Crítica de Flamenco

Memoria de un genio

eterno camarón

Cante: Pedro 'El Granaíno'. Baile: Mercedes de Córdoba y Eduardo Guerrero. Coreografía: Javier Latorre. Toque: Eduardo Trassierra. Piano: Cristian de Moret. Batería: Pachi Cámara. Recitado: Gema Monge. Fecha: domingo 21 de junio. Lugar: Compás de San Francisco. Lleno.

Mientras la velada de la Noche Blanca continuaba simultáneamente en los diferentes rincones urbanos, significado era el claustro de San Francisco, donde la mirada traía una vez más a colación la larga sombra del cañaíllaEterno Camarón. Para ello estaba el cante de Pedro Heredia El Granaíno, en un afortunado reencuentro en Córdoba tras su destacada participación en el pasado Concurso Nacional, en el que logró el segundo premio (algunos pidieron que fuese el primero). Un cantaor que tiene mucho que aportar, como ya le reconocimos entonces, y que el pasado domingo rubricó con una selecta exhibición del cante por derecho, recogido del trascendental álbum La leyenda del tiempo del reivindicado gaditano, producido por el sevillano Ricardo Pachón, al que saludé en las Tendillas. Voz tostaíta y afillá la del granadino, siempre dándole juego en quiebros, pellizcando, y más si era memorando al mítico José Monge. Cante por nanas para comenzar, afectado y convincente, también en alegrías como por tangos, y así en bulerías, martinetes, seguiriyas, fandangos naturales, tientos, taranta y qué sé yo que no recordara la figura del homenajeado, con el toque excepcional de Eduardo Trassierra, dejando un envidiable sabor.

En esta dedicada reunión también estaban Mercedes de Córdoba -primer premio al baile, asimismo, en el concurso cordobés antes mencionado- y Eduardo Guerrero, ambos asiduos integrantes de la compañía de Eva Yerbabuena, aportando los dos su genio personal y el significativo devenir artístico en escena, recogiendo los matices de la coreografía encomendada al que hoy es maestro de ellos Javier Latorre. La cordobesa Mercedes, cada día más en grande, logró lucir airosa poniendo en valor su baile por tarantas, antes en la nana y cantiñas con su compañero y por sevillanas, con sus seguidores exaltando sus desplantes tras ser seducidos con un femenino contoneo, dibujando una bella colocación de brazos.

En el baile de Guerrero, el aficionado se abre también a valorar la plástica vanguardista -la más ortodoxa ya la tiene reconocida con apuesta virilidad- mimetizando sin disimulos lo mucho y bueno que ha aprendido de los geniales profesores y maestros del baile que lo instruyeron. De manera que, asumiendo su versatilidad (se emplee por el palo que lo haga), tras el largo recorrido por el mundo dando lecciones, en la pasada madrugada del sábado al domingo desde las sillas, bordillos, balcones del recinto callejero en el que bailaba, la gente jaleara con el vello erizado por tanto arte y gusto desplegado: lo hizo por martinetes y seguiriya, y en romance y bulerías para finalizar. Y allí, entre todos, asimismo en el escenario, Gema Monge, la hija del homenajeado, que con mucha ternura evocaba a su padre con un recitado, entre palo y palo.

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