Toros

Tragedia en Gómez Cardeña

Los taurinos fijan el 2 de mayo de 1914 en Madrid el comienzo de la competencia entre José Gómez Gallito y Juan Belmonte. Ese mismo día se inició la Edad de Orode la tauromaquia, finalizada el 16 de mayo de 1920 en Talavera de la Reina. José y Juan torearon juntos doscientas cincuenta y ocho veces, un récord jamás igualado por ninguna competencia taurina. Joselito cortó la primera oreja en la Real Maestranza (1915), superó las cien corridas en tres temporadas y fue seis años seguidos el primer matador de toros del escalafón. Juan Belmonte logró el récord de ciento nueve corridas en 1919.

Aunque la Edad de Orode la tauromaquia transcurre entre 1914 y 1920, la ciudad de José y Juan abarca desde finales del siglo XIX hasta finales de los años veinte del siglo XX. Durante ese período, la ciudad tiene unos perfiles urbanos, arquitectónicos, costumbristas y ambientales que son herencia ancestral, pues todavía se mantienen las raíces medievales en el trazado urbano de la ciudad, circunstancia que se mantuvo hasta los albores de la Exposición Iberoamericana de 1929.

Durante ese período de tiempo hay hitos como la llegada del tranvía eléctrico, el primer automóvil con placa SE-1, el nacimiento del fútbol, la hambruna de 1905 que fue la última de Occidente, el primer vuelo de aeroplanos en Tablada, los derribos del acueducto almohade de los Caños de Carmona y de la torre Pasarela y un largo etcétera. Es también el tiempo de la España de Pan y Toros, desangrada por el Desastre del 98 y las guerras de África.

José Gómez Ortega, Gallito Chico, Joselito, murió el 16 de mayo de 1920 en Talavera de la Reina. Juan Belmonte García, Pasmo de Triana, Terremoto, murió el 8 de abril de 1962 en su cortijo de Gómez Cardeña. Hace ahora medio siglo. La familia pidió al boticario apóstol de Triana, Aurelio Murillo Casas, que lo amortajara con la túnica de la Hermandad del Cachorro. José murió de una cornada del toro Bailaor de la divisa de la Viuda de Ortega. Juan murió de un tiro en la sien disparado por una pistola marca Star, del 9 corto.

El Pasmo de Triana, Terremoto, había pasado la noche última compartiendo lecho con la bella y sensual rejoneadora extranjera a la que había brindado protección y ayuda profesional. No pudo Juan responder como hombre a los estímulos y deseos de la muchacha. Entonces, se encerró en la placita de tientas con el semental más bravo. Lo toreó hasta quedar el animal vencido por el cansancio, jadeante, con la lengua fuera y babeando. ¡Mátame, toro!, le gritaba Juan demudado, sudoroso. Pero el toro no se movió. Le tiró con genio la muleta a la testuz, se volvió de espaldas y fue andando despacio hacia el burladero. Su rostro desencajado por el esfuerzo y la emoción, resplandecía al sol mañanero por las lágrimas que lo surcaban. Entró en el cortijo, sonó un disparo, y la criada corrió al despacho para encontrarlo caído de espaldas, con la mirada sin vida, en un charco de sangre.

Juan Belmonte no actuó en España en la temporada de 1918, pero en la siguiente superó la marca de Joselito, que en 1919 sumó noventa y una corridas y ciento noventa y ocho toros muertos, perdiendo algunos festejos por percances. El Pasmo de Triana fue más respetado por los toros y pudo actuar en ciento nueve corridas, perdiendo una decena de contratos por cogidas. Juan Belmonte mató en 1919 doscientos treinta y cinco toros, no logrando superar los doscientos cincuenta y uno de Joselito en 1916.

Belmonte tampoco volvió la espalda a los toros con fama de duros. Del hierro legendario de Miura estoqueó ochenta y dos reses, cinco de ellas como novillero. Toros de las divisas de Murube, Pablo Benjumea, Guadalest, Santa Coloma, Pablo-Romero, Concha y Sierra, Saltillo, fueron frecuentes en los carteles donde figuraron Belmonte y Gallito.

Juan Belmonte García nació el 14 de abril de 1892, en la casa número 72 de la calle Feria, en el barrio de la Macarena. Fue el primer hijo del matrimonio formado por José Belmonte Peña, natural de Prado del Rey, y Concepción García Ibáñez, nacida en Sevilla. El segundo hijo, Manuel, también tuvo la misma madre, pero al fallecer ésta poco después de trasladarse la familia al arrabal de Triana, su padre volvió a casarse con una hermana de su primera mujer, llamada Soledad, y vinieron al mundo once hijos más, hasta sumar trece en total. Después de Juan y Manolo, nacieron Carmela, José, Concepción, Josefa, Luis, Antonio, Paco, Rafael, Joaquín, Angelita y Soledad.

