antonia contreras. cantaora

"Si no he grabado antes mi primer disco es porque no me lo he podido costear"

  • La malagueña, ganadora de la Lámpara Minera del 56º Festival del Cante de las Minas de la Unión, reconoce haberse sentido "decepcionada" con el mundo del flamenco en los últimos años

"Nadie es profeta en su tierra", reza el dicho. Antonia Contreras, veterana cantaora malagueña, la primera. "El reconocimiento es mayor en países como Japón o Francia", comenta en tono amable. No reniega de su tierra en absoluto. De hecho, se siente "muy orgullosa" por haber ganado, además de la máxima distinción del 56º Festival Internacional del Cante de las Minas de La Unión -la Lámpara Minera-, el premio en la categoría de malagueña. Curtida en mil batallas -peñas flamencas, montajes internacionales con Isaac Albéniz o Manuel de Falla como protagonistas-, la única espinita para ella es no haber grabado su primer disco. Llevaba muchos años "trabajando sin parar" y "desencantada" con el circuito nacional de conciertos de cante. "Al programador le interesa alguien con premios recientes o que le asegure el lleno", admite pudorosa. Hecho verídico, si no que se lo digan a Miguel Poveda, que tras ganar la Lámpara Minera en 1993 todo fue a mejor. La malagueña también lo espera.

-¿Cuál es el mayor premio que le ha regalado esta profesión?

-¿El mayor premio? Esta Lámpara, que considero una auténtica recompensa a todos los años que llevo dedicándome a esto.

-Ha roto con la tendencia del Festival Internacional del Cante de las Minas de La Unión, que era darle el máximo galardón a un artista emergente.

-Sí, me siento muy feliz y recompensada.

-¿Cree que los cantaores tiene que atesorar una larga lista de galardones para hacerse un hueco en el circuito nacional?

-Eso parece. A mí me han llegado a preguntar algunos programadores que qué premios de relevancia tengo y ninguno le han servido. Sin embargo, no concibo mi vida sin el cante. El mundo del flamenco es apasionante, pero muy complicado. Siempre tienes que estar presente. A finales de los 90, principios del 2000, me presenté a concursos y gané algunos. No muchos. Quería darme a conocer. Gracias a ellos, me salieron actuaciones en peñas y festivales. Era feliz. Y ahí me estado defendiendo. En los últimos años he estado un poco desencantada. Hay circuitos, andaluces y nacionales, en los que sólo se programa a nombres que garanticen un lleno. Mi nombre es un nombre poco conocido. Y además no tengo un disco grabado, la carta de presentación de cualquier artista. Entonces los programadores pensaban que tan buena no seré tan buenos cuando no estoy ahí. Así que llegó un momento en que paré y me dije no puedo tirar ahora la toalla.

-¿Tampoco la va a tirar sin grabar ese primer trabajo, no?

-Seguro. Estaba esperando a que me cayera algo para podérmelo pagar (ríe). Si lo he grabado antes es porque me lo tenía que costear de mi bolsillo y no tengo un caché de 6.000 euros para ello. No sólo es el estudio, son los colaboradores, los músicos. Es mucho dinero.

-¿Qué tiene pensado?

-Las colaboraciones serán muy especiales, pero no te puedo contar aún. De repertorio sí que hay cosas que ya tengo elegidas desde hace tiempo. Quiero un disco que me identifique. Que la gente lo escuche y diga: "Es Antonia Contreras". Puede ser mejor o peor, pero que me identifique como tal. Aparecerá un canto por malagueñas, que es la banda sonora de mi vida; por soleá; un cante de ida y vuelta también; por granadinas, por seguiriya.

-Su cante no sólo se ciñe a los tradicionales palos flamencos.

-A mí me encanta el flamenco, pero he hecho colaboraciones con orquestas sinfónicas. Grabé el Amor Brujo de Falla hace unos años con una orquesta francesa y gracias a eso recorrí medio mundo. Por Japón, Bulgaria, Francia.

-Se marcha al país galo para actuar. ¿Cómo trata el público a los artistas flamencos españoles allí?

-Tanto el público francés como japonés, en definitiva el internacional, respetan mucho nuestro arte y el reconocimiento es mayor. Aquí, como lo tenemos muy cerca, no se valora igual. Siento decir esto.

-El ejemplo está en la bailaora Rocío Molina, que lleva muchos años sin pisar un escenario malagueño. Ahora en diciembre va a hacerlo en el Cervantes.

-Y es esplendorosamente malagueña. Fuera nos sentimos más reconocidos. Fíjate, soy malagueña y nunca he sido invitada al festival flamenco de Málaga. Y va por la 25ª edición o así. Hace tres o cuatro años que no formo parte de la programación de la Feria de Málaga, ni en la Caseta de Flamenco y Copla, ni en ningún otro lugar. Hay otros compañeros que sí y yo me alegro, pero conmigo no sé qué pasa. Sin embargo, me voy a La Unión y me dan cuatro premios.

-¿Cree que los programadores deberían mirárselo?

-Igual se tienen que mirar por qué está pasando esto (ríe pícara).

-Se ha curtido en peñas flamencas. ¿Qué le aporta a un artista pisar estos escenarios?

-Las peñas representan un papel importantísimo en la formación de un artista flamenco. Son necesarias porque tenemos que adquirir un bagaje y lo hacemos en un ambiente más cercano.

-La cantaora Mayte Martín comentó hace unos años en una entrevista que el flamenco se ha prostituido mucho en España. ¿Opina lo mismo?

-Sí, un poco sí. Se ofrecen espectáculos por un módico precio, pero luego los artistas que nos lo curramos muchísimo nos tenemos que producir el espectáculo o pagarse un disco. Somos muchos también los que nos obligamos a trabajar de manera legal.

-¿Autónoma?

-Sí, desde hace 12 años.

-¿Es muy complicado?

-Cuesta mucho porque hay meses que no tienes trabajo, pero tienes que pagar. Hay artistas que trabajan de manera ilegal porque no se lo pueden permitir. Y lo entiendo.

A veces me preguntó cómo lo hago para pagar seguros sociales e IVA sino trabajo. En Francia, los trabajadores autónomos pagan un precio bajísimo. Es muy complicado salir adelante por eso he estado a punto de tirar la toalla, pero soy una persona luchadora.

-¿Cuál fue su primer contacto con el flamenco?

-Me pasaba el día escuchando a La Niña de la Puebla, a La Niña de los Peines o a Fosforito en la radio, de esas con pilas gordas de petaca. Mi padre me decía: "¡Antonita, pero ya está la radio sin pilas!". Yo no podía resistirme a escuchar música en la radio, aunque el flamenco siempre ha sido lo que más me ha calado.

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