Crítica de Música

Tengo un embudo, dame Risperdal

marc ribot's ceramic dog

Fecha: miércoles 8 de julio. Lugar: Gran Teatro. Media entrada.

A la entrada del Gran Teatro suele haber un pequeño tenderete de merchandising. Esa noche vendían camisas de fuerza. Marc Ribot estaba a punto de salir al escenario con Ceramic Dog y el ambiente olía a expectación. O tal vez era a Risperdal. No era una gran entrada, pero los que vinieron chiflan y rechiflan cuando los tres músicos asoman el gaznate. Ribot musita algo y las primeras filas se lo quieren comer. Shahzad y Ches se acomodan con mirada cínica. El apocalipsis está cerca.

El cuco es el único pájaro que no tiene nido y, qué remedio, pone sus huevos en los de otros. Ribot y su "alegre pandilla de chalados" se ansiaron poniendo sus grandes huevos en los nidos más inverosímiles. Imposible definir a qué sonaba aquello. Podía ser el patio de un parvulario, el bingo de una tarde de geriátrico o el salón del Psiquiátrico Estatal de Oregón. Pero era maravilloso. Eran alas, energía, vómito, electroshock…., la antimelodía, los antimúsicos…, o no.

El doctor pregunta a McMurphy en Alguien voló sobre el nido del cuco por el refrán "piedra que corre no cría moho''. No necesito que el trío me dé su opinión al respecto. Jamás criarán moho. Aquí no hubo líneas, solo puntos. Unidos de forma desquiciada en lo que a simple vista podría ser un torpe juego de azar, un encefalograma paranoico cuyas carambolas sónicas eran fruto de mucho más que la improvisación, palabra anacrónica ante tamaña demostración de abstracción como pudimos deglutir. Tres locos con manos desencajadas y pies ejecutores, tres locos inguionizables, sin diagnóstico, que por momentos podrían haber tocado Good Save de Queen o London Calling, incluso la sintonía de Expediente X, sin que el guión se resintiera. Eran punkis, vaya si lo eran, faltó escupirles desde primera fila. Ribot y los suyos digerían la escena con la máxima del riesgo como bandera, con un desapego orgánico a las normas como grupo sanguíneo común, con una concepción del espectáculo tan brutal como desgarradora, retroestimulados, interactivos, hipersorpresivos…, sutiles gañanes y pérfidos perforadores de tímpanos, usan el jazz como excusa para perpetrar los atracos más salvajes a los géneros más diversos. Y hablo de ir al pantano a buscar blues, R&B o metal, para luego volver y morder a Oriente o África, antes de despedirse con su Master of Internet que de forma reveladora reza en su letra "no somos humanos como tú". Podrían haber saltado al patio de butacas y habernos comido en un holocausto jazzista sin precedentes. Los hubiéramos dejado, ya estábamos paralizados.

A la salida no había camisas de fuerza. Repartían embudos. Con uno en la cabeza salimos al bulevar poniendo caras, imitando notas imposibles, destrozando farolas y agitando las manos mientras tiramos de Risperdal.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios