Crítica 'La casa del tejado rojo'

Gran melodrama de un maestro veterano

La casa del tejado rojo. Drama, Japón, 2014, 136 min. Dirección: Yoji Yamada. Intérpretes: Takako Matsu, Chieko Baisho, Haru Kuroki, Hidetaka Yoshioka, Satoshi Tsumabuki. Guión: Yoji Yamada y Emiko Hiramatsu. Fotografía: Masashi Chikamori.

Cuando Yasujiro Ozu murió en 1963 Yoji Yamada tenía 32 años y ya había rodado dos largometrajes para la productora Shochiku, en la que el maestro mayor del cine japonés desarrolló toda su carrera desde 1923. A diferencia de Ozu, que nunca cultivó ese género, Yamada alcanzó la fama internacional entre 2002 y 2006 con su excepcional trilogía otoñal de samuráis formada por El ocaso del samurái, La espada oculta y Love & Honor, tras haber acumulado una extensísima filmografía sobre todo de consumo interno que incluye el ciclo de 48 películas populares con el cómico Kiyoshi Atsumi interpretando al palurdo y simpático Torajiro. Aunque desde 1972 con La casa del mar, y de forma esporádica (El pueblo en 1975, El pañuelo amarillo de la felicidad en 1977, Llanto de primavera en 1980, Mis hijos en 1991), Yamada cultivaba melodramas de la vida cotidiana que poco a poco irían aproximándolo al universo Ozu -sobre todo desde Kabei: nuestra madre en 2008- hasta que en 2013 asumió el riesgo casi suicida de homenajear al maestro volviendo a rodar su obra mayor, Historia de Tokio, con el título de Una familia de Tokio. Asombrosamente triunfó con una actualización severa, respetuosa y personal de la película de Ozu que está considerada una de las diez mejores de la historia del cine.

Desde luego Yamada, siendo un director muy estimable, no alcanza a Ozu. Carece de la concentración y el rigor que le permitieron ahondar durante toda su carrera en un cerrado universo de temas, ambientes y personajes depurando un estilo cada vez más sobrio y esencializado que sacralizó las vidas cotidianas de personajes comunes como si fuera un Vermeer o un Chardin del cine oriental. Con razón Paul Schrader lo comparó con Bresson y Dreyer en su famoso ensayo El estilo trascendental y Wim Wenders, en la película Tokyo-Ga en la que buscaba sus huellas en el Japón actual, dijo de él: "Si aún existiera algo sagrado en nuestro siglo, si hubiera una especie de santuario del cine, para mí sería la obra de Ozu". En esta última etapa ozuniana de Yamada La casa del tejado rojo ocupa un lugar destacado aunque sea inferior a Una familia de Tokio, rodada un año antes.

Tras la muerte de una anciana su sobrino descubre un diario en el que narra su secreta pasión por la dama a la que servía, a su vez enamorada de un empleado de su marido. Amores culpables -platónico uno, consumado el otro- en el estricto Japón de antes de la guerra, al que la acción salta a través de varios flash backs lo que le permite enfrentar esos dos continentes casi incomunicados que son el Japón anterior a 1945 y el de hoy. Aunque se mantiene el toque Ozu en el cuidado por los detalles y las naturalezas muertas (el inicio en el cementerio evoca directamente al maestro), el tono aquí es más intensamente dramático, casi al modo de los grandes melodramas de David Lean, con Chaikovski como el Rachmaninof de Breve encuentro o el Beethoven de La hija de Ryan, y un uso dramático de los elementos naturales (la definitiva aproximación de los amantes en una noche de lluvia) que recuerda al gran director británico. Incluso, en los momentos extremos de melodrama (las lágrimas cayendo sobre el papel mientras escribe la despedida durante la guerra) podría recordar a Sirk. Excepcionales interpretaciones de la veterana Chieko Baisho -una de las actrices preferidas de Yamada- y sobre todo de la joven Haru Kuroki interpretando a la sirvienta en el pasado y el presente.

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