Crítica de Música

Arrastrados por el viento, sin país

Ali Khattab-Hesham Essam Dúo

Fecha: martes 7 de julio. Lugar: Teatro Góngora. Media entrada.

Ya es una tradición. Casi sagrada. Porque la presencia de sonidos árabes en el Festival de la Guitarra de la mano de Casa Árabe se ha convertido con el paso de los años en un preciado oasis que nos espera en el ecuador de cada edición. Y este año la palabra oasis sonaba a milagro. En esta ocasión fue el músico egipcio Ali Khattab el que junto al laúd de Hesham Essam llenaron de ensoñación la noche, mientras, fuera, lenguas de fuego amenazaban con incinerar a quien se moviera. Nadie lo hizo, hasta que esta pareja dejó bien claro que no hay fronteras para la música. Ni pertenece a país alguno.

Ali compró su primera guitarra a su hermano con poco mas de diez años. Son esos gestos que ya hacen presagiar futuros con fundamento, con páginas sobre las que escribir largo y tendido, con acciones en la bolsa de futuros. De ahí a hipnotizarse con Paco de Lucía solo hubo un paso. Y de eso a rendirnos nosotros, lo que hemos tardado en escucharle en Córdoba. Desde entonces este genial guitarrista se convirtió en un verso libre, en espíritu sin murallas, en palmera de ondear flexible, tal y como mostró en el Teatro Góngora en una noche que supo a generosidad, a apertura de miras, a fascinación por lo flamenco. No hay nervio ni prisa en su forma de ajusticiar los temas. Todo tiene su tiempo, todo requiere su espacio. No corremos detrás de nada, más bien subidos en esa alfombra que nos teje con la guitarra. Lo suyo es un reposo mágico con el que crea una atmósfera tenue y envolvente. Se nos revela cargada de energía, de conexión rápida, que va mas allá de la técnica que el artista haya podido desarrollar, y convierte su concierto en un trance en el que todo encaja, en el que los diversos elementos que su cabeza ha moldeado se convierten en un puzle respetuoso que acaba llevándonos a la profunda ensoñación del zoco, tan diverso en colores, olores y tratos. Pero con el flamenco como bagaje del que ir tirando.

Le sentimos el martes tan cercano a ese arte andaluz que casi pudimos escuchar sus pisadas por Jerez. Y al mismo tiempo fue capaz de pintarnos los mapas de sus ancestros. Es un dobles temporal que permite verle disfrutar con su guitarra, sentenciando caminos de duende en lo que parecía la viva imagen de la felicidad. El acompañamiento del laúd a cargo de Essam no fue caprichoso ni secundario, ya que ofreció un contrapunto romántico, sin ataduras, también etéreo en busca de caminos sin kilometrajes ni brújulas, siempre apostado entre las dunas para dar una réplica señorial a una guitarra que ya no es prestada.

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