NO falla. En cuanto la incompetencia de un ministro alcanza su máximo nivel impulsada por algún imprevisto, el Partido Popular se las apaña para acudir en su defensa. Han leído bien: el PP se ha especializado en facilitar las maniobras de camuflaje del poder. Se supone que involuntariamente, pero el efecto es el mismo: el ministro se afianza.

En este caso, la ministra. ¿Cómo que qué ministra? La de Fomento, Magdalena Álvarez, la máxima responsable política, aunque no la única, del caos que se ha vivido en el aeropuerto de Barajas (es el cuarto de Europa y en pleno mes de enero sólo disponía de una máquina quitanieves). En cualquier país con hábitos democráticos más asentados que el nuestro ya hubiera sido destituida.

Aquí no. Aquí el principal partido de la oposición se lanza en tromba a exigir su dimisión, consiguiendo lo contrario. Una persona tan poco dotada para la autocrítica jamás va a dimitir. En cuanto al cese por decisión ajena, el único que puede tomarla, el presidente del Gobierno, ni harto de vino está dispuesto a concederle esa pieza al PP. Si no se deshizo de ella al formar Gobierno para su segundo mandato, a pesar de pedírselo buena parte de su partido, menos lo hará por exigencias de Mariano Rajoy. Ya incluso es dudoso que vaya a prescindir de Álvarez en la recta final de la legislatura, cuando tiene prevista una remodelación de su gabinete, si no antes.

Por si le faltaban asideros a Magdalena, va una diputada fracasada del PP -pertenece a un PP mínimo, el PP catalán, e incluso fracasó en su intento de liderarlo- y le echa estúpidamente una mano. La ministra de Fomento es andaluza y habla, atropelladamente, en uno de los modos del habla andaluza. Hace falta ser lila, y con balcones a la calle, para fijarse en eso y despreciar de paso a todos los andaluces, en vez de denunciar simplemente la ineptitud de la ministra. Es lo que ha hecho Montserrat Nebrera, reactivando el aparato propagandístico del PSOE andaluz, habituado, por otra parte, a estas carambolas tan fáciles (antes ya se las pusieron en bandeja Montoro, Mayor Oreja y Esperanza Aguirre, entre otros).

Con esta oscura historia de la prima Montse (Nebrera), se ha perdido de vista lo fundamental, que es la gestión de Magdalena Álvarez. Ella, por su parte, remata la jugada abriendo expediente a Iberia y llevando al Congreso al presidente de esta compañía privada. También anuncia una posible depuración entre sus altos cargos. Es un clásico magdaleniense. Desde que es ministra ha tenido varios jefes de gabinete y varios jefes de comunicación. Trabajar en equipo tampoco es su fuerte. Ahora tal vez destituya a algún subordinado como cortafuegos. Así ella sigue a salvo.

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