Crítica de música úsica

Las mallas también se heredan

Sacramento y mago de oz

Fecha: sábado 14 de mayo. Lugar: Teatro de la Axerquía. Media entrada.

El vestido de cuadros azules y blancos de Dorothy en la película El mago de Oz fue vendido por 1,22 millones de euros. No sabemos cuánto pagarían por unas mallas del batería de Mago de Oz, pero a juzgar por la pegada que la banda sigue teniendo, la vigencia de sus antiguas canciones y la acogida que le dispensaron sus fans en Córdoba, la cifra podría sorprendernos. Bien es cierto que algunos de los que estaban entre el público no parecían necesitar pasar por la teletienda para hacerse con este icono roquero, ya que el ambiente intergeneracional que se respiraba abogaba más por la herencia de la esencia roquera que por la compra online de este recurso. Mago engatusa ya a padres e hijos gracias a ese rock que, tal y como asevera Loquillo, parece resurgir en tiempos de penuria. A la teoría se apuntan bandas como las que integraban el sábado este invento del River Rock Festival, que salieron reforzadas de la cita, dejando un gran velada roquera para la memoria.

Esa noche, toda la calaña rock de los alrededores se había dado cita en el Teatro de la Axerquía para disfrutar con un clásico festival de acento metalero y buenas artes, como en los viejos tiempos. De entrada, marcaron bombo Sacramento, con el incombustible e inagotable Manuel Escudero a la cabeza. Parece que fue ayer cuando al frente de AGO hacía las delicias de los heavys cordobeses ochenteros en ese mismo escenario, con la ciudad al fondo y las mallas puestas. Tal vez la mayor cualidad del grupo que vimos el sábado sea esa mezcla entre veteranía y sangre nueva, que se derramó elegantemente sobre un público entregado que calentaba con ellos la garganta para recibir a la magia de los de Oz.

Hablar de Finisterra es nombrar un álbum referente en la historia del rock nacional. Posiblemente se trate del disco más personal y conocido de Mago de Oz, que se han atrevido a reinventar ahora con nueva formación e ideas, y que sirve de excusa para esta serie de conciertos que les trajo hasta Córdoba. Pero esa noche no solo sonó Finisterra, como hacía presagiar una cabeza de payaso caníbal gigante que presidía el escenario y aludía a otros montajes. Por la Axerquía desfilaron también algunos de los grandes éxitos metal, antiguos y recientes, de una banda inconfundible, que guardó diversas sorpresas en la manga (disfraces incluidos) para hacer sonreír y agitarse al entregado público. Divertidos, tal y como les recordábamos, enérgicos y con la ensoñación de sus literarias letras, no faltaron sobre el escenario sellos de identidad imprescindibles como las camisetas de rejilla, faldas escocesas y mucho buen humor, además de la instrumentación abundante y necesaria para ese postureo celta sobre el que labraron su carrera. Violines y flautas se unieron a la fiesta, de guitarras relinchantes. Porque no son unos heavys al uso. Incitan a bailar y celebrar, convirtiendo su concierto en una fiesta en la que las letras ocupan un puesto decisivo al alejarse de los tópicos del rock para hacer incursiones literarias y oníricas que añaden personalidad al resultado.

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