Crítica de Cine

El amigo americano

The Mexican, con Brad Pitt, o Vacaciones en el infierno, con Mel Gibson, ya habían prolongado en exceso la fórmula de la violencia turística, iconoclasta y posmoderna a costa de todos los tópicos yanquis imaginables sobre el México salvaje, corrupto, sudoroso y mugriento no apto para touroperadores.

Con un ojo en el cine de los Coen y sus tontos con suerte (David Oyelowo hace todo lo posible por creérselo) y otro en los azares alambicados y la palabrería sin fin de Tarantino, el australiano Nash Edgerton (The Square), a la sazón hermano del actor y aquí también protagonista Joel Edgerton, repesca un guión caducado de Stone y Tambakis que juguetea con la tipología caricaturesca de los empresarios sin escrúpulos, los capos y matones de los carteles de la droga, la femme fatale deslenguada (una Charlize Theron en el límite autoparódico), los mercenarios sin fronteras o los mejicanitos perezosos y de pocas luces para trenzar un enredo múltiple en el que toda casualidad sobrescrita domina los designios de las tramas y acontecimientos (gratuitos) en un vacuo ejercicio de virtuosismo narrativo destinado al entretenimiento fugaz y al olvido inmediato.

Tal vez algún nostálgico de la pirotecnia noventera o algún aspirante a guionista autosatisfecho pueda disfrutar con este trip de autoconsumo rápido y negrura inofensiva. Este cronista desfallece por agotamiento y déjà vu ante tanta intrascendencia y tanta costura a la vista.

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