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El vigor del patrimonio humano

  • Cohesión. Córdoba son los que cantan, los del costal, los del patio, los de la corneta, y convendría que ni los nuevos ni los viejos políticos lo olvidasen cuando se empeñan en dividir

L OS días comienzan a alargarse y el final de este invierno, suave como pocos por estas latitudes, se aproxima en el horizonte. El exilio pues en cines, hogares o cafeterías va tocando a su fin y las calles comienzan a plagarse de gentes dispuestas a disfrutar del periodo más intenso y vitalista que tiene Córdoba: la primavera y su larga preprimavera. Ya se vio eso con el Mercado Medieval, propuesta de dudoso gusto estético pero atrayente al parecer para miles, y este fin de semana se ve con un Carnaval cordobés que, sin ser la apoteosis, sí que da muestras de estar bien vivo. La siguiente, muy tempranera este año, será la Semana Santa, y eso ya sí son palabras mayores, el comienzo de todo lo que habrá de venir.

El viernes noche, por ejemplo, esto que digo se palpaba en la calle. Coincidían en ellas carnavaleros vestidos para disfrutar de la primera noche de fiesta y de la final del Gran Teatro con numerosas cuadrillas de costaleros que aprovechaban las horas nocturnas para emplearse en sus ensayos. Uno de ellos, que paró para tomarse una caña ligera en un barecito de la calle San Fernando, le decía a otro que había esa noche más tráfico de pasos cofrades que de coches. Y verdad era, porque mientras los chicos reponían fuerzas se cruzaban por Capitulares dos cuadrillas esforzadas en su quehacer. Supongo que también en las afueras de la ciudad, por Chinales, se escuchaban a esas horas el ensayo de alguna banda musical.

Son miles, en realidad, las personas que se encuentran detrás de los festejos populares. Gente que le quita tiempo a sus familias para entregárselo a causas que les apasionan pero que no les supone ningún beneficio económico. Cordobeses que en realidad son la base, junto al patrimonio, del gran éxito turístico del que goza la ciudad cuando llegan los meses cálidos, cosa que parece obvia pero que a menudo se olvida cuando nos perdemos en los personalismos y la politiquería. Sin ellos no tendría el turismo el vigor que tiene ni podrían celebrarse fiestas como los Patios, cuyos cuidadores supongo que ya andan metidos en faena para tener listos sus recintos en mayo y asombrar al mundo un año más.

Toda esa gente anónima, esforzada, es la base de cualquier futuro que pueda soñar Córdoba y a ellos es a los que se traiciona cuando los representantes públicos tienden a marcar sus diferencias ideológicas para tratar de mejorar sus opciones electorales. Cuando utilizan de forma instrumental temas serios y cuando tratan de aparentar que existen Córdoba distintas, Córdobas de la camisa y de la camiseta, Córdobas de Primero de mayo y Córdobas del Día del Corpus, Córdobas que algunos desean mantener en dura pugna por intereses de visibilidad política cuando en realidad ni existe eso ni se debe impulsar.

Deberían por contra los capitulares entender que lo que hacen en la Casa Consistorial no es tan importante. Que porque promuevan un minuto de silencio por tal o por cual tema ni se frenan las guerras ni cambia el mundo. Que porque den una rueda de prensa ante muchos periodistas o porque aprueben unos presupuestos no va a cambiar la vida de los cordobeses ni en un 0,1%. Que su capacidad de influjo, aunque haga mucho ruido mediático, es reducida y más en estos consistorios actuales, pírricos de faltriquera, que apenas tienen dinero para pagar los gastos corrientes y poco más. Deberían, por contra, fomentar algo tan simple como la cohesión social y la concordia, la cordobesía y la cortesía, porque su ejemplo en este aspecto sí influye y si es importante. Entender al cabo que Córdoba es su patrimonio humano y no sus dirigentes. Córdoba son los que cantan, los del costal, los del patio, los de la corneta, y convendría que ni los nuevos ni los viejos políticos lo olvidasen.

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