Con apenas ocho años, el recuerdo de la calle Anchalaferia y su ambiente macareno, quedaron superados. En Triana transcurrió la segunda infancia y juventud de Juan Belmonte, residiendo en corrales de vecinos de las calles Castilla y Procurador, plaza del Altozano, calles Lugo, Pagés del Corro, Pureza, Antillano Campos, Pasaje Bernal. Un largo y frecuente peregrinar por el arrabal forzado por la precaria situación económica de la familia, cuya memoria fue recuperada por Enrique Vila en 1946, aportando datos hasta entonces inéditos. El padre de Juan Belmonte era quincallero, pero su negocio fue de mal en peor hasta el punto de verse obligado a dejar con frecuencia sus domicilios por falta de pago a los caseros.

Sufrió Juan Belmonte en sus carnes la pobreza, y conoció la vida infrahumana de los corrales de vecinos. El matrimonio y sus trece hijos, niños y niñas, vivieron hacinados en dos habitaciones míseras reblanqueadas. En los corrales, el agua potable había que buscarla en la fuente del patio; para las necesidades fisiológicas, sólo había un retrete por planta, para más de veinte familias; fogones y lavaderos eran también colectivos. La luz eléctrica suponía un lujo para la inmensa mayoría de los vecinos de los corrales, que se alumbraban con quinqués o mariposas nadando en latas de aceite refrito.

El arrabal de Triana fue un universo taurino en todas las épocas, enriquecido con la presencia de Juan Belmonte, su máxima estrella. Las valiosas aportaciones trianeras de Enrique Vila a la biografía de quien fue llamado Pasmo de Triana en toda España y América, fueron complementadas en los primeros años noventa por Ángel Vela Nieto, natural de Triana e investigador infatigable de la historia de su barrio. En El Correo de Andalucía [14 abril 1992] publicó un ensayo donde recuperó la memoria histórica de "los sitios y las gentes de un barrio que presenció las andanzas de Belmonte y sus anárquicos compañeros de aventuras taurinas". Belmonte no abandonó Triana pese a los recuerdos dolorosos de su infancia y juventud, cuando comenzó a triunfar como torero. Aunque sí cambió el tipo de vivienda, como es natural. De manera que volvió a la calle Castilla, escenario de su primera infancia, pero a la casa de pisos número 113, donde llevó a sus padres y hermanos a vivir como personas. Dice Enrique Vila en su biografía, que Juan "fue más padre que el padre", y son muy conocidos los testimonios de algunos hermanos, sobre todo de Rafael, que siempre reconocieron la dedicación de Juan a sus familiares, por los que hizo todo lo humanamente posible para que pudieran garantizarse su futuro. Tampoco olvidó Belmonte a sus amigos más íntimos, con los que fue generoso.

Entre 1914 y 1917 se forjó la competencia taurina de Joselito y Belmonte, consolidada en 1919 y 1920, con el paréntesis de la temporada de 1918, cuando el Pasmo de Triana dejó de torear en España y se quedó en América. Después de este paréntesis, Juan Belmonte estuvo arrollador en 1919, uno de sus mejores años. Fue en esta temporada cuando toreó ciento nueve corridas y estableció una marca que se mantuvo hasta 1970. Asimismo estoqueó doscientos treinta y cinco astados y logró cincuenta y siete orejas y once rabos. Este año Joselito toreó noventa y una corridas y mató ciento noventa y ocho toros. La temporada siguiente, la última de Joselito, Juan Belmonte sólo toreó sesenta y ocho corridas, y su rival veinte. Esta temporada el primer puesto del escalafón fue para José Ignacio Sánchez Mejías, con noventa festejos. Mientras duró la competencia, José y Juan se encerraron con los toros más afamados de la época, comenzando por los de Miura. Y Juan Belmonte fue el primer torero que cogió el cuerno de un Miura [Sevilla, 21 abril 1914], y por la mazorca, con gran consternación del ganadero. Como bien dijo Terremoto, el problema estaba en que ni a él ni a José los mataba un toro, y la gente estaba hastiada del poderío y arte de los dos toreros. De ahí que el tribunal de la historia hiciera justicia varios años después de la muerte trágica de Joselito, y fijara entre 1914 y 1920 la Edad de Oro de la Tauromaquia.

