Cine

Entre Damien y el bebé de Rosemary

Tenemos que hablar de Kevin. Drama-thriller, 2011, Reino Unido-Estados Unidos, 110 min. Dirección: Lynne Ramsay. Guión: Rory Kinnear, Lynne Ramsay. Fotografía: Seamus McGarvey. Música: Jonny Greenwood. Intérpretes: John C. Reilly, Tilda Swinton, Ezra Miller, Siobhan Fallon, Ashley Gerasimovich, Leslie Lyles, Lauren Fox.

Mal asunto que una película empiece con la tomatina. Cabe sospechar de una guionista y directora que sepa de su existencia y se sienta atraída por ella. Cabe sospechar aún más de un personaje del que lo primero que sabemos es que es uno de esos turistas ingleses que vienen a España a pasárselo bomba emborrachándose y poniendo cara de éxtasis mientras se revuelca en tomates espachurrados. Un personaje que además, por lo que se ve inmediatamente después, es bastante guarro. Y por lo que se va intuyendo en los primeros minutos está amargado desde jovencita -porque se trata de una mujer- por un mundo que siempre parece contemplar con horrorizados ojos redondos de pollo. Estas y otras cosas se nos irán contando a través de una estructura de flashback que habría sido moderna hace cuarenta años. Y con cámara al hombro (o en equilibrio sobre la cabeza, dado lo mucho que se mueve) porque estamos ante una película dura y moderna de autor. O por lo menos que pretende serlo.

Un padre imbécil. Una madre amargada con la mirada perdida. Un parto que parece una escena de El exorcista. Una habitación de recién parida que parece una celda de castigo. Un niño tan retorcidamente malo que parece, efectivamente, el hijo de Linda Blair, Damien el de La profecía o el bebé de Rosemary: odioso -y odiado- desde chiquitito. Tanto que, en uno de los muchos momentos involuntariamente grotescos de la película, la madre sólo descansa de sus chillidos parándose junto a una taladradora para que su estruendo los ahogue. Y si de bebé el niño era un petardo, al crecer -divertida primera aparición del niño crecidito con cara maléfica- va siendo aún peor. Y de adolescente, ¡qué quieren que les cuente! Un Robin Hood con mala leche dispuesto a dejar a la humanidad como un acerico. Asombrosamente la buena señora vuelve a quedarse embarazada. Esta vez de una niña. Que resulta ser un ángel, claro. Esto es cine de mujeres. Pero un ángel rubio al que la desgracia de caer en esta casa endiablada le saldrá muy caro. O lo que es lo mismo, le costará un ojo de la cara.

Se diría que esta película está escrita, rodada e interpretada por mujeres que parecen tener cuentas pendientes con la maternidad, con los niños varones, con los hombres, con el sexo y con la vida en general. Cuentas que saldan haciendo repugnante la maternidad, infames las madres, asquerosos los hijos, repulsivos los padres, miserable el sexo, groseros y mezquinos cuantos les rodean, sórdido el mundo y opresiva la realidad.

El resultado es modernidad impostada, autorialidad falsificada, nihilismo de pega, dureza sin contenido, feísmo de diseño (que, no obstante, hace continuas concesiones esteticistas). Una mentira disfrazada de verdad hiriente o de indagación sin contemplaciones sobre zonas de sombra de la sociedad y la naturaleza humana. Una muy bien fotografiada e intensamente interpretada falsificación del cine de autor. Haneke con faldas (escocesas y femeninas, que ambas naturalezas confluyen en esta directora) haciendo como que hurga en busca de las raíces del mal. Algo así como Elephant vista por una mema posmoderna. Y en la medida en que estetiza el horror, tan pornográfica como la justamente denostada Tan fuerte, tan cerca de Daldry. Sólo que ésta ha sido aplaudida. Por algunos.

"Mami era feliz antes de que el pequeño Kevin llegara", le dice la mamá amargada a su niño diabólico en un momento de la película, mientras este guarrea aún más la casa estrellando platos de papilla. Lo mismo entran ganas de decirle a Lynne Ramsay, directora de esta película con la que se da a conocer en España.

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