Cultura

Diez años sin Julio Aumente

  • El poeta del grupo Cántico, fallecido en el verano de 2006, dejó una obra llena de sensualidad y variada en registros La editorial Visor publicó su 'Poesía completa' en 2004

"Lo que se tiene ya no cuenta, / todo el presente es un pasado /y la hora actual es ya otra hora / que entre los dedos se deshace". En 1955 Julio Aumente publicó su primer libro, El aire que no vuelve, inicio de una singular trayectoria poética que dio títulos como La antesala o Rollers. Aumente vivió en el voltaje doble de una búsqueda, la belleza, y una melancolía, el tiempo que se fue. Hace diez años, en el verano de 2006, se apagó la voz de un hombre "culto, esnob, divertido y vividor", como lo define Luis Antonio de Villena en la edición de su Poesía completa, publicada por Visor en 2004 al cuidado de Rafael Inglada.

"Era un fuera de serie, en el sentido personal y en el poético", señala Inglada, que recuerda que Aumente, nacido en 1921, "siguió en un comienzo los pasos del grupo Cántico y después de muchísimos años sin publicar se fugó de las cosas que había hecho y ofreció una poesía a contracorriente de la mayor parte de la poesía española contemporánea, que es lo que le apetecía hacer". Aumente, indica De Villena en la introducción de la citada obra, "publicó en Cántico poemas y traducciones, pero curiosamente su primer libro se haría esperar algo más que el de sus compañeros de grupo, pese a tratarse de un libro de poemas muy cercano a todos los postulados del Cántico inicial (lo religioso, lo neopagano, lo barroco, el clasicismo melancolizante), como el propio título, tomado de un verso del entonces casi olvidado Luis Cernuda, delata muy a las claras".

"Parecía muchas veces que le importaban poco las cosas, pero en el fondo las sentía -observa Inglada-. Por ejemplo, por su ciudad sentía de pronto una animadversión tremenda, pero le tenía un amor intenso. Fue un hombre que fluctuó entre lo que nunca se concreta: no concretaba nada". Para muchos especialistas, Aumente ha sido y es el gran olvidado de Cántico. "El que ha tenido más suerte -apunta Inglada- ha sido Pablo García Baena. De Ricardo Molina también se ha publicado su poesía completa, de Juan Bernier salieron los diarios... Yo no me atrevería a decir que Julio Aumente sea el gran olvidado, pero lo que sí puedo decir es que no se le ha hecho nunca un gran homenaje en Córdoba, y por ese lado sí que hay un olvido". Desde Málaga, Inglada propone la creación de "una Fundación Cántico que estudie no solo la obra del grupo sino el entorno social y cultural en que se produce: las instituciones deberían luchar por ello".

Manuel Gahete define a Aumente como "el hilo suelto" del grupo de poetas y artistas plásticos surgido en Córdoba en los años 40: "Es, en el cerrado universo de Cántico, el poeta de mayor registro temático y estético. Su poesía irradia belleza incluso cuando penetra en los asuntos más escabrosos del amor y la vida. Habitaba con idéntica mesura la decadente placidez de los palacios y el túrbido hedor de los suburbios. Amaba la palabra suntuosa, su música, el alambicado caudal de los acentos, la perfección de los sonidos, pero igualmente atravesaba la línea de lo prohibido adentrándose en la acidez de la ironía, en la tragedia de lo amargo, para aliviar el oscuro réspice de los deseos insatisfechos, el pesado yugo de la zafia incomprensión. Pero Julio no se sometió a las convenciones. Las contradicciones quedaban fuera de él. Dejó la ciudad, los amigos, la profesión, el espacio conocido para respirar, para existir. Y este ardor vital empapó igualmente su palabra poética liberada de alardes y hasta irreverente pero nunca ajena al respeto, a la pasión por la forma donde se revelaba siempre con un temple exquisito, pleno de emoción expresiva, inteligencia y conocimiento, fiel a su realidad y sabiendo que nada, por razón alguna, debía restar vigor a la ambición literaria".

"Poeta absoluto, poeta que se sabe poeta aun contra la poesía", anota De Villena sobre el cordobés, cuyo segundo libro, "todavía en la órbita de Cántico pero mucho más personal, ya claramente con una dicción y unas obsesiones propias", es Los silencios (1958). Hasta mediados de los 60 siguió escribiendo y publicando "algún poema ocasional" en revistas y antologías, pero la mayor parte quedaba inédita. Y a partir de ese año, "el total silencio" hasta comienzos de los 80, cuando encadena Por la pendiente oscura (1982), con poemas inéditos de su primera época, y La antesala (1983), también prologado por De Villena, que lo define como "voluntariamente esteticista y decadente", además de "singular y atrevido".

Pero el verdadero cambio en su obra llegará a mediados de esa década cuando, señala De Villena, Aumente "vuelva a enamorarse y a vivir entre gente joven y a veces marginal". Su poesía "entrará en la ironía, en la jerga, en la mezcla de la belleza con el lumpen, del sillón barroco con la música rockera". En 1990 aparece De los príncipes (nueva recopilación de poemas antiguos) y en 1993 El canto de las arpías, donde aflora "un Aumente elegante y descocado" que escribe: "Ya no baja Carlos por la escalinata, / ya no saca el cubo de la porquería, / no huele la perra, no busca la gata / los sacros despojos de la sacristía". "Continuación y ahondamiento" de esta línea es Rollers, el libro inédito incluido en su Poesía completa, "directo, áspero, tierno, atrevido: una insólita aventura homoerótica de libertad y modernidad fascinantes".

El 29 de julio de 2006 llegó la noticia de la muerte de un poeta que, según Inglada, "bebe en primer lugar del Barroco, pero también del Romanticismo y de la música de su tiempo". Y que fue "un gran escéptico: ante el amor, ante la vida, ante la belleza que no se puede conseguir". Fue tasador de arte y antigüedades, experto en genealogía y un poeta de variados tonos y registros que dejó para su última etapa un alfiler de "rebeldía" porque, concluye Inglada, tenía la certeza de que "había sido el gran relegado del grupo".

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