Crítica 'La oveja Shaun: La película'

Orgullo de plastilina

La oveja Shaun: La película. Animación, Reino Unido, 2015, 85 min. Dirección y guión: Richard Starzak, Mark Burton. Fotografía: Charles Copping, Dave Alex Riddett. Música: Ilan Eshkeri.

Foco de resistencia a la estética digital fotorrealista que se ha impuesto como modelo dominante de la animación industrial para el público infantil, la británica casa Aardman se toma su tiempo entre título y título, un tiempo necesario para sus procesos de producción artesanales, pero con la garantía de que la espera siempre suele merecer la pena.

Después de la aventura marinera de Pirates, el equipo B de Phil Lord y Nick Park regresa a casa, o sea, al espíritu netamente británico y hogareño de aquellos primeros y celebrados cortos de Wallace y Gromit, para darle protagonismo a la pequeña oveja Shaun y a sus colegas de rebaño en una aventura entre la granja y la gran ciudad que apuesta indisimuladamente por la fraternidad humano-animal, el humor blanco, el gag clásico del cine mudo y la ausencia de diálogos (al menos, inteligibles) como poderosas armas de una estética animada capaz de convertir la vieja plastilina en un auténtico festín de dinamismo, transformismo y expresividad que hace de esta apuesta todo un ejercicio a contracorriente de nostalgia por los modos del cine de los orígenes.

Y por supuesto la fórmula sigue funcionando a la perfección: el diseño cuidado y medido de cada gag, el trazo caricaturesco de cada especie, los guiños cinéfilos (no muchos, pero brillantes: véase el de El silencio de los corderos), la sencillez y la limpieza del trayecto narrativo hacen de esta aventura un gozoso viaje por la expresividad animada que lo es también por la propia materialidad del cine en tiempos de simulacros e imágenes virtuales.

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