Cultura

Apuntes al amor eléctrico

  • Silvia Grijalba revisa en 'Más que famosos. Auge y caída de la fascinación por el rock' (Fundación Lara) las claves de un fenómeno tan íntimo como de masas

Esta historia empieza, como casi todas, en el 82. Y en una discoteca de Torremolinos, el Piper's, a cuyas sesiones de tarde acudía una adolescente Silvia Grijalba a escuchar un repertorio improbable en cualquier otro rincón de España, con canciones de The Jam, Yazoo, Depeche Mode y, cuando la cosa se ponía nostálgica, hasta de The Who. Fue allí donde aquella jovencita hizo del rock una cuestión personal que la llevó a dedicarse al periodismo con el fin primordial de adentrarse en sus tripas. Y así fue: Grijalba se convirtió no mucho después, cuando a la vuelta de los 90 el género parecía transformarse en lo que posiblemente acabó con él, en una intrépida cronista, entrevistadora y exégeta del fenómeno. Como periodista desarrolló una carrera formidable, principalmente en El Mundo, que la llevó a codearse con la primera línea nacional e internacional del rock; hasta que la madurez, o lo que fuera, la invitó a inclinarse a la literatura y escribir novelas como Alivio rápido (2001), Atrapada en el limbo (2005), Contigo aprendí (2011) y Tú me acostumbraste (2014). Ocurre, sin embargo, que nadie está a salvo de los caprichos del eterno retorno: hace un año Grijalba regresó muy cerquita del Torremolinos donde creció, a Churriana, para dirigir la Casa Gerald Brenan. Hace sólo unas semanas, además, fue designada como responsable de la Fundación Rafael Pérez Estrada, que precisamente comenzará sus actividades este próximo sábado con una primera mesa redonda en torno al escritor. Y cuando el rock parecía ya una cuestión remota, la Fundación José Manuel Lara le encargó un libro en el que rememorara sus años entregados al periodismo musical. El resultado, Más que famosos. Auge y caída de la fascinación por el rock, recién puesto en circulación, va sin embargo mucho más allá y ofrece claves íntimas a un fenómeno de masas con la distancia y el ardor suficientes para su asunción crítica. El pasado jueves Grijalba presentó esta obra en Madrid en compañía de uno de sus protagonistas, Loquillo.

Apunta Grijalba que escribir este libro significó algo parecido a "volver a prestar atención a un ex al que no has dejado de admirar", si bien, con el volumen ya en la calle, el tránsito ha despertado en ella el gusanillo "de volver a escribir sobre música. Me apetece hacerlo, aunque sólo sea porque cuando me dediqué a ello me sucedieron cosas muy importantes". En Más que famosos comparece una jovencita Silvia Grijalba entrevistando a todo un David Bowie en el 92, acompañando poco después a Loquillo (con quien conserva una fiel amistad desde entonces) a lo largo y ancho de una gira histórica, intentando sacar alguna declaración coherente a un David Gahan de Depeche Mode drogado hasta las cejas en una habitación de hotel, aprendiz de la verdadera naturaleza del silencio de boca de John Cage o cómplice del dandismo álgido de Leonard Cohen en otra entrevista con mucha poesía. Grijalba no oculta su fascinación por éstos y otros ídolos, aunque matiza: "A la hora de hacer una entrevista es importante dejar la fascinación a un lado. Pero para otras tareas propias del oficio, como la cobertura de un festival, sí es necesaria cierta dosis de entusiasmo. Precisamente, yo decidí dejar el periodismo musical a los treinta y tantos porque nada de lo que veía en estos festivales llegaba ya a sorprenderme. Entendí que hacían falta miradas nuevas, gente capaz de llegar a esto con esa fascinación. Así que decidí dedicarme de lleno a la literatura. Ahora, con todo el tiempo que ha pasado, tal vez sí llegue a sorprenderme de nuevo. En realidad, por más que durante algunas temporadas ni siquiera escuchase música, este amor no llegó a marchitarse del todo".

Junto a esta aproximación al rock no exenta de ternura, emoción ni melancolía, Silvia Grijalba se despacha a gusto a la hora de dejar claro lo poco que le gusta el indie ("Su falta de profesionalidad, su manía de querer parecer amateur todo el rato y su escasa valentía, con esos músicos mirándose los pies mientras tocan en el escenario, lo convierten en algo contrario al rock"), de poner en su sitio a un tipo como Albert Pla y de delatar las flaquezas de una industria que optó por el camino fácil. El resto es una historia de amor. De las buenas.

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