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José Antonio / Montilla

La trampa del referéndum

EL referéndum de independencia de Cataluña ha vuelto, si alguna vez se había ido. Ya sabemos que la promesa de celebrarlo en el plazo de un año le sirvió a Podemos, versión Colau, para obtener un magnífico resultado electoral en Cataluña. Pero ahora, en el debate de investidura, han sido los nuevos independentistas de Convergencia quienes han vuelto a una pantalla anterior en el proceso de desconexión y condicionaban su apoyo a Sánchez a la aceptación de ese referéndum. No me sorprende. Comprendo perfectamente a quienes ven en su convocatoria un paso fundamental en el proceso de independencia, al margen del resultado. Y es que, efectivamente, en un contexto pacífico, la independencia se alcanza mediante la desconexión. Lo explicaba Tony Judt en Posguerra, al referirse a la ruptura de Checoslovaquia. La separación fue de terciopelo, a diferencia de lo ocurrido en los Balcanes, porque hacía decenios que las dos comunidades, checa y eslovaca, actuaban de espaldas, sin apenas relación entre ellas. Esa separación de comunidades se refuerza con un referéndum de independencia en el que deba optarse por el sí o el no. La comunidad política se fractura, se abre un abismo entre los dos bloques enfrentados que ya resulta imposible cerrar; cada persona se sitúa en uno de los bloques, y cada bloque genera su propio hábitat, con su tejido asociativo, medios de comunicación, etc. El resultado no es tan importante pues siempre ganan los independentistas. Por supuesto, si sale el sí, pero también con el no han ganado los partidarios de la ruptura. La comunidad política ya está rota y se trata de esperar pacientemente el momento de certificarlo. Lo hemos comprobado en Escocia. ¿Para qué ha servido ganar el referéndum a los contrarios a la independencia? En realidad, para nada. Todo el proceso ha reforzado a los independentistas pese al resultado final y ha profundizado la brecha ya existente con los unionistas hasta hacerla insalvable. Cuando un camarero te advierte que debes pagar una cerveza con un billete emitido por el Banco de Escocia te das cuenta que Reino Unido ya no existe. Por esto sostengo que el referéndum de independencia en Cataluña sólo sirve a los independentistas; para los otros el único camino debe ser la incansable defensa del diálogo sincero sobre las posibilidades de continuar juntos aunque, como decía Donoso Cortés, "no para estar juntos sino para hacer algo juntos". Y si tras intentarlo se concluye que no es posible, entonces procede el referéndum simplemente para acelerar o retrasar lo inevitable.

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