1919. A la Señora de Córdoba se le atribuía la virtud de llevar distinta expresión en sus salidas y exposiciones ante sus incontables devotos. Un escritor anónimo de El Defensor de Córdoba desvelaba esta razón en la Semana Santa de 1919. La crónica firmada por el Duende de los Archivos bajo el título El doble rostro de la Virgen de los Dolores, se hacía eco de los comentarios que la imagen despertaba a su paso: "Hoy tiene la Virgen la otra cara…", o "Este año, lleva la Virgen otra cabeza…" Intrigado, estudió los archivos de la Hermandad y, dando los datos del año, el folio y el libro, concluyó en lo siguiente: que fue adquirida en 1718 por la cantidad de "cincuenta y tres reales y cinco maravedís". Prejuzgaba que "debió echarse de ver que el rostro de la santa efigie no tenía aquel aspecto de dolor y de pena que la piadosa Hermandad deseara". Y el 16 de abril de 1719 dejaba escrito su hermano mayor que: "había comprado una cabeza a la imagen de Nuestra Señora de los Dolores". De modo que el 18 de octubre de aquel año aparece también en las actas que "Se le dieron a don Juan Prieto, escultor, cien reales de vellón, por la hechura de la cabeza segunda que hizo a la Imagen de Nuestra Señora de los Dolores". Duda el escritor si con esta segunda se destruyó la primera por el fuego "como es costumbre litúrgica" o se conservó, pues halló también otro folio que, fechado el 26 de enero de 1766, rezaba: "Siempre que sea preciso retocar o componer todo o parte de los dos rostros de Nuestra Madre haya de determinarse en cabildo de hermanos plenos". Su reflexión final era que "nada importa, nada significa para la arraigada piedad y encendido fervor de los cordobeses hacia la Virgen".
1940. Las manifestaciones religiosas estaban ya hondamente arraigadas en el pueblo cordobés en los primeros años de post-guerra. Tras el trienio bélico en que por razones de seguridad las procesiones y los ritos de Semana Santa cambiaban sus horarios y ubicaciones, entre el Domingo de Ramos y el de Resurrección un total de 12 hermandades hicieron estación de penitencia por las calles de Córdoba, resultando singularmente lucidos los recorridos, en los que reinó el nuevo orden que imperaba en todo el país. Los bandos estrictos de gobernadores y alcaldes eliminaron cualquier tipo de conflicto, y por primera vez se instalaron los palcos en la calle Claudio Marcelo, que fueron ocupados por las primeras autoridades civiles y religiosas. Desde los escasos medios de comunicación se pedía a las mujeres el uso de la mantilla. La Semana Santa cordobesa empezaba a mostrar la estética que conserva hasta nuestros días.
1954. La práctica de la caridad en la Semana de Pasión y los días previos por parte de las cofradías y hermandades, está presente a lo largo de todo el siglo XX y particularmente en los momentos de hambruna y crisis económico-laborales. En 1954 confluyen dos frentes en las preocupaciones de los hermanos cordobeses: los soldados de la División Azul y la ya clásica ayuda a los menesterosos, que en forma de limosna tendrían lugar en diferentes actos religiosos. Uno de los detalles más significativos de ese año es la recuperación de los altares y el certamen que los premia, convocado por la Agrupación de Cofradías. Se basó esta iniciativa en el carácter de estos altares que, como los Patios y las casas de paso, son elementos exclusivos de Córdoba.
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