?

-Aporta la historia de un cambio, no solo político y económico, sino social. Fue de los primeros establecimientos que cubrió la demanda femenina, no sólo como clientas, sino como trabajadoras. Vecinas de los alrededores, ya ancianas, recuerdan tardes de café y pastas como momentos que cambiaron sus vidas. El barrio de San Pedro, que en época romana quedaba extramuros, fue zona de expansión en época Omeya de la ciudad y me gusta pensar que unas de nuestras aportaciones es recordar mediante fotografías, testigos de estas décadas, que el desarrollo, expansión y crecimiento de la ciudad va en tándem con el nuestro personal. La ciudad crecerá lo que permitamos que crezca y con ella en proporción a nuestro esfuerzo, emergerá la economía. Esa es la experiencia que mi familia, mi negocio y yo aportamos día a día al "sabor" de Córdoba, pan que sabe a constancia, dulce que sabe a adaptación, y café que recuerda que sin movimiento no hay posibilidad de expansión.