QUOSQUE TANDEM

Luis Chacón

Nepotes posmodernos

CASI a la vez que Rodrigo de Borja llegaba a Roma, su tío Alonso se convertía en Calixto III. En meses, recibía el capelo cardenalicio junto a su primo. Eran cardinalis nepos -sobrinos- pues su único mérito era ser familiares del Papa. Años después, Rodrigo obtendría la tiara pontificia entre rumores de compra de votos y fraude. La práctica de repartir cargos entre los allegados se pierde en las brumas de la historia pero fue el papado quien acuñó el término nepotismo, tan caro a España desde siempre.

Ver un pariente del Papa entre los cardenales del Renacimiento era tan fácil como encontrarse hoy un familiar o un amigo de un político, sentado en alguna poltrona de libre designación de cualquier gobierno municipal, autonómico o nacional.

Los partidos son imprescindibles para el funcionamiento democrático de una sociedad moderna pero, como el herrero del refrán, tienen en su casa azadón de palo. No hay nada menos democrático y más clientelar que nuestros partidos. Sus congresos recuerdan al cónclave que eligió a Rodrigo de Borja. De veintiún cardenales, nueve eran sobrinos de algún Papa. Quizás por eso los congresos de los partidos son tan previsibles como aburridos.

Así, Alejandro VI siguió la tradición. Repartió los más altos cargos de la Iglesia entre sus hijos y nombró cardenal al hermano de su amante, la bella Giulia Farnesio, que se ganó así el mote de cardenal faldero y que sería el Papa Paulo III. Es escandaloso leer que César Borgia ocupaba tantos cargos antes de cumplir veinte años que era incapaz de recordarlos, pero no es menor la estupefacción que sufre cualquier ciudadano español cuando comprueba la enorme cantidad de veinteañeros que aparentan asesorar mientras pululan por los despachos del poder. Asesorar es aconsejar, dictaminar e ilustrar y todo ello sólo puede hacerse desde la formación y la experiencia de la que, como los hijos del Papa Borja, estos cachorrillos, criados a los pechos del poder, carecen en absoluto.

Es muy triste comprobar que poco hemos cambiado. Estos nepotes posmodernos no se diferencian de los renacentistas; no han sido elegidos por su competencia sino por su parentesco o cercanía. En España, la nómina del poder se recita como la de los deudos de una esquela de las de toda la vida. Ya saben, su esposa, hijos, padres, hermanos, nietos, hijos políticos, sobrinos, primos y demás familia.

Es indigno ver cómo quien exige con su firma severos requisitos a un opositor, no tiene reparo en elegir asesores que ni han cotizado un solo día, ni podrían optar a un trabajo medianamente cualificado en un mercado competitivo. Una sociedad moderna debe basarse en el mérito personal. El nepotismo es corrupción y esta sólo crea ineficiencia.

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