La temporada de 1914, el 2 de mayo, José y Juan torearon juntos por primera vez en Madrid. Los estudiosos de la Tauromaquia han fijado en esta corrida el comienzo de la Edad de Oro. Hasta llegar a 1914, Juan Belmonte tuvo una vida taurina y personal muy distinta a la de su rival Joselito. El año 1910 fue clave para su futuro. De la mano de su mentor Antonio Calderón, antiguo banderillero de Antonio Montes, la persona que lo descubrió y siempre tuvo fe en sus cualidades, toreó en Arahal el 24 de julio, en un festejo mixto donde Belmonte dejó constancia de su valor temerario, resultando lesionado. Ese mismo año toreó en Constantina también con éxito, poco antes de presentarse en la Real Maestranza sin picadores, alternando con Bombita IV y Pilín. Fue el 21 de agosto. Don Criterio escribió en El Liberal: "Seis bichos de don José Vázquez, del hierro del Papillo. El debutante Belmonte toreó de capa valiente y con estilo, haciéndolo de igual forma al muletear. Brindó el sexto a un aficionado que ocupaba asiento en el palco llamado del arrastradero. Se mostró valiente con el trapo y despachó al animal de un pinchazo y media buena. El espada salió a hombros hasta su domicilio. Un kilómetro [...] Belmonte ha estado bien. Con ganado de cartel le hubiera lucido más su faena". En efecto, Belmonte fue llevado en hombros hasta el corral donde residía en la calle Pureza.

Al año siguiente, el 30 de julio de 1911, Juan Belmonte vuelve a torear sin picadores en la Real Maestranza y tuvo una mala tarde con reses del Papillo. Le echaron el segundo novillo al corral, después de escuchar los tres avisos. Pero Belmonte, presa de un ataque de pundonor, se arrodilló delante de la res y se lió a golpes con el bueyacón, gritándole: "¡Mátame, mátame!". Existe una fotografía de aquel hecho, en la que Belmonte se tiró materialmente sobre la testuz, mientras Calderón y un monosabio trataban de separarle.

Tras el fracaso, la retirada. Juan Belmonte se consideró negado para el toreo y se fue a trabajar de peón en las obras de la corta de Tablada. Pero el fiel Calderón no dejó de animarle y buscarle ocasiones de torear en el campo. Y en 1912 consiguió que le contrataran en la plaza de Valencia, donde logró triunfar. El 21 de julio de este año debutó en la Real Maestranza con picadores, y consiguió un gran éxito, que le abrió las puertas de otras plazas. Con Belmonte torearon aquel día Larita y Curro Posadas, que lidiaron novillos del duque de Tovar.

Don Criterio comentó exultante aquella novillada, celebrada un mes después de la presentación de Gallito en la Real Maestranza, también con picadores. "¡Paso al gran artista!", dijo el crítico del benjamín de los Gallos. Y sobre el debut de Belmonte, tituló su crónica con la siguiente frase entusiasta: "¡Ruidoso éxito de Belmonte. Hoy por hoy, está Triana en alza!".

Juan Belmonte se presentó en Madrid el 26 de marzo de 1913, obteniendo un gran éxito. Durante este año toreó numerosas novilladas, hasta llegar al 16 de octubre. Ese día y con toros de Olea, tomó la alternativa en la plaza madrileña, de manos de Rafael González Machaquito y con Rafael El Gallo de testigo.

En la temporada siguiente, el 2 de mayo de 1914, se produjo el ya citado primer encuentro con Gallito en la plaza de toros de Madrid. Abrió plaza Rafael El Gallo, testigo de aquella corrida histórica, en la que José y Juan triunfaron y sembraron esperanzas de un nuevo tiempo para la fiesta de los toros. No pudo comenzar mejor la tan deseada competencia recuperadora de las esencias taurinas.

La plaza de Madrid, donde José y Juan sufrieron el injusto rechazo social la aciaga tarde del 15 de mayo de 1920, víspera de la tragedia de Talavera de la Reina, fue la que encumbró a ambos toreros, la que fomentó la competencia iniciada por los aficionados sevillanos.

Joselito toreó en Madrid seis corridas de novillos y ochenta y una de toros. Belmonte lo hizo cuatro veces de novillero y sesenta y cuatro de matador de toros. En Sevilla, Joselito toreó siete novilladas y cincuenta y ocho corridas de toros. Belmonte actuó en la Real Maestranza ocho veces como novillero y cincuenta y tres como matador de toros.

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