Cultura

Vino el tiempo e hizo justicia

Corazones estrangulados + el hombre gancho

Fecha: Miércoles 1 de julio. Lugar: Teatro de la Axerquía. 1/3 de entrada.

Solo el tiempo, con su santa paciencia y su genial arrogancia, acaba poniendo todo en su sitio, haciendo justicia a quien lo merece y destronando a los ciegos de corazón. Porque lo único que pasa de verdad es el tiempo. Aunque bien cierto es que no pasa igual para todos. En el rock, el paso del tiempo es un castigo que unos asumen con dignidad y a otros concierte en caricaturas. En el pecado va la penitencia, tatúatelo. Tras 20 años sin pisar un gran escenario, Corazones Estrangulados debieron sentir tres pasos más allá de la palabra vértigo cuando encararon su cita en la Axerquía. El Festival de la Guitarra es un marco tan intimidador como el propio macro escenario del genial teatro al aire libre. Les esperaba una entrada tibia pero entregada al remember a la que Eva se llevó de calle a base de buenas vibraciones, mejores canciones y deseos de armonía, paz y amor. Una pregunta flotaba en el aire: ¿En qué habrán cambiado en estos veinte años? Para disfrute de los que les seguimos entonces, y les recordamos con el cariño con el que se evocan las cosas mágicas, la personalidad del grupo se mostró intacta, tal y como flotaba en la memoria, y se marcó un concierto que supo a gloria.

El eje formado por Joaquín-Yonka-Eva-Ramón es un armazón de acero al que la música, el arte, la creatividad y el dominio de la escena le sale por los poros. A ellos se han añadido algunos refuerzos que redondean un resultado en el que inteligentemente actualizan algunos de sus clásicos, sin desvirtuar los estratos que en su día sedimentaron en nuestras cabezas. Eva canta mejor ahora, menos impostada, más natural, y lo digo con el respeto que me merecen otros días de lluvia y viento en el que atados de la mano cruzamos la ciudad. Y sobre todo sorprende la solvencia demostrada sobre el escenario por una banda que no está on the road, que viene directamente del ensayo, con lo que eso implica de miedos y resquemores, pero a la que el escenario no supuso encerrona alguna. Había feeling. No les hacía falta nada mas.

Un tema a medias entre Maikel de la Riva y Eva Riquelme sirvió de cordial transición para que El Hombre Gancho ocupara la escena y nos presentara orgulloso su nuevo disco, con el que han regresado a la carretera y al mercado en busca de una continuidad que nunca debió cortarse. Da rabia ver cómo en el panorama actual hay bandas coetáneas que han conseguido permanecer y que se ganan la vida con esto desde hace años. Provoca cierto agrio sabor de boca tener que admitir que la realidad de esta banda cordobesa fue víctima de una suerte de circunstancias que la fueron apagando poco a poco. Por eso, verla brillar de nuevo con el esplendor que mostró el pasado miércoles nos da alas para presentir cosas buenas, y no es la primera vez que presentimos cosas buenas para ellos.

Para El Hombre Gancho los años han traído sobre todo madurez. Y puede que eso os parezca poco, pero es una inyección de entereza, sensatez y pies sobre la tierra que ha remoldeado a la banda, convirtiéndola en un vino ya curado de espantos que ha envejecido con el talento y la sensibilidad haciendo mella en él. Son muchos kilómetros de los que algo habrán aprendido. Su concierto fue directo y al mentón, en una mezcla de los besos que no nos supimos dar y el apego a una personalidad que persevera en ese cruce de caminos latino y rockero que tan bien saben hilar. Una de las grandes alegrías de la noche fue ver a Manuel Ángel Mart sobre el escenario colaborando con los Gancho en un gesto que no solo habla de buen rollo, sino también de capacidad de lucha, algo que hoy día es indispensable. Ahora ya da igual las veces que no supimos pedir perdón, ahora borrón y cuenta nueva, y carretera y manta para todos, que es lo que va a hacer que nos sigamos sintiendo vivos y con ganas de reírnos del reloj, y del relojero.

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