Crítica de Cine

Practica la impostura que denuncia

La paródica aparición en la cena de gala es uno de los escasos momentos brillantes de la cinta de Östlund.

La paródica aparición en la cena de gala es uno de los escasos momentos brillantes de la cinta de Östlund.

Reírse de la impostura que tantas veces rodea a los popes, mercachifles y templos del arte contemporáneo es tan fácil como hacerlo de la caída de alguien que pisa una cáscara de plátano. Sólo quienes se creen esta impostura pueden encontrar mérito en desenmascararla a través del humor esperpéntico. Lo más interesante de The Square no es esta crítica, que se extiende a la sociedad europea en general y los más supuestamente cultos y los pudientes en particular, sino que frente a ella sólo cabe la misma postura que ante ciertos ingeniosos dispositivos de las instalaciones del arte contemporáneo: creer que es una gran obra (caso de gran parte de la crítica y del jurado que le dio la Palma de Oro en Cannes) o que es un artefacto fallido que participa de la misma impostura que denuncia, es fruto de la misma Europa que deplora y seduce a un público muy parecido al que tan agriamente critica. Esta última perspectiva sería la más interesante desde la que verla.

Quienes admiraron Fuerza mayor, anterior película del director sueco Ruben Östlund también multipremiada, se encontrarán con más, muchísimo más de lo mismo. Porque lo que en aquella era gélida -nunca mejor dicho- y pedante contención en la que implosionaban las vidas de personajes miserables (¡el optimismo nórdico!) en ésta es un desmadre expresionista, barroco y lo que ustedes quieran. Buñuel contó lo que creo que esta película pretende contar mucho mejor, con más autenticidad, más mala leche y más rotundos modos fílmicos en El ángel exterminador, El discreto encanto de la burguesía o El fantasma de la libertad. Pero Buñuel era aragonés, no sueco. Y dirigía grandes películas, no artefactos pretenciosos.

El desquiciamiento del arte contemporáneo y la sustracción de la opinión de los espectadores esnobs que siguen ciegamente el dictamen de los popes de la crítica y se someten -creyéndose libres- a los intereses de un mercado hipócrita que mueve millones mientras desprecia las industrias culturales, es criticado, no desde el desprecio supuestamente grosero que hacia él siente la ordinary people, sino desde la mismísima creatividad de autor. Porque lo que en realidad se critica a través de ello no es la engañifa pseudoartística que el propio Östlund practica y el jurado de Cannes premió, sino, como ya he dicho, la naturaleza humana en general, la clase alta en particular y, cómo no, la hipócrita moral burguesa de una Europa decadente y podrida. ¿Tópico? Muchísimo.

Algunos momentos tienen cierta fuerza paródica o esperpéntica -como la del artista/simio en la cena de gala o la rueda de prensa- pero se diluyen en el fatigoso alargamiento de las secuencias que da lugar a un desmesurado y aburrido metraje.

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