Historias del tendido

Fernando González Viñas

La tarde de los dobles entre el tedio general

una mala tarde Los tendidos de la plaza de toros estaban ayer desangelados porque aparte del frío y de la lluvia acudió muy poco público. En el callejón había más ambiente

LA sociedad propietaria de la plaza de toros debería plantearse soluciones drásticas para darle un poco de ángel a la plaza. La cosa de ver los tendidos vacíos y grises cansa. Lo más fácil sería pintarlos de colores, algo nada descabellado porque peor fue cuando John Lennon pintó sus Rolls Royce con flores. Aunque la empresa, de momento, ha decidido llenar los tendidos con invitaciones. Ayer había varios cientos de conspicuos aficionados de la asociación de discapacitados Promi. Una gran pancarta, con letras de tipografía taurina, lo expresaba ayer para todo aquel que no se hubiese dado cuenta, que no todo el mundo está despabilado. Los de Promi se lo pasaron en grande, especialmente porque venían con unas cajas de cartón llenas de botellines de agua y patatas fritas, condumio suculento en tardes grises. Eso es todo lo que había en los tendidos sin color de esta plaza de Los Califas tan arquitectónicamente desangelada.

En el callejón se respiraba otro ambiente. El callejón parece estar siempre repleto de colores y sonrisas relucientes que no sé de dónde sacan el brillo en las tardes plomizas. Habían llegado para la ocasión, además de los habituales, el torero Dámaso González padre, viva imagen de su hijo o viceversa, y el también antiguo diestro Javier Vázquez, que no es el de la televisión sino un torero muy de Madrid al que un toro que sabía latinajos le quitó un ojo con su cuerno. La tarde iba de parecidos, de dobles en películas de terror y quizá por ello apareció por fin el empresario, José María González de Caldas con unas gafas oscuras tipo años 80 que le hacían parecer la viva imagen de un crepuscular Jack Nicholson. Caldas se colocó en el burladero del callejón al lado del Chato de Lora, ex matador de toros que con su sombrero beig de vaquero australiano era la viva imagen de Cocodrilo Dundee. Total, que la tarde estaba como de gente repetida y dándome un paseo por donde estaban los aficionados de Promi. Descubrí, justo al lado de Woody Allen, a un Nicki Lauda con sus chamuscados apéndices auditivos. El premio final de la tarde fue para estas espléndidas personas cuando recibieron el brindis del cuarto toro de la tarde, fue de manos de Dámaso hijo, que se parece pero no es lo mismo que el padre, a tenor de lo visto en el ruedo. Por cierto, estaba Salvador Boix, apodera de José Tomás, pero se fue cuando empezó a llover y se desangelaron aún más los tendidos.

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