Cultura

Un gran amigo de Córdoba

  • Chano Lobato era un cantaor que se hacía querer y que en la provincia cordobesa, de la que era un asiduo en peñas y festivales, tuvo una de sus plazas con más admiradores

Ha muerto un cantaor. Chano Lobato ha dado su último suspiro dejando infinidad de gratos recuerdos y buenas sensaciones flamencas. Discreto y querido por sus compañeros, por la afición, por quienes llegaron a conocerlo, un artista que no tuvo una mala palabra para nadie y que lo dio todo en su dedicación/amor al flamenco. Su biografía es la de una persona hecha a sí misma que se buscó honestamente la vida cantando día a día hasta el final; una biografía en la que se suceden sin interrupción el tipo de vivencias que marcan carácter y definen personalidad.

De cantaor en reservaos y fiestas de señorito, cantaor a lo que cayera en épocas difíciles para el flamenco y la sociedad, pasó a ser uno de los artistas más solicitados para cantar al baile, a los más grandes, desde Antonio Ruiz Soler a Matilde Coral. Con el paso del tiempo llegaría a ser protagonista en solitario de su propio cante, siendo requerido para los festivales y eventos más señeros, hasta prácticamente su muerte. Con humildad pero sin perder comba, Chano Lobato pasó del tablao y la compañía de baile al festival, compartiendo cartel con egregios artistas, de los que han hecho historia como Antonio Mairena, Fosforito, Chocolate, Terremoto, Fernanda de Utrera, Beni de Cádiz, El Lebrijano… En pleno esplendor festivalero Chano hizo gala de los cantes gaditanos heredados de Aurelio, Pericón y Manolo Vargas, impregnados con el marchamo caracolero que nunca le faltó, sin dejar de evidenciar la influencia de El Chaqueta.

Cercano al público, dicharachero y valedor de la historia flamenca de Cádiz, Chano Lobato fue un cantaor que se hizo querer y que en Córdoba tuvo una de sus plazas con más admiradores, una ciudad en la que logró, en 1974, el premio Enrique El Mellizo del Concurso Nacional de Arte Flamenco.

Hace tres años le pudimos escuchar en los Jardines del Alcázar de los Reyes Cristianos acompañado a la guitarra por Juan Carmona Habichuela. Fue en el Año del Flamenco, quedando en el recuerdo la sapiencia de Habichuela y el encanto flamenco de Chano, exprimiendo cada tercio de cante, imantando al público en una noche en la que de nuevo hizo realidad la letra que tanto cantase por bulerías, y que aprendió de Caracol: "el cante es mi buen amigo, unas veces me mata de pena, otras se emborracha conmigo".

Asiduo en peñas y festivales de la provincia de Córdoba, Chano Lobato tuvo otra memorable actuación en el remozado Teatro Liceo de Baena. Fue en marzo de 2007; se presentaba el espectáculo Cruce de Caminos, en el que el artista representaba a la provincia de Cádiz. Otra ocasión más en la que el cantaor, con una maltrecha salud, se sacudió sus dolencias físicas para exponer al público cante depurado, síntesis de conocimiento y sensibilidad, perfilando estilos y dando en la diana en el momento oportuno.

Chano, como tanto otros cantaores, demostró que el cante no tiene edad, que todo al final obedece a unos resortes anímicos que, a poco que se sepan manejar, partiendo de la experiencia, el dominio técnico y el saber, posibilitan que el cante fluya de manera natural, intenso y seductor, virtud que tuvo este artista.

Chano está en la historia del flamenco por derecho propio y ahora sólo nos queda el bálsamo de sus grabaciones, una manera de estar siempre vivo, de seguir provocando sinceros oles a los aficionados.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios