La esquina

José Aguilar

Educación financiera

EL informe PISA, que es la evaluación internacional más completa y prestigiada sobre el nivel educativo de muchos países, nos trae a mal traer. Cada tres años se difunde uno, y cada vez que se difunde da un disgusto a España: seguimos en los puestos de cabeza en fracaso y abandono escolar.

No falla. Demasiados adolescentes españoles suspenden en los tres parámetros básicos que analiza el PISA (matemáticas, ciencias y lectura) y demasiados dejan las aulas en cuanto les es legalmente permitido porque concluyen la etapa de enseñanza obligatoria. Y, como saben los profesores, muchos de estos últimos pasan los últimos cursos a regañadientes, y entorpeciendo el aprendizaje de sus compañeros, antes de salir tarifando. Tarifando hacia el paro, el empleo temporal o el subempleo.

La OCDE, que patrocina estos dictámenes, firmó ayer un acuerdo con un banco español (BBVA) encaminado a incluir en la próxima edición del PISA una nueva prueba: la educación financiera. El banco pondrá un dinero para desarrollar los indicadores que se examinarán en esta prueba y promover el conocimiento de los problemas financieros. Pocas cosas parecen más necesarias para mejorar la formación de los jóvenes españoles que hacerles comprender el mundo de las finanzas. Bueno, de la economía en general. Los estudiantes desconocen, y no por su culpa, los rudimentos más elementales -valga la redundancia- de la vida económica.

Es más, los que ya han dejado de estudiar hace tiempo también ignoran cómo funciona la economía de su país. En realidad, habría que implantar una especie de educación permanente de adultos para que todos nos pongamos al día en los conceptos económicos y financieros. La ignorancia que arrastramos es tan supina que sólo ella explica -junto a la codicia humana- que tantos pequeños ahorradores se embarquen en negocios ruinosos que prometen euros a 130 pesetas o se dejen engatusar por los bancos en operaciones en las que ellos pierden sus pequeños capitales y las entidades financieras engordan los suyos.

No estamos educados en las reglas del juego de la economía de mercado, lo que nos convierte en sujetos pasivos de las mismas. Ni como emprendedores, ni como inversores ni como consumidores. Ni siquiera sabemos muy bien el significado de los nuevos términos que los expertos ponen en circulación cada pocos meses y solamente su reiteración termina, si hay interés, por hacérnoslos familiares. Esta iniciativa OCDE-BBVA es, por eso, prometedora, pero obliga a las autoridades educativas a cambiar programas y planes de estudios. Si no, el próximo informe PISA, previsto en 2012, nos dejará en evidencia en otro apartado más.

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