El hijo de la luz

antonio Manuel

Soy nacionalista

SOY nacionalista. Andaluz, por supuesto. Y sé por qué lo soy. Por eso me sorprende la indiferencia social o intelectual con la que se acepta el término nación para referirse al Estado español, por ejemplo en la última pantomima de debate parlamentario. Especialmente por quienes abominan del término nacionalismo desde el prejuicio y la más parvularia ignorancia.

No dudo que para algunos España sea una nación. Para mí, no. Jamás podría adscribirme a una identidad colectiva construida sobre el exterminio de la diversidad religiosa y cultural. Fallido, por cierto. Ése es el fundamento del nacionalismo español al que le sigue molestando que no se hable en castellano o no se rece de rodillas. España es políticamente un Estado. Una estructura de poder territorial que aún conserva las vigas viejas y apolilladas de sus mitos fundacionales. Por eso en España conviven hasta cinco modelos de Estado a la vez: Estado de las Autonomías históricas o de primer rango; Estado del resto de las Autonomías; Estado de las Diputaciones; Estado de los Fueros; y Estado de las Diputaciones Forales.

Cada uno de ellos implica un nivel competencial y una noción radicalmente distinta del Estado. Y además, como si se tratasen de los anillos olímpicos, algunos territorios ocupan las zonas secantes entre dos o varios. De manera que el mapa político estatal para nada tiene que ver con la visión homogénea que los nacionalistas españoles tienen en la cabeza. Por ejemplo, Navarra no es comunidad autónoma de primer rango pero disfruta de un régimen jurídico privado diferente al común y de un modelo de financiación privilegiado mediante pacto fiscal. Allí gobierna la derecha españolista y no pasa nada. Madrid, Cantabria o Murcia no tienen diputaciones y tampoco pasa nada. Andalucía, por el contrario, es Comunidad Autónoma de primer rango, la única por sí misma, pero carece de derecho civil propio por razones de conquista y de un modelo bilateral de entendimiento con el Estado. ¿Y no pasa nada?

Se ha cerrado en falso el debate sobre el estado del Estado. Sin propuestas sociales, electorales ni territoriales. Y ahora se avecina una reforma administrativa en la que se tiende a engordar las diputaciones para fortalecer el nacionalismo español. Ése que los antinacionalistas no cuestionan y refuerzan con su indiferencia. Ése que criticarán los que acudan a la manifestación institucional del Día de Andalucía contra el Gobierno central. Para salvar a España.

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