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Editorial: Abyección estremecedora

SI se confirma definitivamente que los restos óseos hallados en la finca de Las Quemadillas son los de los pequeños Ruth y José Ortiz Bretón, y nada parece indicar lo contrario, Córdoba verá cerrarse un caso que ha tenido en vilo a los ciudadanos durante más de diez meses. Las peores premoniciones parece que van a convertirse en realidad y todo apunta a que José Breton mató a sus hijos el 8 de octubre del año pasado tras recogerlos de casa de su hermana y que después prendió fuego a sus cuerpos en la finca de Las Quemadillas para hacerlos desaparecer. Todo ello tras un largo proceso de preparación y con una serenidad y sangre fría execrables. Bretón entra de este modo en la galería de monstruos de la España más negra, en la lista más despreciable de personalidades abyectas y aberradas. El asesino de los pequeños ha permanecido durante todo este tiempo inmerso en su fantasía de secuestro, haciendo sufrir a la madre de sus hijos un tormento que nadie quisiera pasar e intentando engañar a todos con una actitud que mezclaba la supuesta colaboración y el victimismo a partes iguales. Sólo la tenacidad de la familia materna, convencida de que no había otro culpable tras la desaparición, la seria labor desarrollada por el juez Rodríguez Lainz, que ha llevado la búsqueda hasta los más remotos resquicios legales, y la erudición de dos expertos han permitido aclarar un caso que nos traslada a los rincones más oscuros del ser humano y que nos hace reflexionar sobre la propia naturaleza del hombre. Ahora debe ser la Justicia la que caiga con todo su peso sobre José Bretón, tal y como reclamó ayer la familia materna, sin permitir que tretas legales ni artimañas médicas permitan que un monstruo capaz de quitarle la vida a dos inocentes con semejante brutalidad pase en prisión ni un día menos de lo que se merece. Una dura sentencia no devolverá a los pequeños a la vida, pero seguro que al menos dará cierto sosiego a una madre cuya vida ya nunca será igual.

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