Crítica de Cine

Salvados por la música

sing street

Musical, Irlanda, 2016, 105 min. Dirección y guión: John Carney. Fotografía: Yaron Orbach. Intérpretes: Ferdia Walsh-Peelo, Lucy Boynton, Jack Reynor, Aidan Gillen, Maria Doyle Kennedy, Don Wycherley, Kelly Thornton, Kyle Bradley, Lydia McGuinness, Mark McKenna. Guadalquivir, El Tablero.

Pongamos las cartas boca arriba: siento tan poca simpatía por las películas de adolescentes -menos aún si se dedican a formar grupos de música- como antipatía por los 80 y su música. Dicho lo cual tiene aún mayor credibilidad que les diga que Sing Street es otra buena película de John Carney, tan llena de encanto y buena música como sus anteriores Once y Begin Again, estupendas comedias musicales -o comedias con música- a las que me molesta etiquetar como indie, porque son más que resultado de una coyuntura o de una estrategia comercial: están llenas de una naturalidad difícil de alcanzar en este género.

Todos los tópicos del cine de adolescentes están presentes: difícil integración en un nuevo (y brutal tanto en lo que a los compañeros como a los profesores se refiere) colegio; enamoramiento primero que lleva al protagonista a crear un grupo musical para conquistar a una chica que -como también quiere el tópico- es mayor que él y lo mira con condescendencia; conflicto familiar que hace aún más difícil todo lo anterior; un hermano mayor que es a la vez un amigo y un protector; y colegas que, unidos por la música, permiten al protagonista irse construyendo otra casa -otras relaciones, otros acogimientos- mientras la suya se deshace. Y sin embargo nada suena a tópico. Sucede siempre con el buen cine. No hay argumentos, sino tratamientos.

Se le puede reprochar que trate con ligereza casi de cuento de hadas temas dramáticos que van de la pobreza al alcoholismo pasando por los abusos. Pero de lo que se trata, como en las anteriores películas de Carney, es de mostrar el poder curativo de la música, su capacidad para transformar vidas. Aunque sea a costa de la verosimilitud porque, aunque es cierto que las biografías de muchos músicos de éxito están llenas de situaciones extremadamente difíciles de las que les salvó su talento, el guión a veces simplifica demasiado tanto la llegada de la inspiración como la capacidad redentora de la música. Todo se le perdona porque es simpática, porque todos los actores hacen creíbles a sus personajes y porque está rodada con una simplicidad sin pretensiones, casi de cine doméstico, que hace creíble lo que cuenta.

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