La tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

la chispa de la vida

COCA-Cola deja de producir en Venezuela. Si uno entra en la noticia, sin leer el detalle, creerá que Maduro se ha salido con la suya, y por fin ha conseguido derrocar al refresco yanqui, imperialista y capitalista por excelencia y desterrarlo de su país. Pero no. No es un triunfo de Maduro, más bien una derrota en toda regla. Una nueva, sumemos. La fábrica de Coca-Cola en Venezuela ha detenido su producción porque ya no hay azúcar para elaborar el célebre refresco. Seguro que ya hay alguien reprochándome la falta de información, o la deformación de la información o que estoy intoxicado por la información imperialista que nos tiene a todos gangrenados. No, es la misma noticia en diferentes medios de comunicación. La fábrica de Coca-Cola no tiene azúcar, así, tal cual. Semanas atrás, una de las grandes marcas de cerveza del país anunciaba la suspensión de su actividad, igualmente, ante de la falta de las materias primas necesarias para su elaboración. Y una importante compañía aérea va a dejar de operar en Venezuela, y no es un bulo malintencionado. Esa es la realidad. La lista se amplía. Lamentablemente, en los últimos tiempos las noticias que nos llegan de Venezuela son similares. Escasez en los suministros más esenciales, funcionarios que solo pueden trabajar unos días a la semana, comercios cerrados, empresas que quiebran, etc, etc. Lo están pasando mal en Venezuela, muy mal, pero no solo desde un punto de vista material, de suministros que faltan o tardan en llegar, también desde en plano social. Por mucho que algunos se empeñen en negarlo o en ignorarlo, hoy hay presos políticos en Venezuela. Quien no está en sintonía con el régimen de Nicolás Maduro y lo expresa públicamente corre el riesgo de acabar en la cárcel, producto de la quiebra de libertades. El motivo, da igual, ya encontrarán una lista de argumentos con los que justificar lo injustificable. Pero esa no es la verdad, claro que no, la verdad es la que unos cuantos nos quieren vender. Esos mismos que dicen estar en posesión de la verdad absoluta y que han venido a este mundo para salvarnos, para liberarnos de esa verdad relativa y relativizada que nos está hundiendo en el fango. Verdades absolutas, qué pánico.

Debo de reconocer que los primeros momentos de Chávez los entendí y reconocí como una buena noticia, como el inicio de la lógica normalización democrática de Venezuela. Y puede que los fueran, o nos hizo creer que así los fueron, o solo fue una pose, puro maquillaje, ya que en sus últimos años se plantaron las raíces de este engendro retorcido que contemplamos hoy. Después, Maduro, autoproclamado líder por inspiración inmaterial, fiel jardinero, regó y abonó el tétrico y espinoso árbol de la dictadura para mostrarlo en todo su esplendor, vendiéndolo bajo la excusa de no sé qué revolución que ya nadie se cree. Pajarito incluido. Y como todo buen dictador, Maduro no se ha buscado solamente un chivo expiatorio al que culpar de todos los males, dos mil, tres mil, uno cada día, los que sean necesarios. Porque el que no opina como él, el que no aplaude sus decisiones, es un traidor. Porque como dictador que es, solo se rige por una irracional y funesta máxima: o conmigo o contra mí.

Sin embargo, y aún creyendo que España puede aportar mucho en la solución al problema de Venezuela, exportando modelos y realidades, no entiendo que se haya convertido en un recurrente tema de pre y campaña electoral. Me temo que tras la preocupación que exhiben algunos candidatos, tras esas imágenes y palabras bienintencionadas que nos ofrecen, solo se esconde un objetivo con un fin exclusivamente electoralista, de arrancar un puñado de votos a cualquier precio, y todo no vale. O no debería valer, no. Y, además, seamos sinceros, tras estos años de austericidio controlado y supuesta mejora económica que nos ha condenado a la ruina, cruel ironía, ojo a los próximos meses, ya tenemos bastante con nuestros problemas, con nuestras desgracias, con nuestros recortes bien recortados, como para buscarnos más que cargar sobre nuestras espaldas. Por eso, ojalá está campaña se centré en los problemas reales y verdaderos de los españoles, que son muchos. Porque la cosa no está bien, y también necesitamos una inyección, o mejor una riada, como al otro lado del Atlántico, de chispa de la vida, aunque sea sin cafeína.

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