los pedroches

Un estudio advierte de que sólo el 49% de la superficie de dehesa se regenera

  • El Plan Director de la Junta señala que los quercus del Norte de Córdoba son las más envejecidos de la comunidad La podredumbre radical adquiere "proporciones epidémicas"

La dehesa, un ecosistema único en el mundo que tiene en el Norte de Córdoba su mayor extensión, está en peligro. Así lo recoge el director del Plan Director elaborado por la Junta de Andalucía, un documento que advierte de que sólo el 49% de la superficie adehesada se regenera. La situación es especialmente grave en la provincia. El trabajo realiza una caracterización territorial del arbolado y dibuja un mapa de distribución espacial según el diámetro de los árboles. La conclusión es que las formaciones adehesadas con clases diamétricas más elevadas -es decir, los árboles más viejos y más expuestos a enfermedades- se localizan en el extremo noroccidental de la provincia de Córdoba. En cambio, en la provincia de Jaén se encuentran las formaciones adehesadas más jóvenes de Andalucía. En el resto de formaciones adehesadas de Sierra Morena (Córdoba, Huelva y Sevilla) es más frecuente la mezcla de áreas caracterizadas por un arbolado perteneciente a clases diamétricas altas con otras con intervalos medios.

La conclusión es la siguiente: "La existencia, en general, de una estructura de clases desequilibrada", con "escasez" de árboles jóvenes que "permitan asegurar la pervivencia de este agroecosistema". Y en este contexto no ayuda la lentitud con la que estos bosques se regeneran. Así, el informe detalla que en el 24% de las formaciones adehesadas no existe regeneración natural, en un 15% el porcentaje de regeneración es inferior al 25%, en otro 15 % se sitúa entre el 25 y el 50%, en el 14% entre el 50% y el 75% y en el 29% el porcentaje de regeneración es superior al 75%. Según las especies, en los puntos con existencia de regeneración, el 41,8% pertenecía a regeneración de encina, el 3,8% de alcornoque, el 2,9% de acebuche y un 0,5% de quejigo.

Y un dato más para alimentar la incertidumbre que envuelve este ecosistema: el 67,40% de la regeneración localizada en las formaciones adehesadas muestreada se considera vulnerable frente al pastoreo. El informe destaca, además, que los árboles más maduros, aquellos de mayor diámetro, son los que poseen un menor porcentaje de regeneración natural. "Estos datos son especialmente relevantes ya que ilustran la relativamente elevada falta de regeneración de las formaciones adehesadas andaluzas, especialmente en las dehesas más envejecidas", advierte el Plan Director. Las dehesas con árboles más viejos de toda Andalucía se encuentran en el Norte de la provincia, por lo que la situación aquí es especialmente grave.

El borrador del plan andaluz repasa las principales amenazas de la dehesa. La principal es la seca de los quercus. El estudio recuerda que en las últimas décadas del siglo XX se empezó a observar la aparición de un número elevado de ejemplares de encinas y alcornoques vegetando con dificultad y que, con frecuencia, acababan muriendo. Esta situación se englobó bajo el término "seca". Los síntomas asociados son inespecíficos y similares a los provocados por otras afecciones que provocan la desecación total o parcial de la planta, con una pérdida progresiva de hojas. Las situaciones en las que aparece una masa arbórea debilitada pueden deberse bien a la acción de un agente nocivo único y claramente identificado o bien a la acción conjunta de varios, explica el informe. El caso más claro de un agente único es el asociado a la podredumbre radical provocada por Phytophthora cinnamomi y Phythium sp. cuya extensión de daños en Andalucía occidental la convierte en la principal causa de mortandad de encinas y alcornoques.

A pesar de ser un organismo que se encuentra ampliamente distribuido por toda Andalucía, su presencia en el área occidental está adquiriendo "proporciones epidémicas" al ser responsable de gran parte de la muerte de las encinas y alcornoques de la zona. La sintomatología aérea aparece tras la infección de las raíces, de forma progresiva o súbita. En el primer caso, la muerte del árbol se puede demorar varios años, durante los cuales las hojas amarillean y se marchitan, y aparecen los característicos puntisecados. En las muertes súbitas el proceso es más rápido y se mide en semanas o meses: las ramas se secan rápidamente y quedan las hojas prendidas durante un tiempo, adquiriendo una tonalidad parda-amarillenta. Dado lo inespecífico de los síntomas asociados a la podredumbre (que coincide con los de los decaimientos), el diagnóstico de la enfermedad debe basarse en el aislamiento e identificación del patógeno en las raíces.

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