Cultura

"Nos trataban como si hubiéramos violado a la doncella de la literatura"

  • El autor malagueño recuerda la situación de desprecio que vivieron los escritores de novela negra en los años 80, un género que en la actualidad vive un 'boom' porque "investiga sobre el pecado"

Juan Madrid (Málaga, 1947) es periodista, escritor de guiones cinematográficos y televisivos y uno de los máximos exponentes de la novela negra en España. Ha publicado más de 40 libros entre novelas, recopilaciones de cuentos, novelas juveniles y ensayos y su obra ha sido traducida a 16 lenguas. Ayer mantuvo un encuentro con lectores en Córdoba para hablar sobre la situación de este género.

-¿Está más extendido el género negro o el policiaco en la actualidad?

-La diferencia es que el género negro apareció en EEUU en 1930 con Dashiell Hammett y utiliza menos elementos que la novela policiaca clásica pero bucea más sobre las cloacas de la sociedad. La policiaca clásica es la más extendida en este momento, sobre todo con la variedad de que otra vez vuelven los policías a ser protagonistas. En el siglo XIX eran los detectives, ante la desconfianza de la burguesía hacia el cuerpo de seguridad del Estado, y en el siglo XX se volvió, principalmente en Europa, a que los policías sean protagonistas, como el caso de Petros Márkaris, Georges Simenon y un gran número de escritores.

-¿Tiene buena salud en España?

-Sí, porque está contando historias desconocidas y sobre todo investiga sobre el pecado, y eso siempre es interesante.

-En los últimos años ha habido un boom de la novela negra. ¿A qué cree que se debe esta atracción que genera en los lectores?

-A que los periódicos no cuentan la verdadera historia de lo que está pasando realmente y a veces se sabe más a través de la novela llamada negra.

-La trilogía Millenium es una de las más vendidas en los últimos meses. ¿Qué opina sobre Stieg Larsson?

-Yo no pude pasar de la página 70 en el volumen uno. Era tedioso y reiterativo. Es una buena novela de 200 páginas, lo malo es que tiene 600.

-Hace unas semanas impartió un curso en Córdoba sobre cómo escribir novela. ¿Qué ingredientes esenciales debe tener una novela negra?

-No establezco diferencia entre novela y novela negra. Que una trama sea el descubrimiento de un crimen no define la calidad, sino el tipo. Por otra parte, a mí me sirven mucho estos cursos porque aprendo y transmito también lo que sé a gente que quiere escribir, animosa y con muy buenas intenciones, o simplemente quiere descubrir los trasfondos de la novela o los desafíos de la ficción. Me siento muy satisfecho.

-Usted también escribe guiones de cine y televisión. ¿Qué tienen de cinematográficas sus novelas?

-Tienen bastante pero no por culpa mía, sino porque mi personajes actúan en la novela. A eso se le suele llamar novela dramatizada. Yo no cuento lo que les pasa por la cabeza a los personajes sino que les dejo que actúen; se sabe lo que les pasa a través de su conducta.

-También fue periodista. ¿Qué tienen de reales sus obras?

-Tienen bastante. Debido a mi experiencia como periodista utilizo las cosas que no se pueden contar o que se camuflan. Lo he pretendido sobre todo con las novelas que tengo del personaje Toni Romano. Es lo más policiaco que tengo: él no es policía, es detective, trabaja en una agencia de impagados, ha sido portero de sala de fiestas, vigilante jurado..., es decir, un marginal que ha sido policía. Ese es el pretexto del narrador para contar esas historias que no se cuentan ni ha contado el periodismo.

-¿Cómo ha cambiado el género desde los años 80, cuando usted empezó a publicar, hasta la actualidad?

-Al principio nos trataban como si hubiéramos violado a la doncella de la literatura, que era pura, como si fuéramos advenedizos. Había un cierto desprecio y me daba la impresión de que teníamos que hacernos perdonar o pedir perdón. Ahora este género está absolutamente asimilado. Sobre mi obra se hacen tesis doctorales en cinco o seis países: EEUU, Italia, Alemania, España, Corea... La academia, y cuando digo la academia me refiero a los profesores de literatura, lo tienen perfectamente claro. No está tan claro en algunos críticos reticentes españoles que siguen todavía encaramados en la tribuna de las letras pensando que tienen la verdad absoluta sobre qué es literatura y qué no es literatura. Ese es el problema.

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